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lamente a su casa. He resuelto dejar a mis enemigos en completa libertad de acción para que conspiren y me hagan la guerra ¡ así acabaremos de una vez. O me votan o los ven-zo, Y todos que~aremos fré;mq"!lil~s. .' , Muy ele manana del dla O1gu1ente el ermsano don Cleto regresaba a Lean. -IEstam.os descubierios!-dijo a Jerez y demás revolucionarios.

y les refirió lo que le había pasado.

Algunos, en cuenta don Cleto, Se escondieron, temerosos de ser capturados; pero como trascurriesen días y la autoridad no daba señales de echar a la cárcel a ninguno por cues– fiones políticas, don Cleto fué el primero que salió a la calle. Era cierta, pues, la deter– minación de don Fernando: éste quería acabar de una vez, como se expresaba.

Don Fernando decía con mucha razón (véase "La conspiración del Gral. Vélez) que Vélez no sería el primero que se lanzase contra el Gobierno, sino Jerez, y que la guerra no estallaría en Managua, sino en la melrópoli: el 24 de junio de 1869, Jerez, Oliva y otros asaltaron los cuarteles de la an±igua capital.

Don Fernando triunfó por este o aquelmoo±ivo, y don Cleto Mayorga fuá uno de los re~

volucionarios que huyeron a El Salvador.

Una Junta de defensores del orden-hablarnos en lenguaje gubernamental-cayó so– bre los bienes propios. de darla María Rivas, porque don Cleto no había dejado ninguna cosa que pudieran confiscarle. Aquellos patrioias creían en su desprendimiento por ayu– dar al Gobierno en las necesidades económicas, que, a faHa de don Cleto, su esposa debía pagarla. Doña María protestaba, alegando que era de su exclusiva propiedad lo que los patriotas querían arrebatarlel y entonces el gobernante vencedor, que se había irasladado a León inmediatamenle después del tratado cl,e Pueblo Nuevo, intervino para que la des– prendida Junta no se consurniese en el "fuego del orden" que la abrasaba: ordenó que no se molestase en lo mínimo a la esposa de don Cleto.

Este que, COlno hem.os dicho, estaba en El Salvador, supo el buen comportamiento que su enemigo político había observado con doña María, librándola del desprendimiento de los patriotas, algunos fina.ncieros, por supuesto, porque lo patriótico no quila lo financiero; al contrario, corno que lo pone En±onces don CIelo, lleno de emoción y gratitud, or– dena a su esposa que consiga y le mande un retrato del Presidente Guzmán, del cual retra~

to dio a hacer después varias docenas de fotografías para repartirlas entre los salvado-reños. ,

-Este es don Fernando Guzmán, el Presidente de mi patria a quien le hicirnos la revo– lución -decía don Cleto a las personas obsequiadas con el retrato, refiriéndoles lo ocurri~

do con su esposa.

TATA PEDRO, ¿ME DA MEDIO?

EL presente es un recuerdo personal mío

I pero lo pongo en esta obra, porque el heche;> que' lo constituye ocurrió con don Pedro Joaquín Chamarra cuando su célebre visita a León. '

Ya hemos d.icho que don Pedro sabía atraer a los hombres, ¿cómo, pues, no iba a airaer a un rapazuelo °de ocho años como yo?

,A iíhüo de sobrino político de don Pedro entraba con frecuencia en la casa presiden– cial, casa que era entonces de don César Cos±igliolo y que hoy pertenece a don Heliodoro Arana I y en cuanto veía a don Pedro me le acercaba y:

-Ta±a Pedro, ame da medio?

y don Pedro iba sacándose monedas de plata de los bolsillos del chaleco, hasta no dar con una de cinco ceniavos, la que me entregaba, preguntándome:

-~Cómo está la Juanila? La Juanita era mi madre. -Buena, tata Pedro. -"Saludámela" .

-Bueno, tata Pedro. ¡Adiós, tata Pedro 1

-(Adiós, hijo! o

y seguía llegando a la casa de don César Costigliolo. aPor el don con que atraía D. Pedro? ¡Quiá! Iba yo a dariné cuenta de don alguno que no fuese don Pedro! Para: -Tata Pedro, ame da medio?

y . ±ira, digo, medio seguro, . . -Don Pedro regalarle sólo medio a un sobrino- dirán.

Porque no saben 10 que entonces, especialmente en León, valía medio. -Medio vale medio en todo ±iernpo-seguirán diciendo.

No, señor. Medio valía :medio antaño; pero el m.edio de ogaño no vale lo que valía

~l de. aquel tiempo. Aun suponiendo que el medio de ahora sea de córdoba, no puede este 19ualarse al otro de plata, porque la plata, en los tiempos del hilo, de los "polveros"

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