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el llanto de los mnos, lodo llevaba la congoja a los es– pírituso El terror subía de punto al sentirse los esfre..

mecimientos de la tierra... y al saberse que has fa las

fieras salían de los bosques, buscando los caminos y

entrando en las poblaciones cercanas". Para orientar... se y saber de donde proviene la hecatombe se destacan comisiones en lanchas, pero solo averiguan que un mar

r también enfurecido, se las traga., Se resuelve eva.. cuar la ciudgd y en una lúgubre procesión de antorchas de acote que no alcanzan a alumbrar más de dos me... tras, la población en masa se dirige a San Miguel. Unos

a pie, otros montados, seguidos por el ganado, por los

animales domésticos y hasta por las fieras salvajes y

por los pájaros que se posan sobre la caravanQ.

Los moradores de la Isla del Tigre, sin embargo, todavía mas cerca del volcán, prefieren las canoas, te– merosos de que la tierra se hunda. Aunque sea a cie– gas buscarán la costa hondureña de Nacaome. "A las siete de la mañana, favorecidos de Unos pocos minutos de una escasa luz que el Cielo nos concedió -informa a sus superiores Sim6n Rivas- se alistó lo necesario

En 1902 el Evening 8t31' de Washington publicó caricatu~

las bU11escas de los argu– mentos de los simpatizadores del Canal por Nicaragua, ba .. sándose en el peligro de los telremotos.

para la marcha", Es toda una Odisea. En un bote grande van las muieres, los mnos y unos pocos intere– ses. Lo convoyan siete u ocho canoas de pescadores, donde van los hombres con faroles. Hay que atravesar el canal que separa esla isla de la del Zacale para que sus costas sirvan de guía hasta tomar las de Na–

COGme. Y se emprende la travesía A las cuatro de la tarde el viento y la borrasca los han hecho desem– bctrcor en un islote providenciol Hacen luz pero solo

para descubrir que no están más que a unos 400 me..

tros del punto de partida y, lo que es peor aún, más enfrente del volcán. Esta vez resuelven que por lo pron– to sea una sola de las canoas la que trate de hacer el cruce, de manera que, al llegar a la otra orilla, sus ocupantes prendan luminarias para orientar a las demás canoas. Pero no se ha aleiado 200 metros cuando los tripulantes gritan que ya no ven la luz. Se les ordena regresar y "entonces dispusimos no hacer más tentati·

vas hasta ver o perecer". Rendidos por la fatiga y

abrumados por la sed tuvieron que recogerse todos en el estrecho espacio donde la lluvia de tierra azotó hasta

el amanecer del 24, cuando asomaron la luna y las es.. trellas.

La lluvia de cenizas no cesó, sin embargo, sino

hasta el día 27, en tanta que el humo y el fuego CO'l~

tinuaron hasta el 15 del mes siguiente. Al menos ya

humeante cráter del Momotombo detuvo de la época colonial en su intento de

se podía ver y respirar, después de que una sofocante polvareda lo había hecho casi imposible. Ante la vis.. ta aparecía ahora la extensa costa cubierta de arenas volcánicas, de cantidades de páiaros muertos, ratones, murciélagos y toda clase de reptiles. Islas como for– madas por encanto, lechos, donde los rios habían desa.. parecido por completo y un océano donde en 250 ki– lómetros a la redonda no dejaba ver agua y se nave..

saba -cuenta el copitón de un barco- en un mar de

pomas flotantes. Las partículas finísimas arrojadas al espacio, hasta las capas superiores de la atmósfera, producian esta vez un último fenómeno: el de las más bellas y encendidas alboradas y crepúsculos que se ob– servaron hasta en otros continentes. La erupción del Cosigüina no había sido el Día del Juicio, sin embar– go.

Si se prolongan las líneas laterales del cono trun– cado 870 metros que hoy queda, se puede restaurar la forma original de la montaña, cuando medía 3,000 me– tros de altura. Las terribles explosiones probablemente se debieron al escape de vapor de la lava líquida que se form6 en el interior, La presión conjunta del vapor

y la lava hizo explotar la roca en fragmentos

Se podría decir que el sistema nervioso del nicara– güense y el sistema volcánico de Nicaragua tienen una

raíz común en las profundas y desajustadas entrañas del istmo que bordea la cuenca del Pacífico Las hue– llas petrificadas que excavó cerca de Managua la Insti~

fudón Carnegie de Washington ¿no serán las de esa gente que se abría paso al interior entre el lorlo vol– cánico y baio un diluvio de cenizas, hace varios miles

de años? ¿No habrán sido de cuando 105 volcanes ro~

baban al océano la gran ensenada que hoy, con ínsu~

las y penínsulas, forma los IClgos de Nicaragua, o cuan~

do en turno tragaba volcanes el Pacífico, como aquellos que existieron al oeste de 8rifo, al sur de la faia por donde se tiene proyectada la salida de un nuevo canal interoceánico?

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