This is a SEO version of RC_1967_11_N86. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »En esta segunda época vemos (lcentuarse el ¡ndivi– dualismo. La pequeña propiedad es ya el eje de la vi– da social e individual. El trobojo, el esfuerzo permo– nente ha disminuído su intensidod como lo nota Thomas franeis Meagher cuondo, dice que "no les gusto el tra– bajo rudo" pues éste ha venido o ser auxiliado por el utillaje, las pocos herramientas dispuestas para la pro– ducción, logrando
COI'I un menor esfuerzo un rendimien– to mucho mayor, fuera de qua "la falta de mercados grandes y regulares no hacían necesario el trabojo rudo". "Todo ello explico, como lo hemos insinuado ante– riormonte, el tono domocr6tico e igualitario de la Costa Rica coloniol y de los primeros años de la República: todos 105 ticos, en general, eran propietarios de la tie· rra, y la folta de una división pronunciada del trabajo social había hecho imposible la formación de intereses contrapuestos entre ellos". Al extractar las anteriores líneas creo reducir a lo esencial lo influencia económico en 105 ticos de la segundo época, cuando las ciudades no constituian conglomerados permanentes ya que toda· la vida social estabo diseminada por los campos. Lo segmentación de la propiedad nacida del auto– abastecimiento a que se vieron forzados los primeros co– lonos y robustecida por el individualismo social, crecido en la primer4 época en proporción al esfuerzo que los individuos debieron poner en sustitución del capital que no poseían, dió más personalidad jurídica y moral a los propietarios, alentó el movimiento de independencia política, fortaleció el régimen que empezoba
Q levantar– se y ejerció la influencia más poderosa y determinante en la formación del espíritu democrático nocional (31, me– diante la responsabilidad que suscita la propiedad par– ticulor amosoda con los propios sudores y el incentivo que pone la tierra en el corazón del hombre al verlo producido como prolongación del propio ser.
Es en esta segunda época cuando aparecen 'os 'i– neamientos esenciales del carácter costorrimense, se for– ma nuestra tradición, se orgo niza nuestra familia, se afianza la aldea y se amo entrañablemente el suelo, sím– bolo de la Potria tica, que todos ambicionamos poseer como uno de 105 más risueños ideales de lo vida, con. forme lo canta el poeto popular en versos que denotan a los claras la hilaza con que fueron tejidos:
"La familia que es base del pueblo necesita tener su mansión, pues poseer un pedazo de suelo
es su pura y soñada ambición."
La tercera época que aún dura se inicia a mediados del siglo pasado con la aparición del latifundismo, la disminución creciente de la pequeña propiedad y su consecuencia forzosa, la aparición del peonaje. La con– densación de intereses y su resultado, la aristocracia cu– pitalista, concluyen por morcar nuevos rumbos al pclÍs, quedando desde entonces en desigualdad de condiciones ambos bandos, peones y grandes afincados, con un re– monente cado dío m6s exiguo de pequeños propieta– rios que apenas si logran conservar la vieja tradición de minifundio, base de nuestro único sistema económico es– triclomente nacional, propio de nuestra idiosincracia, ba– luorte de nuestro régimen democrático y postulado de uno organización que aspire a resolver nuestros proble– mas sociales.
5
Tal es el origen de los tres tipos humanos descritos en páginas anteriores: el gamonal neto, el concho aco– modado y el jornalero, Lo que allí se dijo téngose oqui presente, agregando las siguientes observaciones: El peón es "un tipo completamente nuevo de tra– bajar": no se trata ya del trabojador familiar de la ha– ciendo, sino del hombre sin arraigo, cuya fuerza de tra– bajo se cotiza sencillamente por la ley de la oferla y
la demanda. Los ingresos que recibe a cambio de su merconcía -el trabojo- no le pueden proporcionar in– dependencia ni holgura. De aquel individualismo naci– do de la tierra, tan celoso de la autonomía fisica, morol
y política de la segunda época, se ha llegado a la indi– ferencia, al fatalismo, al reconocimiento, como si se tra– tara de un hecho natural, de la superioridad y derechos económicos absolutos del gamonal-sea éste neto o no urbanizado-rindiéndosele vasallaje formal. Es decir, que el antiguo egoísmo encamino ahora la conducta del jornalero en antítesis con su interés real; de qué modo se fué formando este complejo, es dificil decirlo; porque cuando se violon derechos íntimos, cuando el individuo siente la mutilación de su independencia económica, la normal es que se produzco un sentimiento de escape que ha de ir directamente contra el causante de tal situación, conforme actúan 105 resortes que mueven y dirigen 'a vengonza. Nuestra indiferencia, nuestro conformismo y aquel fatalismo de que antes hoblábamos, no pueden explicarse sino como un efecto de la propia debilidad para reaccionar contra el copitaJismo¡ incrementada por la ignorancia del proceso económico lotifundista, agra– v6ndose esto último por 'a propaganda liberal difundí– da en la gran moso del pueblo, medionte la cual se ha ido formando la opinión de que tenemos un régimen democrático modelo, cimentado sobre bases de justicia, con una propiedad muy repartida; que el régimen eco– nómico liberal es el desiderátum a que puede aspirarse, ya que ha sido modelador de nuestra nacionalidad y fador de todos nuestros adelantos, etc. etc. De tal mo– do se ha constituído una psiquis de clase en el jornalero, capoz hasta de defender el régimen que le tiraniza, opo– niéndose a toda idea de Iiberoción, pues inconsciente– mente reacciona bajo la tiranía de la opinión pública en el temor de perder su puesto, el trobajo y las escosas adquisiciones que alcanza el esfuerzo de su brazo. Tal es, en síntesis, ICI razón por qué nunca se ha podido or– ganizar al pueblo bCljo las bonderas que agitan los par– tidos ideológicos de reinvindicación social -buenos o malos- y por qué el "brochismo" y la política persona· lista ganan cada vez más adeptos.
Es, pues, claro que nuestro pacifismo, a más de te– ner su origen en razones étnicas, religiosas e intelectua– les, obedece tClmbién al misticismo liberal que ha influí– do poderosomente en el alma campesina mediante la literatura, el relumbrón científico, la propaganda políti– ca y el exceso de debilitamiento morCll, consecuencia del económico, producido por el latifundio y el monopolio industrial, agrícola y político -la llamoda "argolla"– que desde hace muchos años viene dominando en el país.
El aspecto intelectual viene influido inmediatomen– te por el hecho económico. La pobreza suma del bra– cero no le permite e' desarrollo de sus facultades men– tClles, incapocitándole para prestor atención a los ele· vados y nobles aspectos de la vida. Al estudiar la in– fluencia de la escuela en la formación del campesino,
This is a SEO version of RC_1967_11_N86. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »