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dedicaros, tus criados y mismo, a labrar la gleba seca o húmeda, en el tiempo de labranza,

muy de mañana, con premura, para que se colmen tus tierras Ara en primavera, y si en verano

es binada aquella, no te defraudará Siembra el barbecho cuando aún "sté esponjosa la tierra. El barbecho evita maldiciones y es buen contentadar de niños

Ruega o Zeus Infernal y a Deméter pura, que bien madurado cargu"n el sacro fruto de la

diosa tan pronto comiences la labranza, cuando, cogiendo en lo mono la aijada, al extremo de

la mancera, alcances el lomo de los bueyes que por la clavija del yugo van tirando del arado

Detrás de ti, que un mocito gañán, con una azada, procure fatiga o las aves, escondiendo semilla

El buen orden es lo más excelente para los mortales, el desorden, en cambio, funestísimo

Así, con su pujanza las espigas se doblarán o tierra, si luego el propia Olímpico les otorga

un fin fecundo, desterrarás de las vasijas las telarañas Y espero que goces cogiendo de un

sustento que está dentlo de casa Boyante llegarás a la blanca primavera, y no habrás de dirigir

tu mirada a Jos demás, de ti, por el contrario, otro hombre se verá necesitado

Si en el solsticio la tierra divina, sentado segarás, reuniendo poco en la mano, atando de

frente, envuelto en polvo, sin alegría, llevarás las gavillas en un cesta, y pocos se quedarán mi–

rándote

Versátil es el pensamiento de Zeus egidiforo, difícil de entender por los hombres rendidos

a la Muerte Mas, si labrases tarde, esta puede ser la solución cuando el cuco canta, en las

ramas de la encinal por vez primera, y deleita a Jos morta/es¡ sobre /0 inacabable tierra, Zeus

entonces llueva por tres días sin cesar, no sobrepasando el agua la pezuña del buey, ni bajando de ella As. podrá igualar el labrador tardío al tempranero Conserva bien en tu mente todos

mis consejos, y que no te sorprenda ni el advenir de la primavera blanca, ni el tiempo de las llu–

vias

INVIERNO

En la estación invernal, cuando el frío ale jo al hombre de trabajos, pasa de largo ante el asiento de la fragua y la soleada tertulia Entonces, un varón emprendedor puede hacer grandes mejoras en su casa Que la desesperanza de crudo invierno no te coja con pobreza, y con flaca mano tengas que oprimir hinchado pie

El hombre inactivo que se aferra a una vana esperanza, mendigo de sustento, constante– mente increpa a su corazón con maldiciones. Esperanza nada buena acompaña al varón menes–

teroso, que se est6 sentado en la tertulia, cuando los medios de vida no le llegan Avisa a tus

sirvientes, cuando aún esté mediado el estío "No siempre será verano, haceos cabañas"

Guáldate del mes Leneón -¡malos días, que en todos ellos mueren bueyes!- y de las heladas que por tierra se extienden, punzantes, al soplo de BÓleas, el cual, a través de Tracia

criadora de potros, sobre el ancho mar se lanza en tromba y lo encrespa, mientras mugen tierra

y bosques

Muchos son las encinos de altas copas, los abetos densos, que el ventarrón, cayendo en las hondonadas del monte, abate sobre la gleba fecunda, y toda silba entonces la inmensa selva

Los animales tiritan, y ocultan su cola entre piernas -incluso aquellos cuya piel, con pelo, bien cubierta está también a el/os el cierzo los traspasa con sus soplos, aunque sean de peludos flancos, hasta por la piel del buen penetra, pues no lo evita Y le l/ego a la cabra soplando por

su largo pelo, no así a las ovejas, o las que, por tener abundante lona, no traspasa con sus so–

plos la fuerza del viento Norte, mas, al viejo, encorvado lo deja

y no l/ego con sus soplos a la doncel/ita de fino piel, la que dentro de casa, junto a su

querida madre permanece, sin conocer aún fas frabaios de la rico en oro--Afrodifa- Después de bañarse bien su tierno cuerpo y ungirlo con lustroso aceite, en plena intimidad va a acostarse

en el hondón de su morada -un día invernal, cuando el pulpo su tentáculo roe en frío cubil y

guaridas tristes no tiene sol que le muestre el pasto sobre el que se lance, sino que aquel ahora gira por cima del pueblo y ciudad de los hombr es negros, y m6s tardíamente a los Griegos luce

y entonces, los silvestres astados y no astados, con lúgubre rechinar de dientes, escapan por tal/ares plofundos Todos en sus mientes anidan un cuidada dónde hal/ar el refugio que

buscan, abrigados escondrijos, gruta entre rocas Entonces, sí, los mortales se parecen 01 vieio,

de espalda corva y cabeza inclinada al suelo, y a semejanza de él vagan eludiendo la nie–

ve blanca

He ahí el tiempo de vestirse algo que resguarde el cuerpo --como te indicO""--, una capa

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