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La tercera con Rodolfo Vivas Me pica la len-gua por contar todo lo que Rodolfo me dijo 01 oído Pero, no Me suplicó mil veces que guardara reserva,

que fuera prudente Qué hombre ton sigiloso! Toda–

vía cuando se iba me hizo seña de que callara ponién– dose el dedo en la boca ssstt Pero no soy co– fre de nadie Todo el asunto era que me quería pasar dejando por mi casa en el carro de Julio Peña

Bailo después can el Ministro de México, Licen– ciado Reyes Spindola, hombre de mi gusto por su .estatura, su porte y su hermosa cabeza de intelectual. El me toma la mano y comienza a decirme la buena– ventura de un modo muy delicado y significativo Me encanta la galantería diplomática

León me saca a bailar Cosa rara porque casi nunCa baila Aunque se muestra atento y gentil, es el único que ha dejado la impresión de que no le inte-

reso Tiene razón. Es tan linda su esposa!

Me gustaría mucho bailar con don Chepe Hace tiempo que deseo hacerlo porque me parece un hom– bre muy atrayente Pero es muy serio Alguna vez lo he visto mirarme como si me estudiara ¿Le gus– taré o no le gustaré?

Tales son generalmente los impresiones de los bailes cuando le toca a uno bailar con hombres ele– gantes, respetables, que tienen hecha su posicjón en el

mundo Todo se va en insinuaciones, en discreteas Es mejor así Las manifestaciones rudas y hasto vul– gares de los más muchachos, no tiene razón de ser Pero sin embargo, son estos muchachos los que más me divierten

Yo he salido de noche con Buitrago Ajá Creía que me divertiría bastante con él, pero me resultó ser demasiado "hombre macho", como dicen los tangos argentinos Le gusta mucho parecer hombruno Y a mi me desagradan los hombres que hacen mucho alarde de virilidad El hombre es hombre sin necesi– dad de probarlo

Sevilla Sacasa me gustaría si no cogiera ese estílo de que se está dejando enamorar La Chilo Mejía me recomendó a Fernando Fuentes, que me gustó por su aspecto tan limpio, pero me besaba como :;j nle fuero a sacar un diente de un mordisco Todos me han. decepcionado, los viejos y los pollos Desde que las mujeres enamoramos a los hombres por nU:;!$tiCl

cuenta, éstos han perdido el secreto de conquistar y rendir completamente a una mujer Ya no existe un solo Don Juan Tenorio Vivimos en la era de le!'; Juani– tos Tenorio Pero es muy triste ser una Doña Juanita, porque los hombres no sirven para ser conquistados, sino para conquistar. Un hombre conquistado no vate nada

EL MANAGUA GENUINO

Un amigo nuestro, de cíerta edad y de amplios conocimientos, nos reprochaba en estos días el que nos hayamos ocupado, burla burlando, únicamente de los "managuas hechizos" y de las costumbres de los granadinos y de los leoneses

Han olvidado Uds, nos decía, el curioso y carac– terístico tipo del Managua genuino Como nosotros le respondiéramos que realmente desconocemos el verdadero tipo representativo de esta ciudad tan mezclada que llamamos cosmopolita, nos replicó nues–

tro informante

Uds tienen razón porque son jóvenes, y el tipo

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del Managua genuino tiende a desaparecer Actual– mente sólo se le encuentra por Lo Ronda, pues desde

el terremoto se ha visto desalojado del centro y se va

acercando coda vez más a Chiltepe, a Tipitapa y a Sobana Grande El único modo de verlos reunidos ohera es en la fiesta de Santo Domingo en la traída del

Santo, pues nUllca pierden esta piadosa costumbre Desde hace cuarenta o cincuenta años para co–

nocer o visitar a un managua genuino, no había que rl2guntar por su nombre o apellido si no por su apodo, pues ero la única manera de que le dieran a uno razón de una persona Todos gozaban de apodos familia– res muy pintorescos, como los siguientes Malacate, Peyota, Jocote, Mapachí,n, Dormilón, Tía Gata, Piojo, Mondongo, Cachimbita, Garnachona, Tío Doña, Sebu–

ca, Cayuco, etc

Esos managuas genuinos se pasaban lo semona en sus haciendas de La Montaña o en las del Otro La– do, como ellos dicen A Managua llegaban solamente los sábados por la tarde Por la noche se regalaban con una opípara comida consistente, generalmente, en su vianda favorita los nacatamales El Gran Zela–

yón, padre del General José Santos Zelaya, se jactaba

de comerse diez y seis nacatamales sin que le hicieran daño

Los domingos por la mañana se veía a los mana– guas genuinos sentados en Jas puertas de sus cosas en un taburete, en camisola de manta o bogotana, sin escarpines y con unas chinelas hechas de zapatos vie– jos, recortados a propósito -así se estaban dedica– dos a recortarse los callos, o bien, en alegres tertulias

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