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VIBRANTE HUMANIDAD V UNIVERSALIDAD EN LA PERSONALIDAD YOBRA DEL POETA

LIC. DAVID VELA

Escritor, Director de El Impalcial,

Guatemala

M Aubrun, profesor de Literatura Hispanoame–

dccma en Francia -cómo son de útiles los manuales, y a veces muy esclarecedores-, explicaba a sus alum– nos que nUostra poesía "sigue una línea de unidad y continuidad desde Rubén Daría hasta Pablo Neruda", es decir, desechaba la idea de que el MODERN ISMO fue una escuela, sujeta por tanto a las vicisitudes de cualquier moda, reconocía le el valor de un movimiento más abarcador, surgido en un momento histórico en que se operaba un cambio de sensibilidad

Juan Ramón Jiménez, admirador de Darío y de su obra (escribió MI DARlO Y RUBEN DARlO ESPO– i\lOL, pero también CONTRA Y POR RUBEN DARlO) consideló al MODERNISMO una renovación, que en España prestó vistosos y bien ajusta ropajes a la her– mosa y desnuda poesía popular, que siempre ha sido raíz de la inspiración poética auténticamente española (el decir tan nuevo de García Lorca, por ejemplo, con– tiene el vivo recuerdo del viejo romance, que donde Gorda Larca dice "los gallos pican el alba", había di– cho --acaso más poéticamente- "\os gallos cavan el alba")

Pues bien, Juan Ramón estaba contra el dariísmo

de algunos, quienes además de ser simples imitadores, no siempre con talento o suerte, resultaban anacróni– cos, por olvidar que Darío había dicho "mi poesía es mía, en mí", para advertir en forma peyorativa que,

l~jos de fundar una escueta, preconizaba la completa lIbertad del poeta, cronológicamente, siguiendo el de–

sa~rollo del pensar y el sentir español -esa I/línee:¡ de Unidad y continuidad"- J R Jiménez clasificó a Ru–

~én Darío entre "rudos y entrefinos del 98';, en su libro ESPAÑOLES DE TRES MUNDOS (Editorial Loza– da, Buenos Aires, 1942, en el cual se propuso ;'exaltar a los jóvenes, costigar a los maduros y tolerar a los

viejos", de España, de Hispanoamérica y del otro mun– do, o sea, a quienes conoció en come y hueso y a los "muertos transparentes"

Juan Ramón Jiménez, mucho antes, habló opor– tunamente de "la obligación de una crítica directa, limpia", que separase "el academicismo sucesivo, há– bil Y engañoso", dándole lo que es suyo, contra la

"mayor y menor juventud de lira corta y bombo largo", e ir en busca de las virtudes "que dan a la poesía liris– mo, perduración, clasicismo, inventiva sensual y pro– pia voz", eso que él había encontrado en Rubén Daría y que al primer contacto le produjo un deslumbramien– to, sin ofuscación

Con la inclusión de Daría -con todas sus conse– cuencias- en la generación del 98, quería sin duda Juan Ramón Jiménez reconocer su influencia renova– dora o, 01 menos, el impacto que su arte tuvo en un momento crucial para la intelectualidad españolo Fe– derico de Onis, por largo tiempo profesor de literatura

y cultura españolo en universidades norteamericanas, sostuvo que las tendencias del modernismo hispano– americano, coinciden en mucho con las de lo genera– ción española del 98, aunque varios críticos se deso– rientaron, por no conocer la prosa del Nuevo Mundo Hispánico, sino tardítlmente, muchos hasta con La

Vorágine de Eustasio Rivera, en 1924

Las coincidencias pudieron darse porque tanto el espíritu español como el hispanoamericano se abocaron con el mismo bagaje tradicional a la crisis finisecular del XIX, y porque "el MODERNISMO es más que una escuela -como dijo Enrique Diez Canedo--, su infllJ– jo sale del campo literario para ejercel se en todos los aspectos de la vida" Desde luego, la circunstancias eran muy diversas, España pasaba por un momento de escepticismo y desaliento, después de su derrota en

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