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« Previous Page Table of Contents Next Page »vienen de 105 países subdesarrollados sufren amplias y bruscas variaciones de precio, muy lejos de esa plus– valía progresiva De ahí provienen para las naciones poco industrializadas grandes dificultades, cuando han de contar con sus exportaciones paro equilibrar su economía y realizar su plan de desarrollo Los pueblos pobres permanecen siempre pobres, y los ricos se hocen codo vez más ricos.
Más allá del liberalismo
Es decir, que la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ello sola las relaciones internacionales Sus ventajos son ciertamente evidentes cuando las partes no se encuentran en condiciones demasiado desiguales de potencia económica es un estímulo del progreso y recompensa el esfuerzo Por eso los paí– ses industrialmente desarrollados ven en ella una ley de justicia Pero ya no es lo mismo cuando las Con– diciones son demasiado desiguales de país a país los precios que se forman "libremente" en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos Es, por consiguiente, el principi Q fundamental del libera· Iismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está aquí en litigio
Justicia de los contratos a escala de los pueblos
La enseñanza de León XIII en la Re.rum Nova–
rum conserva su validez· el consentimiento de las partes, si están en situaciones demasiado desiguales, no basta para garantizar lo justicia del controto; y la regla del libre consentimiento queda subordinada
(j las exigencias del derecha natural (S7). Lo que era ver–
dadera acerca del juste> salaria individual, lo es tam' bién respecto a 105 contratas internacionales: una economía de intercambio no. puede seguir descahsan. do sobre la so.la ley de la libre é:oncurrencia, que eh. gendra también demasiado a menudo uno dictadura económica. El libre interé:ambio sólo es equitativo si está sometido a las exigencias de lo justicia social
Medidas que hay que tomal'
Por lo demás, esto lo han comprendido los mis– mos países desarrollados, que se esfuerzan con medi– das adecuados por restablecer, en el seno de su propia economía, un equilibrio que la concurrencia, dejada a su libre juego, tiende a comprometer. Así sucede que a menudo sostienen su agricultura a costa de so· crificios impuestos a los sectores económicos más fa– vorecidos Así· también para mantener las relationes comerciales que se desenvuelven entre ellos, particu– larmente en· el interior de un mercado común, su politi– ca financiera, fiscal y social se esfuerza por procurar a industrias concurrentas de prosperidad desigual, opor– tunidodes semejantes
Convenciones internacionales
No estaría bien usar aquí dos pesos y dos medi– das Lo. que vale en economía nacional, lo que se admite entre países desarrollados, vale también en las relaciones comerciales entre países, ritos y países. p.o,– bres. Sin ab6lir el mercadó de. cancurtéJício, hay qué _._._._'
(67) Cf ¡\etll Leonb xiJl. t 1.1 (1M2). p. 13-1.
mantenerlo dentro de los límites que lo hacen justo y moral, y, por tonto, humano En el comercio entre economías desarrolladas y subdesarrolladas [os situa– ciones son demasiado dispares y las libertades reales demasiado desigual Lo justicia social exige que el comercio internacional, para ser humano y moral, restoblezca entre las partes al menos una cierta igual– dad de oportunidades Esta última es un objetivo o largo plazo Mas poro llegar a él es preciso crear desde ahora una igualdad real en las discusiones y negociaciones Aquí también serían útiles convencio– nes internacionales de radio suficientemente vasto ellas establecerían normas generales con vistas a re– gularizar ciertos precios, garantizar determinadas pro–
ducciones, sostener ciertas industrias nacientes
¿Quién no ve que un tal esfuerzo común hacia una mayor justicia en las relaciones comerciales entre los pueblos aportaría a los paises en vías de desarrollo una ayuda positiva, cuyos efectos no serian solamente
inmediatos, sino duraderos?
Obstáculos que hay que remontar: el nacionalismo
Todavía otros obstóculos se oponen a la forma· ción de un mundo mós justo y más estructurado den– tro de una solidaridad universal queremos hablar del nacionalismo y del racismo. Es natural que comuni– dades recientemente llegadas a su independencia po– lítica sean celosas de una unidad nacional aún frágil
y se esfuercen por protegerla. Es normal también que nociones de vieja culturo estén orgullosas del po– trimonió que les ha legado su historia Pero estos legítimos sentimientos deben ser sublimados por la caridad universal que englOba a todOs los miembrOs de lo familia humana El nacionalismo aislo 10$ pueblos en contro de lo que es su verdadero bien Serío par– ticularmente nOcivo allí en donde la debilidad de las economías naé:ionales exige por el contrario la puesta en COmún de los esfuerzos de 16s conocimientos y de fos medios financieros, para realizar los programas de desarrollo e incrementar los interé:ambios comerciales y culturales
El racjsmo
El racismo no es patrimonio exclusivo de las na– ciones jóvenes, en las que, a veces, se disfraza bajo las rivalidades de clanes y de partidos políticos, con gran perjuiCio de la justicia y é:on peligro de la paz civil. Durante la era olonial ha creado a menudo un muro de separación entre colonizadores e indígenas, poniendo obstáculos a una fecundo inteligencia recí– proca y provocando muchos rencores como conse– cuencia de verdaderas injusticias Es también un obstáculo a la colaboración entre naciones menos fa– vorecidas y un fermento de división y de odio en el seno mismo de los Estados cuando, con menosprecio de los derechos imprescriptibles de la persona humana, individuos y familias se ven injustamente sometidos a un régimen de excepción, por razón de su raza de su calor
Haoia un mundo solidario
Uno tol situación, tan catgadO de amenazas para
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