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« Previous Page Table of Contents Next Page »ltts aittoi'htades peninsulares, no coinenzaron hasta muy avanzado el año 1811. Las de alguna impor. tanela no pasaron de cuatro -San Salvador, León,
l\iasaya, Granac1a- y probablemente obedecieron a
un plan más o menos concertado y fomentado des~
de fuera, para deponer o comprometer al nuevo Ca~
pitán General, dOll José Bustamante y Guerra, nom– brado en 1810 por la Regencia y llegado a Guate. mala en marzo de 1811.
Para aclarar esos movimientos sería interesan– te averiguar si los patriotas criollos obedecían ins– trucciones de agentes extranjeros. Es, pOr eso, una
lástima, que el historiador Gámez tan sólo se limite a señalar indirectamente la intervención de la ma–
sonería. De todos modos es, por lo menos, curio· so que el Cabildo de Granada haya propuesto al Ayuntamiento de Guatemala que se abstuviese de dar posesión a Bustamante. A principios del año de los levantamientos se snpo en Guatemala el grl· to de Dolores que despertaba un sentimiento de cmu· Jasión en Jos espíritus más avanzados y simpatías por los rebeldes mexícanos en los conslitueionalistas guatemaltecos. El mismo año lJegaba a Guatema· la el canónigo Castilla, cuya influencia sería deci· siva en la preparaeión política de la independencia No debemos soltar estos cabos si es que tratamos de entender la trama de la política indepEmdientista en Centro América.
Parece que Bustamante era realmente, Como 10
pintan los historiadores, un hombre de carácter vio· lento y despótico, aunque a menudo daba muestras de saber dominarse. Como marino había dado la
vuelta al Jnundo y C01l10 militar defendido a Monte· video contra los ingleses. Tenía naturalmente la dureza y los instintos autoritarios del soldado. Re~
cientemente h'abia participado en la sublevación del pueblo madrUeño contra los franceses, el 2 de mayo de 1888. Llegaba, pues, a Guatemala con toda la exaltación de su patriotismo español, a"borrecien· do las ideas revolucionarias, aunque no fuesen más
que constltucionalistas, y desconfiaiulo del patriotls·
mo Jocal de los criollos. Uno de sus primeros ac. tos fue encarcelar a Cordovita, Secretario del Ayun. tamiento, por haber expresado en una conversación sus simpatías por la independencia. Para sacarlo de la cárcel, donde llevaba dos o tres meses, la Real Audiencia tuvo por compurgadas "la irreflexión y
ligereza" del futuro prócer y ordenó su traslado al Colegio de Cristo eon el objeto de que allí hiciera los ejercicios espirituales durante un mes, y vol. viera contrito a su casa. Cordovita salió, por su'" puesto, algo más cauto, pero confirmado en sn na– ciente fe independientista.
En aquellos días de perplejidad intelectual y política, la Inquisición -que anteriormente había recibido denuncias contra Cordovita- trataba a los intelectuales con significativa lenidad y 10 mismo la Audiencia. Bustamante llegaba en un temple dls.
tinto al de los trJbuna.les y organismos de gobierno local. Después del Incidente referido, cada vez que se presentaba al Ayuntamiento a discuUr can el ca· bildo asuntos de importancia, exigía que el secreta-
rio Cordovita se retirara del recinto. El municipio, prevenido en contra de Bustamante desde antes de su llegada, no lo había recibido con la. magnificen– oia y cordialidad que a sus predecesores. Hubo desde el principio las consabidas quisquillosidades protocolarias a ras que se mostraba tan sensible en– tonces el mundillo oficial de Guatemala. Una de las quejas de los munícipes contra el nuevo Capi–
t~n General y su esposa la condesa, era que no in– vItaban a sus salones a la nobleza criolla Aquel Ayuntamiento -el mismo que suscribió las instruc– ciones dadas a Larrazábal_ 10 integraba una mayo– ría ~onstitucioi1alista, y cuando Bustamante, en su maDlfiesto inaugural, requirió sus consejos pala el mejor desempeño de Su cargo, le contestaron que la salvación de las provincias dependía del estableci– miento de un régimen constitucional. También al–
CW1 0S municipios provincianos se manifestaban in–
quietos e inconformes con las autoridades peninsu– lares. Por la ausencia del rey sentían que la auto– ridad reeaía en el pueblo, de acuerdo con la anti–
gua tradición democrática de las ciudades y po– blaciones españolas, revivida en la guerra de la in–
depemlencia, tanto en España como en Sur Amé–
rica. El momento parecía propicio, pero las suble. vacíones no fueron espontáneas. Las minorias que las dirigieron, siguiendo el mismo estilo de las co– rrespondientes rebeliones suramericanas, levantaron
algúna gente y aquietaron a otras con manifestacio~
nes de lealtad al rey ausente.
Empezaron por la ciudad de San SalvaGor, el
5 de p.oviemble de 1811. Encabezaba la revuelta, como se sabe, el presbítero Delgado, con algunos miembros de su familia, entre ellos su sobrino don Manuel José Arce y los tres curas Aguilares. "A–
qüe~los curas y clio11os de San SalvadOl' -dice Gá– mez- como personas leídas, prestigiosas, caracterlM zarl'as y ele buen seso, se pusieron a la cabeza de los suyos y conspiraron en I~ esfera que les era única– mente posible. Estaban de boga en las demás co– lonias las Juntas de Gobierno provinciales en de– fensa. del Rey cautivo, y a eUas, que se citaban con elogio, apelaron los noveles revolucionarios, que na– da tenían de incapaces, ni de aturdidos, para meter se en honduras imposibles y odiosas contra el Rey amado". El historiador Vil1acorta cuenta que "por la mañana, al toque de la campana de la Iglesia de la Merced que era la señal convenida, y en cuanto se había reunido alguna gente, se dirigieron, al grí– to de Viva Fernando VII, a casa del Intendente, a quien encontraron desprevenido y redujeron a pri– sión, lo mismo que a los demás empleados públicos, procediendo enseguida a ins1 alar una Junta en la Casa del Ayuntamiento.. que reconocieron los ha– bitantes de la. ciudad y los pueblos vecinos, así como los demás que se habían comprometido a ha– cerio". Sin embargo, Santa Ana, San Vicente, San Miguel y Sonsonate, invitados a adherirse al movi· miento, se negaron. Con esto
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según I\ola~ure, his– toriador cercano a los sucesos, "se llenaron de de. salicoto y abandonaron tina empresa a que habían dado principio invocando el nombre de Fernando VII".
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