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lOSE CORONEL URTECHO
POETA-HISTORIADOR NICARAGUENSE
LA HISTORIA COMO GUERRA CIVIL
Lo qne le da un carácter trágico a la indepen~
dcucia de Centro América es que a pesar de haber– se realizado pacíficamente, trajo de todos modos la guerra civil. Hay quienes piensan que si se hubie– ra conquistado por medio de las armas, se habria
asegurado la unidad y la paz de las provincias que
componían la Capitanía General de Guatemala. Aunque la experiencia de otras regiones hispanoa– mericanas no estimula a pensar de ese modo, todo está en la medida de lo posible. Pero probablemen– te no se hubiera podido evitar la anarquía o salir plonto de ella, sin resignarse a la dictadura. La misma resistencia a la dictadura contribuiría, por supuesto, a mantener el estado de guerra civil per– manente, pero no es menos cierto que el estado de guerra civil permanente daba lugar a la dictadura. Tal era el círculo vicioso que se produjo como rCM sultado de la independencia. Sólo llor un milagro de cordura humana podían eludh'se en las circuns– tancias de Centro América los dos extremos de la anarquía y la dictadura.
La infinidad de causas aducidas por los histo M riadores para explicar la trágico situación -antece~
dentes coloniales federalismo, debilidad eonstitucio– nal del Poder Ejecutivo, carencia de un distrito fe– deral, pasiones de los hombres, etc, etc.,- por más que aclaren ciertos aspectos particulares, no contli– buyen mucho a esclarecer el carácter fatal y perma– nentc de la guerra civil en que ha vivido casi toda Centro América desde la independencia. Es nece– sario reconocer que fue la propia independencia la que determinó la situación No hay ningún fata– lismo, ni determinismo histórico en esta simple cons– tatación del hecho. En otras circunstancias, desde
luego, la independencia pudo haber producido otros efectos. Gaínza, Iturbide, Filíso~) Arce, Morazán mismo, pudieron haber sido otros hombres o corrido otra suerte. PelO evidentemente no es esa la cues– tión.
Consideradas las circunstancias y los hombres que actuaban en ellas, las ideas, pasiones e intere~
ses que entraban en conflicto, 10 mismo que los an M tecedentes históricos de Centro América, la indepen– dencia tal como se produjo en Guatemala el 15 de Septiembre de 1821, seguida de la consulta a las provincias y los ayuntámientos, vino a ser en la práctica como una invitación a la guerra civil. La misma independencia fue ya el primer efecto de un estado de guerra civil latente en Centro América. En algunas ciudades, como Guatemala, San Salva– dor y Granada de Nicaragua, había seguramente un clima favorable a la guerra civil. En cierto mo– do puede afirmarse que, por lo menos desde 1810,
ya existía en algunos lugares lo que hoy llama~
mos una guerra fría.
La verdadera guerra civil) sin embargo) sólo rompió los diques cuando la independencia empe~
zó a practicarse tal como se la entenclía en cada lugar y momento. Desde entonces, todo en última instancia quedó planteado en ese terreno, aun los esfuerzos por escapar de semejante situación. La última instancia dejó de ser el rey, la voluntad del pueblo expresada en las leyes. En tales condicio– nes, la última instancia no podía ser otra que la guerra civil. La historia misma empezó a vivirse y a concebirse COIDO guerra civil.
EL HILO DE LOS HECHOS: 1811 - 1821
El verdadero mérito de los independientistas centroamericanos o, si se quiere, su principal habili– dad, consistió en mantener en paz a Centro Amé– rica hasta la proclamación de la indeepndencia me– xicana y proclamar ellos solos, en el momento más oportuno, su propia indep~ndencia, de acuerdo con las autoridades peninsulares. En esto estuvo, por lo menos, la originalidad de la independencia centroa– mericana. De no haber sido así, las tropas de IhuM bide hubieran libertado a Centro América y ésta habría quedado, probablemente, incorporada a Mé– xico, como de todos modos estuvo a punto de que– darlo. Así quedó la provincia de Chiapas que se había adherido por adelantado al Plan de Iguala.
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Cuando Fernando VII -que gozaba como prín– cipe de extraordinal'ia popularidad en la península– cayó en poder de Napoleón y fue internado en Va– lenzay, la reacción popular en Centro América, COM mo en toda la América española, no pudo serIe más favorable. También para los alnericanos fue, a la leb'a, El Deseado Los indios, los artesanos, los ha– cendados, la gente de éstos, los comerciantes, el cle– ro, la mayoría de los intelectuales, todos estaban por el rey y con España en contra de los france– ses. Si había republicanos independientistas en Guatemala, en 1818, eran tan pocos y sin importan– cia que aún apenas se sabe quiénes eran. Las re M beliones de las ciudades centroamericanas contra
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