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z6n los estudiantes.
Desaparecen las nubes que obscurecían el cielo de la paz, y don Pedro Joaquín Cha~
morro y el ejército levantan el campo de Chi– nandega.
MUERA CHAMORRO VIVA CHAMORRO
Qué hombres aquéllos I
Acompañado de su Ministro don Ansel– mo H. Rivas y de un ayudante paseaba don Pedro Joaquín Chamarra por un barrio de Le6n, cuando salió de una casa este grifo:
-)Muera Chamorrol . -Fíjese U. -le dijo en el acto el Presi-dente al ayudante-de dónde ha salido ese muera; y en cuanto lleguemos a nuestro hos– pedaje, vuelve U., averigua quién eS el ±eme– rario y me le conduce a mi presencia.
-Serán cumplidas sus órdenes, señor Presidente-contestó el ayudante.
Una hora después el ayudante llegaba de nuevo a la casa presidencial cap Un hijo del pueblo.
El leonés delante de don Pedro.
-~Tú me echaste el muera?-le pregun– ia don Pedro.
-Sí, señor-respqnde con resolución el leonés-porque era por naturaleza resue1:l:0. o porque estaba algo calamocano.
-¿El mo±ivo?
La misma persona informante de este "recuerdo" nos ha dicho:
-Don Pedro nos cautiv6 con su carácter atrayente: ninguno de nosotros se hubiera separado de él a la hora del combate. Don Pedro se ganaba a todo el mundo.
-Porque U. es enemigo de León.
-y ¿quién te ha dicho que soy enemigo de León~
-Nadie. -¿Entonces?
-Es que U. es hennano de don Fru±os.
-y dicen que don Frutos fué un hombre muy malo con las leoneses.
Sonrióse don Pedro y le reprodujo al me– tropolitano:
-Pues ni mi hermano fué malo con na– die, ni yo soy eneznigo de fu pueblo.
Siguióse la conversación; y :l:ales razones debió de haberle dado don Pedro al leonés, de que él no era enemigo de León, que el leonés salió de la casa presidencial, grifan~
do:
-¡Viva Chamarra!
Hoy que advertir, en obsequio del cora– zón humano, que don Pedro, como úHizno ar– gumento de lo que decía, le regaló diez pe– sos al atrevido hijo de León que le había lan– zado un muera.
UN PRESIDENTE MULTADO
Unos señores italianos le regalaron una lancha al Ge– neral don Joaquín Zavala, cuando éste ejercía la Presiden– cia de la República (entonces debía ser), a la cual lancha le puso "Mercedes" el mismo General, en honor de su pri– mera esposa doña Mercedes Barberena. Zavala no cum– plió con la obligación' que tenía de ma:l:ricular su lancha que surcaba las ondas del Xolotlán, e incurrió, por fanio, en una multa de veinticinco pesos que le nofíficó el Alcal~
de Luciano Or:l:ega, un liberal que no ha de haber querido bien a Zavala. Ortega quiso distinguirse, y se distinguió, aunque no en el grado que el Presidente.
-JFiliberto!-el General Zavala llamando a su ayu– dante Filiberio Avilés-vaya usted a pagar en mi nombre la mu1:l:a de veinticinco pesos que el Alcalde me ha impues– to por faHa de matricula de mi lancha "Mercedes". Aquí fiene usted los reales.
-¿El Alcalde se ha atrevido a multar a Su Excelencia, General?-dijo at6nito el ayudante. .
-JSilencio!-gritó colérico el General Zavala.-El atre– vido es usted y no el Alcalde que cumple con su deber. lA pagar ya!
Aunque estos "Recuerdos" son exclusivos de los frein– fa años, consignemos aquí, como un acfo de justicia, un
caso igual que ocurrió con el Presidente Docfor don José General Joaquín Zavala
Madriz. Este infortunado gobernante pagó la multa de
vein:l:icinco pesos que el Registrador del Estado Civil de Personas, un cochureco, le impuso por no haber, Madriz. dado parle del nacimiento de un hijo suyo y de su esposa doña Hor– tensia Cabos.
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