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Trafa/gar¡ mientras que en América fa inquietud era alimento de la esperanza Daría llega por primera vez a España cuando se celebraba el IV centenario del

de~cubrirnienlo de Américo¡ y llegaba de un Continen– te en donde amanecía el sol que se había puesto en los dominios del imperio español

Don Juan Valera¡ heraldo del modernismo en Cspaña¡ quien dio el espaldarazo a Darío¡ reconocien· do qLle con su poesía llegaba algo nuevo¡ de carácter regional, no como la obra d'l anteriores hispanoameri– canos, quienes sólo parecían devolvel¡ así fuera con

creces¡ lo que de España habían recibido¡ e incluso influencias ext; anjeros que antes habían hecho escala

en la Penínsu/a¡ algo que creyó proveniente del indio cherNega¡ de su mestizaje y¡ lambién¡ del paisaje americano¡ aun cuando¡ al mismo liempo¡ Valera se– ñaló el afrancesamiento intelectual de Darío¡ pero el sentimiento siguió fiel a su tradición y a su formación cu/lural Por eso explicara Dado¡ en carta Juan Ra– món Jiménez¡ cuando en 1904 le envía versos que después incluyó en Cantos de Vida y Esperanza¡ di– ciendo l/por primera vez se ve lo que Rodó no encon– tró en P, osos PlOfonas, el hombre que siente Será

que cuando escribía entonces¡ aunque sufría¡ estaba en mi primavera y esto me consolaba y me daba alien-tos y olegría¡' ,

En efecto, Dado¡ entle otras cosos, aportaba un

subjetivismo individua/isla, que Unamuno no encuen–

tra en el realismo español, comentando que José María de Pereda era maravilloso en la descripción de paisaje y lo tr<msforma su intelecto en un esl'ado de alma¡ o vice versal pero la prosa potmodernista siente intensa mente ante el paisaje¡ lo vive, como en PLATERO Y YO, d::: J R Jiménez, o en las descripciones de Gabriel Miró Callos D Hamilton (Notas sable la renovación modernista, 1938)¡ dice con razón que ¡¡el modernismo no sólo maduró Jo cultura hispanoamericana¡ sino que

I emozó la españolo, rompiendo los muros del siglo

XIX y abriendo el alma del paisaje a una mirada asom– brada que volvió a encontrar su paisaje interior¡¡,

Como el alma de Darío asomada a la ventano de su REINO INTERIOR Y que ve desfilar los incitaciones pares y paralelas de los vicios y las virtudes¡ absorta y conmovida,

También objeta Hamilton a quienes sólo han visto lo superficial expresado y no la honda motivación¡ o no han quet ido interpretar 'os símbolos, como OCllrre con el cisne de Rubén¡ al que sería injusto retorcerle el cue/lo¡ como quería González MOItínez, porque de veras siente el alma del paisaje¡ no refleja únicamente su engañoso plumaje en el espejo intelectual o en el lago de Lino evocación helénica, mientras que el buho del poeto mexicano tiene a menudo¡ o busca, la gracia del cisne rubeniano

Abierta la puerta de España a Darío¡ por fa mano paternal de don Juan Valera¡ el poeta centroamerica– no encontró eco en jóvenes escritores que llegaban a Madrid de todos (os rincones de la Nación y también

recién llegados de Hispanoamérica, quienes -según dijo Federico de Onis- alentaban unánime reacción contra excesivas preocupaciones estilísticas¡ contra el lenguaje poético consagrado por el oc.adel1licismo,

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contra la coquetería intelectual y¡ particularmente, contra las dos formas derrotistas desánimo y escep– ticismo, que por igual determinaban inhibiciones, pero

/0 que fuera sólo reacción -que también implica cierta negatividad- fue transformado por Rubén Darío en entusiasmo¡ que es afirmación vital

A quienes creían¡ o sentían¡ venir de regreso e ir arrastrados por una corriente histórica (algunos úni– camente habían extraviado sus pasos¡ y cantaban pa– ra espantar la soledad del camino) Darío les dice ¡OID, LA VIDA ES DULCE Y SERIA! Y no porque no exista el dolor¡ o no sean justificadas las quejos, sino

porque no sólo existe dolor sino también la compla, cencia vjtal¡ que incluso se mide por la misma gradua– ción del dolOl¡ y porque la querella a formular debe

ser más honda y amplia, para abarcar al hombre¡ por encima de ensimismamientos básicamente expLlestos a ser in;ustos, por resultar juez y parte el hombre in, satisfecho, l/una forma de dolor condensado en lo

genérico de la psique una forma de dolor universal, y otra¡ proveniente de los disturbios interiores indivi– duales¡¡¡ desazones íntimas de carácter unipersonal Darío¡ agitado por un vasto dolor y cuidados pe– queños -lo grito- no deja de aferrarse a la vida, aunque ésto sea convergencia hacia la muerte¡ expe.

rimenta el horror de sentirse pasajero e ir a tientas, en inte, mitentes espantos, reconoce la miseria de toda

lucha por lo finito¡ mas espera que su alma pueda do abandonar Jo crisálido, renovando el fulgor de su psique abolida, el dolor fugitivo se trasmuta -en fon– do y forma- en sentimiento eterno y se identifica con vaJores humanos perdurables

Y¡ a lo vez¡ preconiza Dorío fa Jjbre expresión del temperamento humano¡ demandando por ello una au–

téntica sinceridad artística, su vida deviene, como ex–

periencia¡ en moterjol poético¡ en el fondo de sí mismo , ,

por generosa simpatla¡ encuentro lo humano universol¡

y lo traduce en emisión estética Por eso dirá VaJery Larbaud¡ en 1912 LA LLAVE O SESAMO-ABRETE LA DIRECCION QUE CONVIENE SEGUIR, LA PRI~

MERA CLARAMENTE ESCUCHADA ES UN AMERI-CANO QUIEN NOS LA DA RUBEN DARlO . Se ,ha exagerado el erotismo de Darío¡ porque la

exoltacion amoroso que expresa -y que en mucho menor grado vive- es también reacción espontáneo contra LA PREDISPOS1c\ON RACIONALlSTA¡ que enfría el sentimiento, lo mismo en la vida que en el arte, amar en Daría es

Siempre y con iodo

eH ~<!r y C:O!l la tierra V con el c:ie20,

CGllI lo c~ell'O del! so! y lo oscuro del lodo1

alt'laB' ¡tor loda ciencia y amar por lodo anhelo.

Dicho sentimiento le parece la vía recta del co–

nocer y, algo más¡ la rozón del existir¡ y encuentra el

nexo entre lo corne y el alma

atile el eclesie, supremo aeJo, dioses y besaias ldeieron pac:!o.

Mientras abrazo y beso se hacen síntesis de la

eternidod¡

Q sabiendas de que si la carne tienta con sus frescos racimos¡ 10 tumba aguarda con sus fúne-

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