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para comunicarme que si resultaba cierto lo de lo pre– sunto reelección me p¡mdría inmediatamente un cable poro que me viniera en el acto Me marché o Wash– ington y con lo consiguiente ansiedad estuve esperan– do el cable, que nunca llegó. A mi regreso, Id pri– mero que hice fue buscar o Adrión en demando de noticias, pero me dijo que yo no había habido lugar o la compaña contra lo reelección (que desde luego él pensaba iniciar) por haber desistido el presidente de

su intento Yo me alegré muchísimo porque, en ver–

dad le tenía mucho afecto 01 general Ore llana, no sólo por las distinciones con que me trató mientras fue Jefe del Estado Mayor del Presidente Estrado Cabrero, sino porque lo había conocido y trotado desde muchos años antes, cuando era mi director en el Instituto Nacional

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A lo muerte repentino del general Orellano fue sustituido por el primer designado, gene. 01 Chacón. Muchos liberales, descontentos de esto substitución, hubiéramos querido que Recinos tomara lo presiden– cia Pero, ¿quién hasta ahora ha sido el temerario que le hoyo puesto el cascabel 01 gota? Recinos fue inmediatamente nombrado Ministro en Washington, y allá me lo encontré cuando el general Chacón tuvo lo humorado de sacarme del país por haber evitado la guerra entre Guatemala y Honduras, que porecia emi– nente, cuando lo disputo de límites y haber hecho yo una fracesita poro las compañías norteamericanos fru– teras que eran los verdaderas causantes de esa guerra Yo era el Ministro de Guatemala en Honduras y como tal descubri, el origen maquiavélico de ésta, que no ero otro sino el de la rivalidad o muerte entre las dos po– derosos compañías norteamericanos de aquello época, la Cumayel Fruit Company y la United Y así lo pro– clamé o todos los vientos "No se troto de uno guerra de hermanos sino de bananos". Lo frasecita sonó mol en los oidos de los compañías, y por repercusión en los oídos del general Chacón, que naturalmente se había gastado dos millones de dólares preparándose poro esa guerra "de límites" y preparando al pueblo para creer en ella De suerte que para él era muy duro admitir mi tesis, y aunque convencido como estaba, de que ello representaba la verdad meridiana, prefirió dejarse arrastrdr por el dícho de lo prensa vendída o esos com" pafÍías y el disgusto que mi tesis causó o éstos

Al vernos en Estados Unidos, Adrián me reprochá

socarronamente IJPero ¿a quién se le ocurre, siendo

diplomático, llevarle la contra 01 gobierno?" A lo que yo le repliqué "A un diplomático que quiero más , o su patria que a su gobierno' Los dos nos echamos a reír, pues él opinaba como yo y los dos sabíamos que en mi coso hubiera él hecho lo mismo .

Ocurrió, a fines de 1930, el golpe militar del otro general Orellana, don Manuel, contra Baudilío Palmo, e! segundo designado del general Chacón que quiso posponer al primero, el general Mauro de León Y como el que más aspiraba a la presidencia definitiva era el general Ubico, y contaba con toda la simpatía

del Ministro Americano Mr. Whitehouse y con los vo– tos del partido "Progresista", (que O esos fechas se había vuelto formidable) yo trabajé franca y decidida– mente por lo candidatura de Recinos, que siendo Mi– nistro en Washington era el único que en ese delicado punto de Jo amistad con Estados Unidos podía hacerle contrapeso o Ubico. Este, sabedor de mis trabajos, me mandó ofrecer por medio de su fiel amigo y s.ervi– dar Alfredo Demby 30 000 dálares paJa que dejara mi puesto de secretario general de la presidencia, que

me mantenía en diario e íntimo contacto con el presi–

dente Orellana Rechazando desde luego tal pro– puesta, le mandé recordar 01 general que cuando ha– bíamos hablado en casa de las señoritas Espinosa (las inolvidables Anita y Taya, del colegio Centroamerica– no) yo, como presidente que era de la alianza de los tres sectores liberales, le había ofrecido trabajar no por él sino por el liberal que tuviera en ese momento más probabilidades de triunfar Que en eso estaba,

y que si Recino no venío, me tocaría todavía escoger

entre él (Ubico) y Alvarado Tello

Tras muchos cablegramas de ido y vuelto (torea en que me ayudó José Antonio Palomo, pariente y par– tidario de Recinos y quien hacía cabezo en el Ministe– rio de Relaciones en defectos del ministro Alfredo 5kinner I<lée) Recinos renunció o venir en visto de las amenazas de toda clase, con que los partidarios de Ubico trataban de disuadirlo de querér entrar en com– petencia con éste, a cuyo favor estaba todo hecho Además, Ubico tuvo el tino de asegurarle el puesto de Embajador en Washington, que desempeñaba, por to– do el tiempo que él gobernara, con la cual Recinos se sintiá o cubierto de una posible expatriacián. Oferto que Ubico cumplió 01 pie de la letra. Yo deseaba que Recino fuera el presidente más que nada porque cono– ciéndolo como lo conocía, estaba seguro de que jamás

intentaría reelegirse, reelección que era mi gran temor

y que fue efectivamente la causa determinante de la caida de Ubico

Cuando a su caído vino el doctor Arévalo y lanzá su candidatura buen cuidado tuve de escribirle a Reci– nos que desgraciadamente yo era tarde para él y que su hora había posado No obstante, vino y luchó con toda valentía, disputándole o Arévalo palmo a palmo el triunfo

Cuando Arévalo subió a lo presidencia, Recinos, con otros liberales distinguidos, fue expatriado; pero yo desde Chile le escribí al presidente, quien tuvo lo bondad de acceder a mi ruego y a los pocos meses

canceló la expatriación, Que Recinos, como siempre,

había aprovechado admirablemente, pues en México se dedicó a hacer lo difícil traducción 01 español de la voluminosa obro (cerca de 600 póginas) del gran 010–

yista Morley "Lo Civilización Maya" (así como an– tes, en 1936, había hecho la de lo "Guía de los Ruinas de Quiriguá, del mismo) y O estudiar día y noche en los archivos y bibliotecas de México los datos indispen– sables para completar dos de sus próximas y magnífi– cas obras "Don Pedro de Alvarado y "Doña Leonor de Alvarado" que no sálo contienen tantos nuevos y

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