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tos del tiangua. La diferencia, como hemos dicho, era de grado y complejidad únicamente. Lo que en el tian– gue se formaba, como también en las otras actividades, era, pues, la cultura colonial de Nicaragua. Puestos en este plano resulta innecesario distinguir la cultura de la economía y las dos de la vida, y por lo tanto, lo que se diga de una de ellas vale para las otras.

La contribución de los indios en el aspecto econó– mico fue, en realidad, tan importante como la española -mayor acaso en no pocos sentidos- y casi tan valiosa como la que ellos mismos recibieron Las leyes dirigi– das a cortar los abusos, por más que su cumplimiento deiara que desear, lograron, corno ya lo dijimos, sus propósitos esenciales en lo que hace a 105 indios. Die– ron por resultado, entre otras cosas, el que éstos conser– varan en buena parte sus propias tierras y sus comuni– dades agrícolas con el tradicional sistema tiánguico de su economía. Así pudieron mantenerse, los naturales de Nicaragua, lo suficientemente aislados para su pro– tección en lo fundamental, pero sin que esto les impi– diera la concurrencia al tiangue en las ciudades hispáni– cas vecinas, donde su mestización cultural se intensifica– ba y decididamente contribuían ellos a formar la cultura mestiza de todos. No es, desde luego, sólo en el tian– gue dond.e los indios recibieron y aportaron elementos nuevos para la agricultura y la cultura -ya señalamos cómo directamente redbieron de los misioneros y con– 'Iuistadores, a la par de la doctrina cristiana y la len– gua española, plantas, animales, herramientas, métodos de cultivo, artes y oficios, y aportaron bastante de lo que ellos tenían, que no era poco- pero sí fue en el tian– gue principalmente donde tuvo lugar el más activo hato entre los indios y los otros Es evidente que sin este trato cuotidiano mantenido a lo largo del tiempo, el mes– tizaje no se habría producido en todos los órdenes, ni ha– bría sido lo que caracteriza la vida nicaragüense. La importancia del intercambio no dependía tanto de las nuavas adquisiciones, cuanto del uso de éstas, que, al extenderse a todos, imprimía una orientación común y un estilo semejante a la vida más o menos particular de los distintos grupos que entraban en la formación del pueblo nicaragüense Sólo viendo las Gosas en esa pers– pectiva, se ve de qué manera las aportaciones de unos u otros pudieron crear la evidente ;unidad del país y dar sentido a su continuidad histórica Así también, para entender, la verdadera situaci6n de los indios dentro de la colectividad provincial de Nicaragua -lo que apor~

taban y recibían de moclo normal- es necesario tomar en cuenta, no solamente su posición en cierto modo ais– luda, amenazada y por lo tanto protegida, ni la explo– tación más o menes abusiva de que fueron objeto, sino, sobre todo, su concurrencia a la economía regional que tenía sus centros principales en el tiangue de las ciuda~

des hispano-nicaragüenses. Fue allí, puede afirmarse, donde los indios de Nicaragua se hicieron nicaragüenses, en el sentido cabal de esta palabra, y donde ellos mis~

mas nicaraguanizaron, por así decirlo, a CI iollos y mesti~

zos de las distintas variedades. Al propio tiempo, debi– do

CI su arraigo en 10 tierra y por vivir en sus comuni– dades, no fueron enteramente absorbidos por el mesti– zaje racial Conservaron su estirpe milenaria sin perder por completo lo que habíg en su modo de ser y en sus costumbres de compatible con la universidad cri~tiana.

Conservando su fisonomía dentro del conjunto, sin cons– titutir un elemento extraño, las comunidades indígenas

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aseguraban la variedad regional de.1 país y eran, 0_, la par de las haciendas, otros tantos veneros de su vida popular. En el t¡angue, donde tales veneros desembo'" caban, se establecían, pues, con mayor regularidad y so:-– bre todo con más libertad, los contactos más amistosos

y la más activa convivencia entre los indios, como tales,

y los demás grupos o clases de la sociedad colonial. No sería exagerado decir que todo lo que se relociona con el tiangue, o mejor dicho, lo que en Nicaragua se pro– duce dentro de la órbita de la economía tiánguica, lleva el sello indígena, aun cu.ando su origen sea español o mestizo De otro modo no se incorpora al uso popular, ni entra en el repertorio de las costumbres y quedará como extraño al país Pero indígena, para el nicara– güense, quiere decir, antes que nada, el indio y lo que tiene relación con éste. Lo significativo es que esto ocu– rre principalmente con el mestizo o criollo, no con el in– dio auténtico, que en Nicaragua, a pesar de su status colonial, como ya lo observamos, pronto deió de ser cons– ciente de su diferencia étnica como de algo cerrado y

aislador, para considerarse simplemente cristiano como los otros. El indio, conservándose tal, era el menos consciente de lo indígena y, sin embargo, convertía en indígena todo lo que pasaba por sus manos, lo mismo lo que entregaba que lo que recibía. Mientras el indio se universalizaba en contacto con lo españolo, mós bien, con lo criollo y mestizo, el mestizo y el criollo adquirían conciencia de lo indígena en contacto con el indio Crio– llo y mestizo casi han llegado a ser sinónimos, en el habla popular nicaragüense, a medida que se han ido etcercando en significación a la palabra "indígena", usa.. da como sinónimo de indio. El proceso se ha venido operando en ambas direcciones, tanto de criollo y mes– tizo hacia indio, como de éste hacia aquéllos. Así lo verdaderamente indígena viene a ser lo mestizo; que en Nicaragua es lo nicaragüense.

Era, pues, en el ámbito del tiangue, como venimos señalando, donde se mezclaban al de verdad los ingre~

dientes de lo mestizo nicaragüense. El tiangua significa– ba, en este sentido, una síntesis del campo y la ciudad Era también un punto de intersección del indio, el negro

V el español. Allí se daban cita la vivandera india, la mujer de la batea, la pulpera, la criada, el ama de casa, la pordiosera, el mercader, el comerciante, el men~

digo, el demandante, el alcabalero, el alguacil, el sol– dado, el ladino, el menestral, el fámulo, el hijo de casa, el jornalero, el ortesano, el colono, el hacendado, el clé– rigo y el funcionario. El tiangue venía a ser una mani– festación comunal de la vida diaria, de la cultura popu– lar y de la economía de la colonia El mestizaje de allí salido o que allí entraba en circulación, tenía más impor– fancia que el de las razas, pues era nada menos que el mestizaje de la vida AIH la lengua de Castilla, llevada a Nicaragua por andaluces, extremeños, segovianos y

hombres de casi todas las provincias de España, con. sus múltiples acentos y provincianismos, pronto aprendida y modificada por indios y mestizos que la enriquecían con palabras y expresiones en que se armonizaban de otra manera todos los otros modos de hablar. Así se originaban, en parte al menos, el tono, el color y el sabor del hablCl popular nicaragüense, donde hallaba expresión una nueva sensibilidad, correspondiente a un pueblo, sin que por eso se transformara en un nuevo dialecto, ya que seguía siendo inteligible para todos los pueblos de habla española Por más local o regional

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