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favorecidos

Sus obligaciones tienen sus raices en la fraterni– dad humana y sobrenatural y se presentan baja un triple aspecto, deber de solidaridad, en la ayuda que las naciones ricas deben apartar a los países en vía de desarrollo, deber de justicia social, endefezondo las relaciones comerciales defectuosas entre los pueblas fuertes y débiles, deber de caridad universal, por la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan que dar y recibir, sin que el pro– greso de los unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros La cuestión es grave, ya que el porvenir de la civilización mundial depende de ello

tarse a la misma mesa que el rico (52) Ello exige a este último mucha generosidad, innumerables sacri– ficios y un esfuerzo sin descanso A cada uno toca examinar su conciencia, que tiene una nueva voz paro nuestra época ¿Está dispuesto a sostener coh su dinero las abras y las empresas organizadas en favor de los más pobres? ¿A pagar más impuestos para que los poderes públicos intensifiquen su esfuerzo pa– ra el desarrollo? ¿A comprar más caros los produc– tos importados a fin de remunerar más justamente al productor? ¿A expatriarse o sí mismo, si es joven, ante la necesidad de ayudar este crecimiento de los nociones jóvenes?

Hoy

Llamamientos, angustiosos han resonado ya Ei de Juan XXIII, fue calurosamente recibido (49) Nos lo hemos reiterado en nuestro mensaje de Navidad

1963 (SO), Yde nuevo en favor de la India en 1966 (SI)

La campaña contra el hambre emprendida por la Or– ganización Internacional para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y alentada por la Santa Sede, ha sido secundada con generosidad Nuestra Cáritas

Internacional actúa par todas partes, y numerosos ca– tólicos, bajo el impulso de nuestros hermanos en el episcopado, dan y se entregan sin reserva a fin de ayudar a los necesitados, agrandando progresivamen– te el círculo de sus prójimos

Mañana

Pero todo ello, al igual que las inversiones priva– das y públicas ya realizadas, las ayudas y los présta– mos otorgados, no bastan No se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiero de hacer retroceder la pobreza El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacio– nalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres y de una naturaleza insuficiente– mente dominada, un mundo donde fa libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sen-

1. ASISTENCIA A LOS DEBILES

Lucha contra el hambre

"Si un hermano o lIna hermana están desnudos -dice Santiago--, si les falta el alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dice "andad en paz, calen–

taos, soecos", sin darles lo necesario para su cuerpo,

¿para qué le sirve eso?" (4B) Hoy en día, nadie pue.– de ya ignorarlo, en continentes enteros son innumera~

bies los hombres, mujeres torturados por el hambre, san innumerables los niñas subalimentados hasta tal punto que un buen número de ellos muere en la tierna edad, el crecimiento físico y el desarrollo mental de muchos otros se ve con ello comprometido, y enteras regiones se ven así condenadas al más triste desa– liento

Lo superfluo

Hay que decirlo uno vez más lo superfluo de los países ricos debe servir a los países p<>bres La regla que antiguamente valía en favor de los más cercanos debe aplicarse hoy a la totalidad de las ne– cesidades del mundo Los ricos, por otra porte, serón los primeros beneficiados de ello Si no, su prolonga– da avaricia no har6 más que suscitar el juicio de Dios y \0 cólera de los pobres, con imprevisibles consecuen– cias Replegados en su egoísmo, las civilizaciones actualmente florecientes atentarían a sus valores mós altos, sacrificando la voluntad de ser mós 01 deseo de poseer en mayor abundancia Y se aplicaría o ellos la paróbola del hombre rico cuyas tierras habían pro– ducido mucho y que no sabia dónde almacenar la co–

secha "Dios le dice insensato, esta misma noche te pedirán el olmo" (54)

\0 {ebnno 1960 (n 12791.}l 9 (2GOI

(1)2, ce •.

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Deber de solidaridad

El deber de solidaridad de las personas es tam– bién el de los pueblos "los pueblos ya desarrollados lienen la obligación gravísimo de ayudar a los países en vía de desarrollo (53) Se debe poner en práctica esta enseñanza conciliar Si es normal que una po– blación sea el primer beneficiario de los dones otorga– dos por la Providencia como fruto de su trabajo, no puede ningún pueblo, sin embargo, pretender reservar

SllS riquezas paro su uso exclusivo Cada pueblo debe producir más y mejor, o la vez para dar a sus súbditos un nivel de vida verdaderamente humano y paro contribuir también 01 desarrollo solidario de la humanidad Ante la creciente indigencia de los paí– ses subdesarrollados, se debe considerar como normal el que un país desarrollado consagre una parte de su producción a satisfacer las necesidades de aquéllos, igualmente normal que forme educadores, ingenieros, técnicos, sabios que pongan su ciencia y su competen– cia al servicio de ellos

Programas

Estos esfuerzos, a fin de obtener su plena efica– cia, no deberían permanecer dispe. sos o aislados, y menos aún opuestos por razones de prestigio o poder lo situación exige programas concertados En efecto, un programa es más y es mejor que una ayuda oca-

SantillilO. 2 15.16.

Of ?tIater et mag-blrn. AAS 5& (1961), llJ) 440!ltl

CC AAS 56 (]!)04). pp f17·68

J ·O.!l~rvntote Romano, \0 febrelo 190G J~ncicliehe e Dillcoul di PIlol0 VI, vol IX ROlnn ed Pnollne. )9GG PI> 132·136 "E:cclC1llu".

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