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UN RASGO DE JEREZ

El Dodor y General Máxim.o Jerez, más docior que gene– ral, luchó en Su vida política entera por la Unión Centroame– ricana; todo lo consagró al logro de esta idea: su saber, su pet'sona, su valor, sus prestigios, cuanto en él que valiera, y valía mucho. Jerez no ambicionó jamás la Presidencia de Ni– caragua; si algún día pensó en el capitolio, és1:e debe haber sido el de Centro Antérica. Si aceptaba auxilios para derrocar a un gobernanie, era con la condición de que caído ésfe, se darían los pasos que condujesen a la Unión. Creeu10s que si Jerez iriunfa en 1354, la historia contaría hoy con aira cruza– da unionista, la de Jerez y el Presidente hondureño que le auxilió, Cabañas. Era locura lo que Jerez sentía por la Unión centroamericana, por su "organillo", palabra con que se burla~

ban de él sus adversarios. "Loco" le llamaban éSlos, y don Enrique Guzmán le llamó "loco sublime" cuando fué su admi– radoi-. Digamos también que Jerez comprometió más de una ocasión su pafrioiismo por el "organillo". Persona que tiene

por qué saberlo (el Gral. G.... } refiere que Guardia le ofreció Gellelal Máximo Jerez

armas a .Jerez el arlO de 1876 para que botase a don Pedro

Joaquín Chamorro, con la condición de que, lanzado del poder, Nicaragua y Cosía Rica ce– lebrarían un tratado por el cual esta úliima República tuviese dominio sobre el Gran Lago: que Jerez convino en ello, pero si Guardia le secundaba en la campaña unionista que su– cedería al derrocamiento de don Pedro, lo que el ±ico acepló; y que, no agradándoles ese convenio a Jos cOlnpañeros del "loco sublime", más nicaragüenses que músicos del "orga– nillo", el "loco" les hablaba

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-y equé importa que parlamos el Lago con los costarriqueños, o les demos ofra co-sa, si la Unión está hecha~

¿Culparemos a Jerez'? No, que era loco a jujcio de admiradores y adversarios. Apar– fe de esto, el "loco" sacrificaba un patriotismo local, el nicaragüense, inferior, según él, al centroamericano del •'organillo".

Una de las causas porque paró en nada la célebre Falanje que Jerez, con el auxilio de Darrios el guaiemalteco, organizó C011.1:ra don Pedro Joaquín Chamarra, fué el asunto pre– sidencial, verdadero rorC\pecabezas de nuestros prohombres, carísimo ídem del pueblo. Un falangino, como para zanjar la dificul±ad:

--Usfed, Gral. Jerez, debe ser el Presiden1e dijo.

-¿Presidente de Nicaragua yo'?-replicó enionces Jerez-aYo debo sus±i±uir a don Pe-dro Joaquín Chamorro'? Conque UU. creen que sólo para colocanne en su lugar me he le~

vantado con±ra él'? Pues están equivocados en cuanto a los rnóviles y el fin de la revolu– ción que quiero hacerle a don Pedro; y si la idea de UU. es que mi persona ascienda El. la Presidencia, sepan que Máximo Jerez no es más digno de gobernar a Nicaragua que don Pedro Joaquín Chamarra. MAS RASGOS DE JEREZ

Haya o no haya conocido el General Jerez el valor de la moneda, vamos a referir afros dos rasgos de ese soñador de la unión cenfroamericana.

Después del frafado de Pueblo Nuevo, hoy La Paz, el cajero de la Revolución puso

mil pesos a la orden del General Jerez. ¿,Acepfólos éste'?

-No puedo recibir ese dinero-dijo-cuando la guerra ha dejado ianta viuda y tanio huérfano. Repár±ase enfre los más necesitados.

y el General Jerez no tenía un centavo para salir del país. Y a su secretario el Dr. don Fernando Sánchez:

-Tome U. mi revólver y mi reloj, y vaya a solicitar de Mr. Thomas cien pesos sobre ellos. Le enfrega U. cincuenta a mi esposa y el resto me lo frae, pues lo necesito para el destierro.

-¡Cómo!-exclamó Mr. Thomas, al pedirle el Dr. Sánchez cien pesos sobre el rev6lver

y el reloj del General Jeraz.-aUn hombre que ha sido dueño de un ejército necesi±a dinero para salir de su patria'? Lléve1e U. al General Jerez el revólver y el reloj, y aquí están mil pesos para su viaje; y dígale U. que a doña Paula 11) nada le hará falla. Es mucho -le dijo el Gral. Jerez al Dr. Sánchez, cuando éste le llevó ochocientos pesos de los mil, pues a doña Paula le había entregado unos dosclentos.-Voy a tomar cien y el resto se lo devuelve a Mr. Thomas con mis agradecimientos.

Por supuesto que el General Jerez le pagó los trecientos pesos a Mr. Thomas, aunque el generoso yanqui se negaba a recibirlos.

Por esios rasgos se ve que el General Jerez le concedía valor a la monedal pero, por airas, para él nada valía la moneda.

Conservadores o liberales, ¡qué hombres los de aquellos Hempos!

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