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« Previous Page Table of Contents Next Page »-¡Qué ca1;>o iap. malo, enirador! beme su fuego. El Presidente ya no quiso prestar su cigarro al soldado para que éste encendiese el cabo, eino que dijo:
--Ese 1.U puro no sirve.
-Perdone, entrador, pero dén'le su fuego.
-IIontbre, es bueno que vayas a recogerte a .l:u CUél.r~
-[d; élndas muy "picado".
-Vea, enlrador .
-11 iu cuadel, le digo.
Don Evaris±o, que llega al Palacio primero que el sol– dado, al oficial de la guardia:
-Vendrá un pobre lnuchacho tan "descompuesto," que sin cOl1ocirniento de quién soy yo me ha pedido fue– go. Aquí viene.
¡Córno!-indignado el oficial-¿Pedirle fuego a S. E.?
¡Airevido! Cien palos voy
él darle.
--¡Qué es eso de palos!-el Presidenie--U. no le cas~
ligará.
Entonces el soldado, que reconoce él. don Evaristo, se
o. naja a 103 pies del l'l'lagnánírno Presidenle y le dice 110–
reJllelo:
-¡Señor! Más de cien palos m.crezco por mi a:l:revi– miento.
--Levánlarc, hombre-don Evexisjo al soldado- Joma eSÍa pudto V veíe él. acostar.
y al oficial:
-Ordeno a usied que 110 me l1asiigue a esle soldado.
Don EvalÍsto Carazo
DON EVARISTO, DON BERNA BE
Y LA MAQUINARIP\ DEL DR. SAI\lCHEZ
El Lic. D. Bernabá Porlocarrero, padre, fuá Ministro de Hacienda del Presidente don Evaris±o Carazo.
Era don Bernabé algo así como un torno segundo de don Vicente Cuadra. De ese ín–
tegro servidor de la Nación dijo en el Congre– so un dipu:l:ado, Mariano Zelaya Bolaños, si lnal no recordarnos, que don Bernabé, al re:l:i– rarse del puesto, dejó una cantidad de dinero a la orden de la Tesor.ería General, "por si acaso, dijo, había dado indebida1nen±e alguna orden de pago".
Pues durante la adminislración de don Eval"is±o Carazo, desempeftando don Bernabé el Minis±edo de las Tentaciones, el Dr. don Fernando Sánchez inirodujo al país una 1'na– quinaria para mover :l:rapiches por el agua.
El Dr. Sánchez pretendía, con razón o sin ella, no pagar el impuesto aduanero por dj~
eha introducción; y como tuviese alguna difi– cultad al respado en Corinto, llevó el caso al Ministerio de Hacienda.
-Tiene U. que pagar-le dijo don Ber– nabé.
-Señor--le replicaba el Dr. Sánchez-es una maquinaria, y por la maquinaria no se pagan derechos
-No es maquinaria, y debe U. pagar– contradecía el Minisiro.
Maquinaria, don Bernabé¡ ahramos un deccionario.
-¿Para qué, si no es maquinaria? Con ese irasto vienen calderos y airas cosas.
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-No son calderos, sino calderas de la nlélquinaria, adherenies como las otras cosas.
-Lo misnto da calderos que calderas. -No es lo mismo, don Berrtabé; abra-mos un diccionario.
-No hay necesidad de eso, sí son adhe– rentes, lo rnisrno es caldero que caldera, ma– cho que h81nbra¡ y advierto a U. que "adhe– rente" no es maquinaria, abra ahora un léxÁco, el que quiera. Tiene U. que pagar,
doc.!:or.
Es.!:e ocurrió a don Evarisio.
-Creo, mieniras no hable con Bernabé -le dijo el Presidenie-que la razón esiá de fu parle¡ pero debes saber, Fernando, que yo
no quiebro con Bernabé por una maquinaria,
ni por nada. SelÍa retejor que pagaras.
-1 Pero don Evaristo!
-Bueno, Fernando; vaya hablar con Bm:nabé. Vuelve mañana.
Al día siguienie don Evarisia al Dr. 8á11.·
chez: .
--Lo siento mucho, Fernando: vas a ie– ner que pagar. Bernabé dice que ni tu tras– io ni los adheren tes son maquinaria, y que por lo menos el caso es dudoso.
-Pues si hay duda debe resolverse a mi favor.
-Así le dije a Bernabé¡ pero él alega que la Hacienda es la pobre, la madre, la paríe débil por supuesto, y que tú eres el ri–
co, el hijo, el fuerte por lo tanto. Conque, vé a pagar, Fernando.
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