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« Previous Page Table of Contents Next Page »bijo al General Moneada que renunciat'a. -.Pero eso no es conspirar!
Estrada expuso al señor Norilico±t otras razones de orden particular
y por fin se retiró pidiéndole que se interesara para evitar una lucha ar– rnada, a lo que el diplomálico é).rnericano contestó que recogería informes enseguida para contribuir al restablecimiento del orden.
Después el Cónsul inglés soliciló permiso para hablar con el Gral. l\l1en,a, pero el Gral. Moncada demoró la respuesta. El Sr. Norfhco±t obtu– voenseguida el permiso por rnedio del Gral. Estrada quien también dió la orden, por telefono, a pedimento del Sr. Norlhco±±. para que el Gral. Mena fuera conducido al Consulado inglés".
ATAQUE A LA PENITENCIARIA
XXVI
TOMAS ALVARADO
Un ho~re encanecido, como de 60 años. El mismo que persiguió Zelaya por la voladura del Cuartel Principal de Managua y a quien un Consejo de Guerra condenó a 15 años de reclusión en el 2 9 proceso junfo con don Marcial Solís. Fué célebre esfe proceso pero de n1.enor intensi– dad dramática que el anferior, el relativo a Cosiro y Guandique.
Alvarado tiene cuerpo fuerle, n1.Írada perspicaz como la de un hom– bre acosfumbrado a escapar siempre 'l que encuenfra sospechoso hasta el movimiento de una hoja.
Es originario de Managua, hijo del pueblo. Fué el principal héroe de la jornada del 21 de diciembre de 1910, día en que depositó el Gene– ral José Santos Madriz. El primer acto de Gobierno de éste fué decretar la liberlad de los reos políticos encarcelados en la Penifenciaría por orden de Zelaya.
Las grandes masas populares corrieron delirantes en dirección de aquella tétrica prisión llevando la orden de liberfad de puño y lefra del Presidente Madriz. Alvarado fué conducido en triunfo desde aquel lugar, situado en los suburbios de la Capital hasfa las lujosas habifaciones del "Gran Hotel" en donde se alojaba el Dodor Madriz: la multitud lo llevaba en hombros. Yo lo ví sin sombrero y con una banda azul y blanca cru– zada sobre el pecho. Su aspecto era el de un anacoreta. Tenía el pelo muy largo y la barba blanca tan crecida que le llegaba a la cintura.
Cuando el pueblo hizo alfo frente a los balcones del edificio, el Doc– tor Madriz que era aclamado consfantemente y que se encontraba en el segundo piso, salió afuera. Alvarado hizo uso de la palabra: esfaba erno– cionado, tenía húmedos los ojos y sus piernas descansaban en esos mo– mentos sobre los hombros del Docfor Luis Gurdián, de don Julio Navas y otros caballeros que no recuerdo. Habló su lenguaje sencillo. Dijo que con él se había cometido una injustic;:ia y podía el castigo para sus opre– sores. Su voz era fuede, vibrante, codada.
El encierro de la celda le había dado un color lívido y un finte de desolación se reflejaba en su semblante. La hisforia de su desgracia, refe– rida por él misrno, conmovió al auditorio, que lo aplaudió, lo ovacionó, lo aclamó.
Después se oyó este grito corno un trueno: ¡Qué hable el Doctor Ma– driz. Viva el Dodor Madrizl
Madriz habló: Su palabra fácil y elocuente fué calurosamente aplau– dida. Venía, dijo, a procurar la paz, a interesarse por la facilidad y la concordia de los nicaragüenses: - de esta tierra para mí :tan querida – agregó - abrumada por el peso de tantas desgracias y martirios cuyas instituciones estaban a punfo de naufragar en un océano de sangre".
Pues bien, a ese mismo Coronel Alvarado me lo encontré caballe– ro en parda mula en la calle principal del interior del Campo de Made una tarde del mismo mes de mayo. Me hallaba allí en solicitud de una entrevista con el General Mena. Alvarado iba a toda velocidad de la ca– balgadura con el aspecio y aires muy diferentes de los que tenía el céle– bre 21 de diciembre. Llevaba sombrero de fieliro en el cual ostentaba ancha divisa verde. .
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