Page 75 - RC_1967_03_N78

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un año antes que ya, yal pasar a los estudios de abo– gacía en la Escuela de Derecho, ya me llevaba un año de ai]tJcippci6n. Pero aunque el grupo de mis íntimos de 1(1 EsciJela era ya otro, una círcunstancía vino a restituir nuestra primera amistad del instituto. Esa circunstancia fue la de que, contando con todos nues– tros mejores compañeros de la Escuela, cualquiera que fuera el año en que estuvieran, establecimos la Socie– dad El Derecho, muerta desde el tiempo (variós años antes) en que la dirección de su revista estuvo o cargo de José Rodr,íguez Cerno los sucesos políticos de la época le habian dado el tiro de gracia, pues fue el tiempo de lo revolución que organizaron contra Estra– do Cabrero en El Salvador los generales Salvador To– ledo y Jesé Montúfar Uno de sus principales jefes y victim,as fue Marciano Castillo, que había estudiado en nuestra Escuela de Derecho y había sido, con Ro– dríguez Cema, un brillante redactor de aquello revista Esto vez fuí nombrado redactor, con Adrián como ad– ministrador Pero él era un excelente redactor, y

pronto nuestro revisto lució numerosos artículos escri~

tos por él. Uno de ellos, llamado "PSIQUIS SIN VELO" mereció la atención de Rodríguez Cerna, que en aquella época había llegado o director de la Repú– blica, un diario que gozaba de grandes preStigias des– de el ,tiempo en que le hacía valiente oposición al Pre– sidente Reyna Eiarrios, y cuyo propietario eri1 el licen– ciado· Marcial García Salas Rodr,iguez Cerno hizo la presentaci6n 01 público de aquel nuevo escritor lla– mado Adri,án Recinos, que aparecía en la. nueva re– vista de los estudiantes de derecho, y que con aquel artículo Se perfilaba como gran escritor de ideaS nue– vas Y prtlfundas, llamado q descollar y elev9rse pronto a los primeros rangOs de nuestra literatura. '. j Buen profeta fue Rodriguez Cerna!

la revistó, que era mensual, pudo sostenerse un año, graciós a que con Adrián salíómos o, procurarle anuncios entre las casaS comerciales. Recuerdo una anécdota patética o que tuvimos que asistir andando en esos menesteres Al llegar ti El Ahorró Mutuo, que quedaba frente o la Iglesia del Carmen, en lo esquino de lo 10 9 calle oriente que daba frente 01 Sun– tuoso almacén de Kosak, él gerente que nos atendió y que era un hombre ya muy anciano, de apellido Mc. Nider, inglés que había venido o Guatemala muy jo– ven y había puesto lo primero Ií'nea cablegráfico que hubo eh el puerto de San José, se echó a llorar repen– tinamente Adrián y yo nos quedamos estupefac– tos, sin saber que partido tomar. EntonéE" el anciano nos explic6 su cuita' acababá de morir en Inglaterra su hijo mayor, que tendría nuestra mismo edad Nosotros, con nuestra presencia y la explicación del asunto que nos llevaba, se lo habíámos resucitado' en una actividad cultural igualmente patriótica habría muerto aquel hijo adorado. lo dejamos transido con su pena y aceptamos su ruego de que fuéramos de cuando en cuando a visitarlo Ella, después de ha– bernos dicho que desde luego tuviéramos por suscritor al Ahorro Mutuo, con la suma de cien peSos mensua– les Cien pesos, que en aquel entOnces apenas seiían dos dólares y medio de hoy, pero que represntabon un Cápitol en nuestras ándanzas editoriales, pues la vida era tan barato como fa siguiente: una vez entra-

mas a comer 01 Gran Hotel, (que estaba donde hoyes el ICA, o Instituto Guatemalteco-Americano) el cual no sólo tenía una buena cocina sino la mejor bodega de Guatemala. Eramos tres amigos, comip1os de lo lindo, bebimos de lo mejor y pagamos con un "cama– rón" o billete de a cien pesos del Banco de Occidente, o sea dos dólares y medio de hoy, , y todavla nos die– ron diez pesos vueltos, que se (os dejamos d,e magnífi-ca propia al camarero .

Adrián fue siempre un estudiante tra"quilo, que no se metía a huelgas ni quehaceres en que tuviera que ver lo político. En cambio, paro los mps tímidos

de nosotros era un admirable "órgano de .consulta"

Recuerdo que un día mi grupo, que era el revoltoso de la familia, el que hacía las huelgas( m~tía en la pilo a los estudiantes que adulaban 01 gobierno, etcé–

tera, tenía entre manos no recuerdo qué negocio de

aquellos que, según el ambiente político, seguramente da ..ía con nuestros huesos en lo cárcel (la que yo había probado desde que tenía trece años y continué "sabo– reando' mientras fui estudiante). A solicitud de mi gran amigo y compañero desde el instituto, José Palo– mo Castell, que tenía rozones familiares de gran peso poro no meterse en líos políticos, fuimos a consultor con Adrián sobre lo conveniencia o inconveniencia de llevar o cabo nuestros propósitos estudiantiles Adrián, después de meditar, nos aconsej6 que no siguiéramos adelante en nuestro empeño Y entonces José, sin poder ocultar su júbilo, exclamó -j Si por eso me gusta a mí tanto hablar con Adriancito!

El destino nos tenía deparada una aún más grande e íntima amistad cuando Adrián, ya recibido de abogado, entró o desempeñar el puesto de oficial mayor en el Ministerio de Relaciones, y yo el de Direc– tor del Diario de Centro América en el segundo semes– tre de 1910. El cómo me ví obligádo o aceptar ese puesto, casi a lo fuerza, será objeto de uno de mis libros póstumos, que dejo paro las generaqiones que nos sucedan Sólo diré por ahora que, coma lo expli– ca mi eterno jefe de redacción, el ingeniero Juan Arzú Batres, fallecido hoce yo largo tiempo, en uno de sus editoriales en que comentó mi labor en el diario, cuan– do él o su vez llegó de directar, el 2 de agosto de 1923, mi primero preocupación fue lo de hacerme del mejor cuerpo de redactores y de poqarles muy bien Rodrí– guez Cerna, Fernando Cruz, Pancho Fernández Hall . Adrián, naturalmente, figuraba en la primera línea. Allí le publicarnos su precioso "Monografía de Hue– huetenango". Recibía más sueldo, por parte del dia– rio, que en su empleo del gobierno Esto innovación (que lo era muy grande para su tiempo y aun no ha entrado de moda en todos nuestros diarios actuales) fue uno de las rozones de la rápida transformación del diario Recinos, 01 salir de su clase diaria de Filosofía en Belén, posaba un roto 01 diario, lIevánda siempre alguno primica literario de primer orden Y debo recordar, con gusto y orgullo, que él era el único que podía continuar y concluir un artículo empezado por mí, yola inverso yo el único que podía hacer lo mis– mo con uno suyo Pero tal compenetración mental no es cosa de sorprender· venía de nuestras comunes maestras, las toscos tarimas del instituto, y de nues– tras comunes vicisitudl1s en la dura política parque

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