This is a SEO version of RC_1967_03_N78. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »encontrarse. ¿Y los que faltan? Como ésto hay otras interrogaciones que se abren igual que abismos.' Un viento huracanado sopla. No tiene direcci6n fi–
ja, Unas, veces ~mpuia al: Norte, otras al
Sur. .Ora ~se
arremolina como una tromba, mezclando en una :5010
nube el polvo de las calles y el humo del incendio. No cabe duda. "Esta es, por lo menos, una sucursc:íl del infierno", ha exclamado un español que va descalz.o y
con varias heridas en la cabeza.
Los fugitivos no llevan rumbo cierto. Parecen en– cerrados dentro de :un c:írcul.o :de fuego ,Se IimitC:In en su mayor pcufe y por largo rato, a ambular de aquí a allá y a desandar lo que han dejado atrás en su carre– ra No. tienen voluntad o han perdido la erectibilidad de la misma. Tampoco puede saberse nada definitivo
Comienzan.,
l] ,citl::ular ,noficias n;1uy alarmcmfes. -.Se ha–
cen .(11 ,vui;!lo c(ilculos tremelldos: com.o decir mil, m~er
tos. Números redondos. No es para :menos .~Ia catás– trofe.
T~IBUTO DE SANGllE Y LAGRIMAS
1;40 comenzado lo que llaman obra d.e salvamento. Algunos espíritus han logrado serenarse. Hay comer– ciantes haciendo esfuerzos inapreciables ppra salvar al– go, siqu.iera documentos, libros, dinero. : Unos lo consi– guen, otro$ tienen qu~ contentarse con PQCO y,la mayor parte con haber so:lido con s610 Una cosa: Id; vida_.. El incendio c;o~tinúa voraz, at~rrador. No hQY remedio: Ma– nagua quedare. en cenizas.
Ya se ven grupos de gente q~e e~trae cadáveres y heridos de las .ruinas antes que llegue el fuego. No hay control. Los camiones o ambulancias se Henal) de esta lacerante carga humanQ Unos a los hospitales improvisados, al Campo de Marte, 10$ otros al cemen– terio.. La c0'1fusi6n del momento, lo inesperado del desastre, hacen que todo, al principio, marche en desor– dGn. Se necesita ser lo más rápido posible. Los cadá– veres son a~roiados como cualquier cosa, como un dur– miente, por eiemplo Se forman cerros, hileras, san– grantes, multicolores por la variedad de las telas que llevan los despojos No bastan los sepultureros, que no .son pocos: cien, doscientos, trescientos, cuatrocientos en los fosos.
Faltan, faltan muchos más y en una misma sepul– tura, a un mismo niv~l, en la misma tierra, se confun– den ricos y pobres, hombres y muieres, niños y ancianos La muerte ha puesto harem en Managua El cemente– rio sigue hambriento de cadáveres y los camiones y ambulancias no ceson de transportar su "carga", man– chcmdo, al pasar, con regueros de sangre, el pavimento ele 105 calles.
En los Mercados el fuego no ha permitido salvar a los golpeados, en su mayor parte. Estos han tenido que quemarse vivos. Una persona, con un brazo pren– sado enrre trozos de madera o bloques de calicanto, cualquier otro estorba, los ha detenido y tuvieron que ver llegar la llama que los consumió. Menos mal que no fue a fuego lento, pues el incendio a causa del vien– to, posaba veloz. A esa hora los Mercados eran un sofo famento que fue extinguiéndose con ef fuego, a medida que las llamas acababan con el último aliento de vida de las víctimas
Muchos cadávems saren incompletos. Otros total– mente molidos, resquebrajados. Se ven cráneos vacíos, abiertos en mitades. De toda clase. Las cabezas de
105 "'niño$ ~plastada5r hechas una torta, sin otra formo
apreciable~ Individuos vivos que muestran casi todos los huesos fracturados y que al ser levantados parecen ; $ei'~s inqrt¡ciJlado~, 6 :muñecos 'd~ tr,apo. ¿D6nde, en
qu~ resquicio del cuerpo destrozado ha quedado eSe
hálito de vida en lucha con la muerte?
Los zapadores no paran mientes en nada de esto. Al ,principio Se horrorizaban, después se fueron OCOS.
tumbrando. Con la mayor naturalidad echaban en los camiones los udesperdicios" humanos; brazos, piernas, 'cabez.as, mano.s, pies.~.. Todo. En las ruinas de los edificios se hallan cuadros horribles Gente sepultada hasta los hombros; cuerpos exprimidos, hechos una pas– ta, entre viga y viga y piedra y piedra, en las aceras, o sobre el pavimento de las vías. Gran cantidad de es– fas despoios es recogida con palas, rapando ,l]iie" el lugar donde son encontrados.
No se andQ muct1~ sin e5c",~har un lame.nto .. de en·
ire ,estas ,ruinas. ,Lo$ trQ;~~únte~ -SI) d!'!tierJ~n y ,.ex.raen víctimas y m6$ ~ \!íctim,as. ¡¡obrev¡vlent~s y m,altre4:has. L.a
ansiedad
r la Qgonía; de ..éstos no t~níq límites al olr ,el eco del incendio. 11;1 terror, ~e qu~mat5.e "ivo!
En los; sitios más. concurridos la ;mortancla.~ .,es, na– turalmente, mayor. Han muerto casi 'Qdos los: lustrado_ res que se situaban ,cer;ca ~e los Merca~Qs. 1;1105, que dondequiera 5olJ¡resalen por. $U au!=laciq., por su vivaci– dad, ,no tuvieran tiempo de huir" H~n ,que4ado haio los .pared~$, sin exhaJor ni un gemido. En los MQrC:CJ– dos son varios centenares los muertos. Se salvó la g~n
te que estaba dentro, pereci6 la que ocupaba los apar– tamentos exte,ior.es y la que cruzaba .en esos mC)mentos tales lugares. Los "ivos para sedir lo hicieron pasando sobre fas: cuerpos aun calientes de los muertos y fast-í– mando a los heridos qu:.e clamaban en vano para que los sacaran antes de que llegaran las lIarn~s ..
Bueyes y caballos, uncidos a sus respectivos ve–
hículos, han perecido también. Los grandes ojos de los pobres animales, I.acrimosos y tristes, como que dirigen una turbia y perenne mirada al infinito. No pudieron correr: les cay6 encima Una pared, un pilar, algo pare– cido y murieron. Nadie hace caso de sus cadávere.s. Se prefiere a 105 de la gente. Tendrán que hinchClrs~, que reventar y hasta que el hedor sea insoportable los arras– trarán, escoltados por moscas domésticas, zopilotes y
perros hambrientos.
¿De qué llora esa madre en media calle, a grito partido, sin miedo a nada? Busca a suhi¡o, a su pe– queño hijo que no estaba en casa, que probablemente andaba en los Mercodos, o en cualquier parte, y no aparece. ¿Lo buscará en vano? ¡Tanto chiquillo muer– to! Se ha visto a estas abnegadas muieres, remover los montones de cadáveres, examinándolos uno por uno, tratando de encontrar siquiera el horrible convencimien– to de que ha perecido el ser querido que buscan. Esta piernCf, esta mano parecen de él Aquella cabeza quezlt sea la suya. El espÍrjfu de esa gente se aferra a cualquier esperanza, por débil que sea, pero la inquietud crece más a cada momento y contagia a todas las (lImas.
El día se ha sentido largo, febril. Por fin se acer– ca la noche. Son las últimas horas de fa torde La ciudad sigue ardiendo por varios puntos. Ya hCJY no" ticia.s concretas de la catástrofe. Se mencionan nombres de muertos y heridos. Cronistas de los diarios de Ma ..
nagua curiosean, investigan, anotan. Algún día habrá periódicos. Quizá se ialve alguno de los de la capital
12
This is a SEO version of RC_1967_03_N78. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »