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ALHAJAS DE BODA

El Presidente Doctor don Adán Cárdenas se iba a ca– sar por segunda vez, y cOrnO don José Pasos pariía para Europa, le hizo el encargo de comprarle allá y traerle en el regresp las alhajas de boda. Pasos cumplió con la re– comendación.

Todo patriota público en el servicio de la administra– ción ídem trata de congraciarse con el que manda, por lo que el Administrador de la Aduana de Corinio, queriendo afianzarse en los estribos, no exigió el impuesto correspon– diente al que introducía las alhajas.

Don José Pasos entrega éstas al Docior Cárdenas, di– ciéndole:

-Las alhajas entraron libres de derechos.

-áLibres de derechos las alhajas que voy a darle a mi novia, don J osé?-admírado el Presidente. -Sí, Dador.

-Pero ápor qué no he de pagar yo el impuesto adua-nero que pagan los demás?

-El empleado de la Aduana dijo que las alhajas en– traban libres de derechos, porque el Presidente era el in– trodudor.

-Pues no debe. ser así. ~Qué dirán mis enemigos, y con razón? Esas alhajas, don José, vuelven a la Aduana

para que sean registradas y aforadas según tarifa. Tenga Doctor Adán Cárdenas

U. la bondad de entenderse en eso, señor Pasos.

y el Dador Cárdenas safisfizo el impuesto de ley por la introducción de las alhajas de su próxima boda.

¡Qué hombres los de antaño! Al Doctor Cárdenas, última reliquia de aquella época, le consideramos muerto.

No sólo este rasgo de delicadeza se cuenta del Doctor Cárdenas. Poco antes de resig– nar el poder en don Evaristo Carazo, Pedro Orliz, uno de sus íntimos, que sabía cuánto el Dador había tomado de la partida del presupuesto para gastos secretos, le dijo, mos– trándosela:

-Está a la mitad, Dador; ~así la dejará?

-Naturalmente-respondió el Doctor.-~Por qué voy a sacar del Tesoro 10 que no gas-taré?

y es que el Doctor Cárdenas fué digno discípulo del Licenciado don Laureano Pineda, ilustre rivense que sirvió la magistratura de la Nación a mediados del siglo anterior, de quien la tradición refiere otro caso de delicadeza, el siguiente que aquí encaja bien. Don Fernando Lacayo, padre del adual Fernando del propio apellido, le hizo un rega– lo, el cual devolvió el señor Pineda con esta misiva:

"Don Fernando: Le devuelvo el regalo que con gusto recibiré cuando descienda del poder, si U. me lo hace de nuevo". IQué hom.bres los de antaño!

JlENTRADORII DEME SU FUEGO

El Presidente don Evaristo Carazo, el más republicano de nuestros gobernantes, iba de la casa de don Alcibíades Fuentes para el Palacio, cuando un soldado de la guardia de éste, bastante ebrio, le dijo deteniéndole: -Entrador, (1) déme su fuego.

,El soldado no conoció al Presidente, tanto por la bomba que se tenía corno porque empezaba a anochecer. Don Evaristo, que llevaba un cigarro encendido, detuvo su paso y facilitó el fuego. Presidente y soldado siguieron la dirección del Palacio, a los pocos se– gundos:

-Entrador, déme su fuegol este cabo (2) no quiere encender. -Tómalo, hombre-otra vez don Evaristo. .

y una cuadra antes de llegar al Palacio, el soldado:

(1) Entrador, compañero. En el Diccionario de Nicaraguanismos damos las otras acepciones de entrador. (2) Cabo, colilla de cigarro. A la del cigarrillo le llaman yegua.-N. del A.

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