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« Previous Page Table of Contents Next Page »Todos, los gobernantes de los treinta años respetaron la liberíad de iInpren±a, sal– vo en situaciones anormales, pero ninguno canto don Fernando Guzmán, ya lo hemos dicho. Fué este prócer ian cumplido en el respeto él la prensa, que su gobierno merece considerarse como un verdadero gobierno li–
bre para un pueblo libre. Presentamos otra pnteba de ello.
Cuentan que doña Fernanda Selva, es– posa de don Fernando Guzmán, intervenía en la administración del sucesor de Mariínez; era natural, pues, que a doña Fernanda no le seniase bien que la prensa atacara a su l1."\arido, y que, en su calidad de Presidente, la misl1"\a señora quisiera que el Gobierno diese alguna medida contra los escriíores que ponían de oro y azul a aquel gobernan– te. Un día salieron en la hoja que lnás du– ramen±e alacaba al Presidente unas cosas que pasaban de casiaño a obscuro, y tanto se indignó doña Fernanda, que ésta trató de ponerle remedio al mal. La Presidenta ob– luvo, no sabemos si por dádivas o por ame– nazas, los originales de los adículos en que se atacaba a su esposo, y con ellos en la ma– no se presentó a don Fernando. ,
-Aquí está la prueba, Fernando-dijo triunfante la señora.-Aquí están las firmas de esos excomulgados que van a bofarle si no les pones la pale:tita en su lugar.
-'-¡Fernanda! Fernanda!-dijo entonces el gran Presidente que comprendió lo que su mujer había hecho.-Dame esos papeles. Ya te he dicho, Fernanda, que no :te metas en política y menos con los periódicos. Fernan– da, déjame a mi la política.
-Pero-replica la Presidenta, entregán_ dole los originales a don Fernando -si esto no es política, sino una canallada. Lee cómo te 1ralan.
-La política se compone de canalladas ialLtbién Ferl1.anda.
-Pero te van a botar, hombre, si no les echas un bozal a esos pícaros.
-Que me boten, pero yo no perseguiré a nadie por sus escriios. ¡Boniío estaba el haber ofrecido la libertad en mi manifiesto para venir a matarla después! No, Fernan: da.
y don Fernando Guzmán rompió los ori– ginales, sin fener siquiera la curiosidad de ver las firmas que los cubrían.
El PETATlllO DE DON VICENTE
Don Vicente Cuadra, tercer gobernante de los treinta años, recibió exhausto el Tesoro; pero antes de bajar del capi1olio la situación de las cajas nacionales eran tan prós– pera, que aquel eximio Presidente se pernútió un lujo, el de alfo.rnbrar con un petate una de las piezas del Palacio. Un ciudadano de Masaya, fabricante de petates, sombreros y olras cosas de aplma, compareció ante la Excelencia de don Vicente.
Va a librarse verdadero duelo de precios entre el ciu– dadano y la Excelencia: el masayés los bajará poquito a poco, don Vicente los irá subiendo poco a poquito.
¿,Treinta pesos por un petate, hombre? -decía el re– gateador'? Crees tú que me han dado el bastón del poder para que haga diablos de zacate con lo que no es mío? Confónnate con seis pesos por el petatillo, y aún es Inucho.
-IPeta±illo!-replicaba el masayés. No es petatillo ni petate, sino pelatón, un petate enoune del que pueden salir treinta de los que se usan para cama de casados.
-Bueno, hijo ¿,y cuánto vale un petate para una ca– ma de mairir,lonio'?
-Quince reales, don Vicenfe. Haga usted números ahora y déme el valor de treinta petates.
¡Eso es! Cuarenta y cinco pesos para que el pe±atillo
salga más caro. Don Vicente Cuadra
-Vaya rebajarle dos pesos, señor Presidente: veinte y ocho. -Mejor es que yo te aumente dos: ocho pesos.
-j Ocho pesos! La vida se pone cada día más dificultosa.
-Pero dicen que la palma está bajando. Vamos, recibirás ocho pesos dos reales y me-dio por el petatillo.
-¡Pe±atillo! Diga petatón. Diga petatón. Veinte y seis pesos, señor. -Es delnasiado. La Nación pasa ahora una crisis, hombre, que vieras -Veinte y cuatro, pues .. Digamos diez cerrados. '.
Por último el fabricante bajando poquito a poco, y el com,prador subiendo poco a poquito, uno y otro convinieron en que la Nación pagaría diez y ocho pesos setenta y
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