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se presentó a las filas revolucionarias y peleó en su favor,.

Seguramente se acordaba del Consulado perdido. ¡C6rcholesl y gri– taba con entusiasmo a los soldados: ¡Fuego - muchachos ¡fuego!

Vergara es talabarlero y militar. Después de la caída de Es±rada cay6 gravemente enfermo. Así lo enconlré, con un color cetrino, sin afei– tarse, peludo, en un cuarlo sombrío, a media luz. Estaba acostado en una hamaca, en ropa blanca, con gafas verdes detras de las cuales me es– piaba, doliente, casi lírico, bajo el peso del dolor.

-Siéntese U. siéntese U. y me reÍÍrió con voz cansada parte de la historia de su vida.

Jarnás he sido traidor; iodo deiedo puedo tener pero soy leal. En "El Recreo" fuí el primer jefe que hizo los prirneros prisioneros. Al Coro– nel Tornás Bravo le qui.té las máquinas y se rindió cuando le puse mi re– vólver sobre el pecho. No se rnueva U. paisano; no se mueva, o lo rnato.

-La gente le achaca a U. un defec±ito. Dice que gusla a Ud. ma– tar, fusilar a los vencidos.

Al oír esto su mirada se hizo sombría, brilló como un relámpago. Eso es falso, repuso: yo no soy asesino. El General Zelaya lo sabe bien. Una vez, y ya que viene el caso, me buscó para una operación im– portante en Guatemala y no quise aceplar. Me ofreci6 diez znil pesos. Yo le pedí cincuenta mil. SI me los hubiera dado, con ese dinero me hubie– ra ido del país pero no hubiera hecho la operación. Zelaya lo com– prendió así y no me dió nada. Es muy vivo ese hombre.

y fatigado por la conversaci6n volvía a acostarse. Dice Vergara en su relato que publicó:

"Por disposición de autoridades rnililares superiores, a raíz del triunfo de la revolución, ladas las noches iba a la Casa Mala del Campo de Marle a prestar mis servicios como jefe. La noche que correspondió al día 8 del corriente, sinliéndome mal de salud envié a rnis ires ayudanies. Pocas horas después se llegó a rní un edecán de la Cornandancia General diciéndome que me llamaba el General Estrada. Me hice presente en el Campo de Marle y no lo pude ver. Cuando volví, enconhé al señor Presi– dente Estrada, quien dirigiéndose a nú, me dijo:

-General Vergara, le he mandado llamar. Váyase a la Loma. Cumplí la orden, ya en la Casa Maia, el General Esfrada me llamó por teléfono, y dijo:

General Vergara: lengo noticia de que por el lado de León, en el carnina carretero que sale al de lI/iasaya, vienen carrelas con armas que van para allá. Urge mandar una cornisi6n de buenos muchachos si es po– sible con U., caso de no estar Palacios. para que las cap±uren. Me gusta– ría que los muchachos fuesen nandairnes.

Procedí inrnediatarnente a organizar la cornisión de nandairnes, que puse a las órdenes del Coronel Palacios, quien se ofreció para desempe– ñar la comisi6n, y los hice salir en el aclo. Me preg-unt6 el General Estra– da que si había cumplidd su orden, y al contesiarle afirmalivarnente y dar– le el informe, dijo, ¡lamando al Coronel Noguera, que tornó el aparato:

-Que venga el Coronel Salvador Noguera a recibir órdenes de la Cornandancia General.

Ya voy, General Estrada - respondi6 el llamado.

Noguera bajo, y ya no volvió. Por teléfono dije entonces al Gene– ral Estrada:

Urge m.andar gente para reponer los vacíos que han dejado los nandairnes.

Llegará Víquez con una recluta - lue conles±ó Esirada.

Al rato apareci6 Víquez con 50 núrneros. No se cubrieron los va– cíos convenienfernente, pero sí fueron colocados donde esiaban las piezas. Enseguida se baj6, subiendo poco después con el General Moreira, quien dirigiéndose a la tropa, dijo:

Reconocerán ustedes como prirner jefe de esta Loma, al Coronel Bar~

tolorné Víquez. No otro jefe rnás que él. .

¿.Y corno quedo yo, General Moreira? le dije. . Usted queda aquí ayudándonos - conles~ó el General Morelra. Bajaron nuevarnente Moreira y Víquez, y en la rnadrugada que éste subi6 me dijo que corno que había algo I que el General Mena esta-

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