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Nicaragua ha comprendido toda la imporiancia de esta desgracia, por eso, el anunCio que de ella hizo el telégrafo, las poblaciones' de la lín=o y despues las otras, hicieron expresiva mani– festaciones de su duelo, del afecto y estimación que les merecía el ilustre difunta, y de pésame

al Gobierno yola familia que más inmediatamente sentía el peso de tan enorme infortunio

Eí señor Benard murió a los 39 años de su edad y a los 13 de su vida pública, pero en este corto período deja una historia fecunda de ejemplo y enseñanza, como la de los venerables ancianas que edifican a la sociedad en que viven con largas décadas de una práctica 'constante de la Virtud.

EL JUSTO NO MUERE

Aunque alejado del comercio del mundo Benard vive todavía con nosotros eri inalterd– bIes relaciones, más íntimas y más nobles, porque el justo, según el sabio, no mue~e, propia–

mente hablando, sino que "florecerá como la palma y se levantará como los cedros dél Ubano", su vida comienza en el borde del sepulcro, tanto en el orden sobrenatural que le aseguró la bea– titud eterna, como en el terrenal que le da un puesto preferente en el corazón de las sociedades

que nunca mueren

l

su espíritu vivificonte se cierne sobre ellas sirviéndoles de guía, dandq aliento

a la virtud y reprendiendo el vicio Benard, desde el 5 de Noviembre, ocupa en nuestrá sociedad

el puesto que le corresponde, y su ejemplo ejerce en ella una influencio tan benéfica, como lo

era la acción de su noble espíritu cuando estaba envuelto en los despojos mortales que' nos ha dejado

SU GRAVEDAD Y MUERTE

Hacía dos meses, poco más o menos, que el señor Ministro de Hacienda don Emilio Be–

nard, adolecía de fiebres intermitentes que se le retiraban por algunos días para volver amo·

lestarle

El señor Benard, con esa consagración al trabajo que le caracterizaba, no abandonóba un

momento sus ocupaciones, hasta el punto de dirigir desde la cama las dos Carteras que lfij esta–

ban encomendadas, no obstante las indicaciones del señor Presidente la República y de lós amigos de aquel, para que cuidase más de su importante existencia

El viernes 31 del mes próximo pasado, el señor Benard, después de haber despachado todos los negocios (fe sus Carteras, siendo ya las cinco de la tarde, se despidió del señor Presí– dente, anunciándole que está indispuesto

¡Ah! quién hubiera creída que en ese momento estrechaba éste la mano del que pronto había de ser cadáver!

En la noche del expresado día, el señor Benard, monifestó a su familia y alguh(ls amigos que le visitaron, que se sentíq mejor -Efectivamente, parecía haber terminado la fiebre.

El día siguiente, sábado, volvió a aparecerle con síntómas que no Se creyeron muy alar–

mantes, pues prometían ceder al tratamiento que se empleaba en combatir la afección del hí– gado que predominaba en el paciente

LA GRAVEDAD

El domingo 2 continuó este estado, y temiéndose ya un desenlace fatal la familia llamó a Granada, por telégrafo, al Dr. don Agustín Paws, el séñor Plésidente, a Masaya al Dr. don Dámaza Peña, yola misma ciudad, el señor Ministro de la Guerra, al Lic. don Jerónimo Ramí–

rez, cirujano de la Guardia de los SS pp

A las doce de la noche de ese día llegó el señor Ramírez media hora después el señor

Pasos Puestos de acuerdo en el tratamiento del enfermo, procedieron a asistirle con el cui– dado y solicitud que requería tan importante sujeto

El señor Peña llegó hasta en la madrugada del 3, por indisposiciones de salud y otros inconvenientes Algunas horas después llegaba de Granada, a solicitud de parientes y amigos del señor Benard, el señor Dr don Francisco Alvarez

Reunidos todos estos facultativos, después de haber examinado escrupulosamente al en–

fermo, siguieron sus trabajos para salvarle, pero la gravedad avanzaba, y el miércoles 5, a las seis de la mañana, adquirieron la triste convicción de ser poco menos que ineficaces los recuro sos de la ciencia para dominar la terrible enfermedad.

obstante, continuaron empleando a este efecto todos los medios que estuvieran a su

alcance.

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