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dudas serias acreca de su razón de ser o de la conve– niencia de su transformación radical Esta conside– ración ampliada a todos los ministerios de América Latina, llevó al P. Janssens a afirmar categóricamente.

l/Se muy bien que más de una vez os atormento cuan–

do parece que impongo nuevo peso a hombres ya en demasíd sobrecargados; tomad las obras ya comen– zadas, no como si tuvíésemos la obligación de seguir

conservándolas todas, antes bien, analizad con otros ojos, como si ahora por primera vez se tratase de es–

tablecer la provincia desde sus cimientos, lo que tenéis y lo que todavía no tenéis Abandonad con fortalezC' lo que es de menor importancia, emprended lo que de veras la tiene mayor" Una plena integre– ción en la vida cotidiena de esta auténtica escala mo· rol de valores, pesa día a día sobre la responsabilided personal de cada uno de los NN y la apremia. Los Provinciales, por su parte, utilicen todos los elementos

de información y juicio a su alcance, entre los cuales

juega papel preeminente el CLAClAS, por la misma naturaleza del asunto.

Por lo demás evidentemente la Compañía está al servicio de Jesucristo, que ame a todos, con preferen– cia a los pobres, nuestro esfuerzo y deseo ilimitado porque se instaure un orden social justo y conforme 01 Evangelio, no nos permite tomar partído con uno u otro bando litigante, como tal, nosotros somos parti– darios exclusivamente de la verdad, de la justicia, de la equidad, del amor, y a sus leyes nos atenemos. Hemos de evitar el ser hirientes, ásperos, demagogos,

pero no vamos a extrañarnos si "la verdad no gusta a todos" Delicados sí, pero firmes, sin respeto

humano, ésa es nuestra posturo ante la verdad, que ciertamente desagradará a más de uno y posiblemente repercutirá en algunas de nuestras actuales relaciones Con los más poderosos. Nuestra roca y nuestro fuer– te es sólo el Señor, por cuyo amor nos empeñamos en cooperar por un mundo mejor que el que hemo. recibido Naturalmente una postura y una doctrina tan decisivas exigen la confirmación y el respaldo de una vida dura y virilmente austera, como Cristo pobre. Todo otro estilo de vida y trabajo por le justicia social resultará vaclo.

Respecto a las clases de los más acomodados V

afortunados nos hemos de preguntar con el P Jans

sens si nuestros alumnos y conocidos "no han recibidc

de nosotros confirmación de los prejuicios de clase que acaso traían de sus familias" Obviamente el amor de Jesucristo y del prójimo no nos deja desen. tendernos de ellos, al contrario, pero sí hemos de in– terrogarnos si nuestro trato "llega a abrir brecha en

los ricos" provocándoles Huna decisión constante de

extirpar de raíz la enorme desigualdad de las condi·

ciones humanas". Y recuérdese aqul que no se satisface a la justicia social meramente Con la cohce– sión de esporádicas limosnas ni con tranquilizant~s

mejoras de salarios La verdadera reforma sodal tiende a dar a cdda uno ocasión de realizar la perfec_ ción y plehitud de su persona humana, ejercitando su responsabilidad y su iniciativa. Es injusto un orden social que no hace posible el ejercicio de la propia ini– ciativa y responsabilidad, conforme a la dignidad hu– mana, aunque este orden social fuera tal que asegu–

rase una retribución monetaria justa y equitativa en

sí Ni se crea que los clases más poderosas hoy han de ser los agentes más principales de la transfor–

mación social, principales agentes de una reestruc–

turación radical más justa no lo han sido nunca, ni apenas lo pueden ser por sí solos más que en casos aislados El remodelar la sociedad de una manera más justa, equitativa y humana, afecta más honda– mente que a nadie a los pobres, a los aberras, a los

campesinos, al conjunto de clqses sociafes~ que se en–

cuentran forzadamente mantenidas al margen de la sociedad, sin posibilidad de disfrutar adecuadamente de sus bienes y servicios y sin posibilidad de participar

en sus decisiones, decisiones que, precisamente en

cuanto afectan más directamente los intereses de los pobres y menospreciados, no deberfan ser tomadas sin su presencia activa Nadie debe sustituirlos en

las decisiones básicas sobre sus propios intereses, ni

siquiera con la excusa de hacerlo mejor que ellos mis– mos Aconsejarles, formarles, orientarles, especial– mente a sus líderes, sí, suplantarles y decidir por ellos

sin su expreso consentimiento, no Esta suplantación

-siempre a salvo la intervención del Estado conforme al bien común-no armoniza con la justicia social cristiana En última instancia la nueva sociedad que anhelamos, no es meramente una sociedad en la que cada individuo posea sencillamente más bienes y más

servicios, sino una sociedad en lo que cado individuo consiga realizarse más y más como persona humana

y en ese sentido no sólo tenga más, sino que sea

más.

y ya no me resta sino bendecir de corazón a todos los NN que han entregado sus energías y las siguen gastando por esta gran causa de la justicia so– cial. Espero que, si la Compañía en América Latina y en todo el mundo reacciona por amor al prójimo y se lanza hacia la realización de un orden social más justo y equitativo, tanto en el reparto de los bienes, como en la participación responsable en la vida social, económica y política, Dios Nuestro Señor perdonará

misericordiosamente nuestras omisiones y nuestros po–

sibles escándalos Porque la caridad cubre muche– dumbre de pecadas.

Roma, diciembre 12 de 1966.

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