This is a SEO version of RC_1967_07_N82. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »Mientras no se ~emuestre lo conhario, todo induce a pen~
sctr que la mayor parte de 1(1 tierra nicaragüense en las zonas pobladas -aparte la de los indios- perteneció
ct los hacendados particulares, quienes, con sus colonos, vivían más en ellas que en las ciudades Estas mismas, como ya se ha indicado, eran a modo de mercados y centros de convergencia rural, donde confluía la vida de las haciendas y huertas más o menos próximas. Aun más que focos de vida propia, las ciudades coloniales eran plazas abiertas a las actividades comunales de toda una región, ya diariamente par el trófico ordinrio, yo en ocasiones solemnes del cafendario litúrgico, para las fiestas populares, en que lo religioso y lo profano se confundían en una misma exaltación colectiva La
fiestc:~ era la cúspide y, en un cierto sentido, como la mota, de Ja vida sodal en la colonia No de la vida personal, como es lo usual ahora, pero sí de la comu– nal. Lo mismo en ésto que en su economía agraria, la (olonia estaba más cerca de 105 culturas aborígenes
y las del mundo (tntiguo, que de la actualidad No
hay que cansarse de recordar que estaba aún vivo en elfa 01 sentido de comunidad, casi desconocido en el mundo moderno. Toda su cultura se orientaba, puede
decitse, hada fa fieste' camuno), y éskl tenía un estilo
predominantemente campesino, originado en las hacien.. das
La fiesta nicaragüense era un despliegue urbano de la vida en el campo tticaragücl1se. Aun quedan restos cle aquellas costumbres -ya bastante vacíos de senti–
do-- el1 las fiestas patronales cle algunos ciudades mo–
dernizadas Lo uTraída del santo" pena la festividad
de S(jl1to Domingo en NÍi:aragua, o el tope de los toros del 15 de Agosto en Granada, probablemente tienen su oligen en las tropillas tIe hacendados con sus campis.. tos y colonos que llegaban a caballo ele las haciendas a
la ciudad para fa fiesta Las corridas de foros perdie.. ron su significación española de lidia para transformar–
se en los 1 ústicos juegos de 105 vaqueros y sus ayudan
M
tes que sortel"1bon con sus chamarras a Jos novillos en
los cOlrales de las haciendas y luego los lazaban para montalios No es menos campesino el escenario de 1(1
Semana Stmta, ton sus huertos de palmas verdes, a ma–
nera de ranchos recién consh uídos, colmados de corozos
y de zartas de flores y frutas La misma atmósfera campestre tenía hasta hace poco el dít:1 de San Juan, donde a la par de las inditas vestidas con sus traies tradicionales -como representantes de su razCl- los <ut';eros mestizos ;ugabcm a darse de paJos con sus ga– rrotes en el baile de la Yegüita. Casi todas las fiestas religiosas del pueblo recuerdan, no solamente el sentido rural de las (elebrac:iones urbanas, sino ante todo la vida en las haciendas coloniales. Nicaragua no fue otra cosa, en realidad, durante la colonia, que un conjunto de haciendas que daban vida a unas pocas ciudades, villas y aldeas, y toda la vida de la provincia era de esti~
lo campesino (un recatados pujos de hidalguía. Más que la musica de las marimbas, que los indios adopta– ron de Jos negros, Ja música nicaragüense que ha lle– gado sonando desde el pasado colonial hasta el pre– sente, parece ser la de las guitarras campesinas, que los mestizos recibieron de los españoles y les sirvieron a ma– ravilla para acompañar sus canciones vernáculas en las noches del cómpo. La marimba apelaba más a los in~
dios por ser, si duda, más primitiva aún que la guitarra, más comunal o más tribal, un instrumento propio para
22
tnorcar el ritmo en las danzas de la tribu En cambio la guitarra, aunque amiga del corro, animadora del Con– vivio y no flOCO sociable, es ya también un instrumento
musical más individualista, más personal, mucho más apropiado para cantar un solo y expresar mejor las an– sias individuales del mestizo y del criollo. No es extroM
ño que fuera la gran compañera del hombre del campo En los quietos atardeceres y noches soñolientas ,en las cocinas de las haciendas nunca del todo desamparadas, nació tal vez lo más nicaragüenses de la cultura popu– lor de Nicaragua. Se podría decir que la esencia mes~
tizCl de es fe país esf6 representada por esfe triple símbo– lo: un corro de cc1mpesinos, una guitarra y una cocina
Una rueda de hombres hablando -mientras escuchan
las mujeres un poco al lado, como esperando- narran– do historias o contando cuentos, comentando las ocu– rrencias del contorno y desmenuzando los pareceres un poco en sorna, tlasmitiendo indirectamente ulla manera de ver la vida y las COSt:iS del mundo, eso pudiera re– presentar la tradición oral nicaragüense La guitarra simboliza el lirismo que nunca falta, aunque se encuen– ire soterrado, en la gente mestiza de Nicaragua y que alcanza su cumbie univ(Hsal en Darío. La cocina re–
veja, como veremos en seguida, el Jado más terrestre
y suculento de la vida popular, clue ha dado a NicCl– ragua -y especialmente en la colonia- su aire conten– to y comilón de bodas de Cttlnacho, nunca del todo cle~
saparecido a pesar de las miserias y quebrantos sufridos
1'0' el pueblo
Detrás de símbolos como esos, lo que se encuentra son las veidaderas realidades elementales. En las ha–
ciendas brotaron, parece indudable, los más ricos mcma~
deros de lo puramente nicaragüense Del mestizaje
((t–
dol y culiural formado en ellas, más que del mestizaje sin arr(ligo, posó lo nicttragüense -en cuanto se dis– tingue de lo espclñof y de lo indígei1a~ a fas ciud(Jdes de españoles y aun ti los mismos pueblos de indios. La hacienda no sólo influía en las poblaciones ya existentás
sino que ciaba origen a nuevas pobladones Ya se ha indicado atrús, cómo la ubundancia de vida acumulada en las haciendas de algunas regiones daba lugar al es– tablecimiento de pueblos y ciudades La más importan– te de éstas en Nicaragua fue la de Rivas, que en el siglo XVIII obtuvo el título de Villa de la Purísima Concepción do Niccuogua de Rivas, y después de la independencia,
el de ciudad. Pero empezó a nacer en 1607 cuando los hacendados de la comarca recibieron autorización del obispo para fundar ona parroquia uLa erección de la nueva parroquia -dice en su Historia de Nicaragua don Tomás Ayón- tenía, pues, por obieto el estableci– miento de una ciudad formal, a cuyo progreso habría de contribuir poderosamente la fertilidad de los terrenos
y abundancia del cacao, que ya ero por entonces uno de los más importantes ramos de la riqueza nacional" lo
que esto significa es que la afluencia de vida rural en el Valle de Nicaragua, tendía a crear primero un núdeo religioso para desarrollar en torno a éste una mayor y
más comple;a convivencia social. I.a oposición de Jas autoridades de Granada no pudo contener el empuje ur– banizante de la región vecina En 1657 se levantó una ermita y algunas casas se edificaron a su alrededor. Na
M
do detuvo el gradual desorrollo de Rivas porque res
M
pondía a las necesidades espirituales de los hacendados
y a( crecimiento de sus haciendas. En la fundación de Tipitapa entraron, al parecer, los mismos elementos: la
This is a SEO version of RC_1967_07_N82. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »