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DE UN PRESIDENTE LIBERAL, DESDE
lA LOMA DE TISCAPA
J. M. MONeADA
Ex Presidente de NicRlaguH
11 fcbrelO 1932 MONOGRAFIA HI5TORICA
Es un recuento sucinto de nuestl'a tormentosa historia política. Es un cuadro tene– broso y tI'iste, donde, con excepción de ciertos intervalos luminosos, todo lo oscurece el hu– mo del combate y el vaho de la sangre.
El Gral. Moncada recuerda todo esto para hacernos un llamamiento a la conciencia; quiso él que los dos partidos se entendiesen y arreglasen una manera de vivir en paz, rivali– zando solamente para engrandecer a la patria común.
El GenCl'al Moncada condena la pasión partidaria que finca todo su anhelo en la des– trucción del adversario. "Si alguna vez como Gobernante -dice- he caído en la necesidad de ordenar una pl'isión, lo hago por el convencimiento de que alguno o algunos pretenden trastornar el orden público, pero no someto a nadie a tortul'as ni a violencias impropias de mi alma".
En justicia debemos agregar que es muy cierto lo que afirma: que a nadie sometió a tOl'turas ni a violencias. En esto fue fiel al programa de la revolución de 1909, que proscribió e1el gobierno la enema y el vel'gajo infamatorios.
Su desapasionamiento por tos dos pal'tidos nacionales, garantizaba la sincerídad de sus propósitos. El no buscaba, porque nunca buscó, que uno de los bandos dominara hasta exterminar al contrario.
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Narremos en síntesis los hechos principales que for–
iaron el criterio e idosincracia de los nicaragüenses.
Una tempestad que en aguas del Atlántico obligó
a Co16" a buscar refugio en el Cabo Gracias a Dios determinó el descubrimiento del Océano Pacífico, glo– riosamente llevado a término por Vasco Núñez de Bal–
boo. Consecuencia trágica de esta hazaña inmortal fue
la muerte del insigne navegante en el cadalso, por en– vidia de su grandeza~
La conquista se extendió entonces a las costas de
Centro América. Desembarca Francisco Hernández de Córdoba en Orotina, Costa Rica~ Pasa a Nicaragua Penetra en los dominios del cacique Nicaragua (hoy Rivas). De allí toma su nombre toda la provincia.
Hernández de Córdoba establece después la ciudad
de Granada, en las riberas del CodbolctJ, penetra en el interior, por las márgenes del Lago Xolotlán y funda la
ciudad de león.
En el camino se encuentra con tres caciques céle– bres, Nicarao, Diriangén y Tenderí, inteligentes y pa– triotas
Gobernaba en el Darién o Panamá, Pedrarias Dá–
vilo, émulo de Núñez de Balboa, el que envió a éste al
cadalso. Oyá hablar de 'as riquezas de Nicaragua y
vino a nuestra patria y sacrificó por rivalidad a Hernán–
dez de Córdoba, hombre de rara intrepidez.
También supo de nuestras riquezas el descubridor de México, Hernán Cortés, y envió una expedición al
mando de Crislóbal de Olid. Este muere asesinado en
la tienda de otro capitán español que le ofreció hospi– talidad, un lugartenien'e de Pedrerias Dávila
Por estos días Costa Rica, Nicaragua, Honduras y
Guatemala se hallaban más o menos en manos de los conquistadores, y desfilan desde entonces, en nuestra historia política y social, gobernadores, obispos y capi– tanes que amanecían este día o el otro colocados en las plazas públicas o en los caminos reales Entran en el torbellino pavoroso los hermanos Contreras, precursores
de la independencia.
Son distribuidos en encomienda los indios aboríge~
nes. Llevan las cargas de los conquistadores con una cadena al cuello. Cuando se cansaban, para economi–
zar la cadena, se les cortaba la cabeza. Los indios padecían muerte de cruz y los conquistadores también Cuando recordamos esta triste hi:;tcria, cerramos los ojos y caemos en sueño profundo, para olvidar, pero
de'I,.rlamos CJI influjo de terrible pesadilla.
Nos vemos rodeados de intensa oscuridad, en me–
dio de alguna que otra aurora boreal
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Aparece como puro aurora el 1821, un nuevo pe–
ríodo de nuestra historia, con nueva faz, la rivalidad entre Oriente y Occidente, no obstante de que sus po~
blaciones principales habían sido fundadas por Her– nández de Córdoba y circulaba en 5US venas la misma sangre de los conquistadores españoles.
Nacen y vivan los Ordóñez, tos Cerda y Argüenos,
105 Fonsecas y Malespines y todos se consagran al mis– mo cruento sacrificio, el de los propios hermanos, Epi– sodio tristísimo de nuestra vida política es el de Cerda
y Argüello, Jefe y Vice-jefe de Nicaragua, respectiva–
mente. Eran íntimos amigos, subieron juntos al poder y se declararon enseguida sangrienta guerra
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