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maíz¡ café

l

azúcar¡ jab6n y lo repartía entre los nece– sitadas

Can [as guerras y disturbios políticos, varias fa– milias de Granada habían venido a menos y hasta padecían pobreza, eran pobres vergonzantes que, ha~

biendo sido antes ricos, no se atrevían a mendigar Mamá E[ena con su fino sentido social y psico[ágico, entendía el oo[oroso drama que se desarro[laba en e[ interior de esas familias, y procuró suavizar y aun re– mediar delicadamente su extremada pobreza sin que tuviesen que ir a menedigar

Procuró encontrarles trabajos honrosos y puestos lucrativos para que rehicieran su fortuna arruinada

i Cuántas familias le deben la solución de sus prob[e– mas económicos con el dinero en efectivo que les pro– porcionó! j Cuántas niñas, que no podían sufragm los gastos de una educación correspondiente a su fa– milia, hicieron sus estudios gracias a la discreta ayuda económica que les proporcionó Mamá Elena, sin dejar traslucir dicho ayuda

Era muy frecuente verla caminar por las ca[les de Granada con un gran bolsón, lleno de cosas de co– mer que lIevClbo a la gente necesitada A veces de– jaba lo mejor de la comida que en casa le hobían pre– parado pma llevárselo a algún enfermo que necesitaba algCIn olimento más exquisito que el que le podío pro– porcionar su pobl e familio

Hacía la limosna a veces con un sentido muy inteligente y humano Oigamos cómo nos cuenta su sobrina Julia un caso que ella misma presenció l/Una señora a quien el reumatismo había paralizado sus piernas y manos, estaba imposibilitada de servirse a sí misma, pues bien, ello temprano le lIevabn el café, se lo daba y hosto dejarla vestida y peinada, arregla– da la casita, la sentaba en un butaca y le ponía arre– glauo, am cerca¡ azúcar, pinol, etc, jabón cortado, todo pesado y empacado pOi a poder venderse y oún dinero en menudo para que los compradores pudiesen tomar el vuelto, esto [o hacía para propOl cionarle el placer de sentirse útil aún en la vida, además que con esto se distraía con las idas y venidas de los Lompra– dores A medio día, [legaba a darle el almuerzo y por la tarde le llevaba la cena Yo le decía Mama Eleno, ¿por qué tánto trabajo?

Ella me contestaba "Si se queda sola, se sen-tirá muy tliste pobrecita Así se entretiene en la venta/l

En otra ocasión, un familiar, habiéndola encon– trado caminando a pie, como siempre, cargada de pa– quetes, lejos de casal le ofreció con insistencia un coche par a que la llevara donde quisiera, ella, sonrien– do y tendiéndole la mano, le dijo "Bueno, dame el dinero que le pagarías al cochero, lo llevaré a la cosa donde voy y así ayudarás a suavizar tantas necesida– des corno padece esa pobre gentel/

En tiempo de carestía de víveres y medicinas, compraba ella graneles cantidades para poder reme– diar lo falta de alimentos de que sufría lo gente pobre que no podía conseguirlos por el elevado pr ocio en que se vendían en el mercado público

Pero no se contentaba con ejercitar ella sola la misericordia, quería que sus sobrinos y sobrinas hicie– sen lo mismo, que aprendiesen a amar a Dios y al

pr6jimo, órnór eh que se cifra todo ia ley del Señor Quería que ejercitasen la ayuda al necesitado, no co– rno una obligación¡ sino más bien como un favol que les concedía el Señor

En el desClyuno nos 1 ecordaba con Frecuencia (cuetlten sus sobrinos) que podríamos sacrificar algo

de ml1ntequillo, de dulce o de queso, diciéndonos l/Cuántos niños pobres sel ían felices con algo de lo

que a nOS01,05 nos sobra Es un premio el poder lle– var p~rsonalJnente Estos pequeños obsequios, siemple

b¡211 C1l reglados¡ y sentir el goce de darl/

Si hemos de tener caridad y amor para con los de fuera, mayOl [a hemos de tener pOi a con los de la pi opio casa Así nos [o dice en Apóstol San Pablo l/Si algún fiel no cuido de sus domésticos, es peor que un infiel

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Doña Elena ero solícita del bien de sus domésticos

Su sobrina Julia, dice l/Después de comer la fa–

miliG, mientlas comían los sllvientas, me hacía leerles e[ Aiío Cristiano o algCln otro libro piadoso, procurando que fuese interesante, mientras tanto ella cosía la in· terminClble tarea de vestir a los pobres Por la noche, en el rezo del Santo Rosario, la familia y los silvientes reunidos, touos tenícll1 que estm presentes ll

Atiende a los Apestados -Este amor a los pobl es uf[igidos, llegó a veces hasta el heroísmo Un testigo ocular don Francisco Vigil, nos dice l/Doña Elena, con hechos positivos¡ demostró su grande amor al prójimo ---pobres, afligid.os y enfermos- de manera inequí– voco Cuartelo CIt 1892 azotó a Grcll1ada la peste de

la vil uela negra, comúnmente llamado " a lfombríd¡

ESta enfermedad hizo gran núnlero de víctimas La Municipolidad de GrClnado or denó reunir a todos los "tacados en un solo local, el cual estaba cerca del Cementer io de la Ciudad A este local de enfermos, dieron el nornbre de I/Lazareto"¡ y nombraron una Di–

rectal a y varias ayudantas enfermeras, pero nadie qui– so aceptOl ton arriesgado cargo por temor a la viruela, al contagio de la terrible viruela Ante la dificultad

d~ encontrar r¡uienes quisieran fOI mar el personal que se requeríu paro que atendiesen a los enfermos¡ se presentó a acepta el nombramiento de Dirctora del l/Lazareto" la bondadoso y cm itativa Doña Elena,

quieil así, daba testimonio elocuente de su amor a

Dios, al llevar su abnegación hasta aceptar de previo

el posible contagio, que bien podría significar su muer– te Doña Elena llevó consigo e[ personal que se re– quería, entre otlOS a su sobrino Narciso Sequeiro,

quien más tarde entró en el Instituto Salesiano, poro atender a {os atacados por {a peste, hacer la limpieza eJe[ local y olros necesOlios menesteres Allí el dolor y la cal idcld se dieron cita para luchar desesperada– mente E[ dolor pr etendía consumar su obra de des– trucción, motando a los enfermos, mientras la segun~

do, [a caridad, luchaba diligentemente y sin descanso por rescatarlos de la muelte

En cierta ocasión veníamos de una finca mi pa– dre y yo, 01 pasar por el "Lazaretol/, serían corno las seis y media y ya caían las sombl as de la noche, cUan~

do oímos voces que partían de un hombre a caballo que decía ll/¡ Elena, Elena !" Se abt ió la ventana y opa¡ eció Daño Elena con la cab8za atada con un pa– ñuelo blanco y una lámpara en la mano, y contestó,

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