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« Previous Page Table of Contents Next Page »LA CASA DE DON PEDRO BLANCO
La llegada de los padres conscriptos a la capital era un gran acontecimiento en época de la administración del General Marfínez, sobre todo la de los occidentales que viajaban en carreta, quienes no abandonaban ese vehículo ni en el trayecto entre Móabifa IMo– motombo) y Managua. Los de Chontales y las Segovia¡; venían en fueries y mansas mu– las, y los de Oriente y Rivas .generalmente a cabano.
La entrada de Zapeda, Salinas, Sacasa, lv10n.l:ealegre, eic. era curiosa.
Don Pedro Blanco, hombre rico y dueño de una de las n"l.ejores casas de Managua entonces, en la que se halla la Biblioteca Nacional y que ahora pertenece al Estado, y don Francisco Fonseca, caudillo managüense conocido popularmente por "Tío Chico", amigo Ínfimo de Marlínez, estaban preparados, desde una semana an.l:es, para recibir a los pa– triotas occidentales.
Se hospedaban éstos, menos Moniealegre, huésped jurado de don Federico Solórzano, en casa de don Pedro Blanco. La de don Federico, aunque se la tenía por un edificio de primer orden, no era antaño ni la sombra de la que llamamos hoy la Mascota. El Tío Chi– co se encargaba de las carretas en que Sacasa y sus colegas de Occidenfe venían caba– lleros hasta la plazuela de San Sebastián. Aquí se apeaban. A todo el mundo les decían don Pedro Blanco y el Tío Chico: -Ya viene el Congreso.
-Mañana está Zapeda eri Managué!-.
-Hoy tenemos aquí a don Basilio Salinas y don Mariano Montealegre.
-aNo van Uds. a la plazuela de San Sebasi:íán a esperar a don Juan Bautista? Don Pedro Blanco y el Tío Chico eran los hombres más afanosos el día que llegaban los represen.l:antes occidentales. El Tío Chico gri±aba:
-lEa, m.uchachos! Echenles bastante zacate a esos bueyes!
y Blanco en su Casa:: -¡Aquí con esa hamaca I -Cuidado con los cofres!
-'-¡Pronto el almuerzol .
UiloS esperaban en la plazuela a lps padres conscriptos y con ellos llegaban a la casa de don Pedro Blanco, otrOs los aguardaban en la posada. -Adiós, don Basilio! eCómo quedó la señora? -Buena, para servir a, U. -,Adiós, don Juan Bautista! -(Adiós, hijal
-e,Y el Lcdo. Zepeda? ¡Allá viene
-1 Aquél es don Maril:ino!
Y llovían visitas en la casa de don PedrO Blanco. Los primeros don Federico Solór– zano, don Hellodoro Solórzano, don Heliodoro Rival;l, el cura Villavicencio... Un ayu– dante llegaba, de parie del Presidente, a preQ'tmfarpbi' la salud de los respetables viaje– ros. .. Algunas viejas preguntaban si la carr~ta se había volieado, si don Basil~o, por–
qUe estornudaba, estaba consfipado . Oespues llegaban tanlbién el general Martínez, sus Ministros . .
Al día siguiente, a misa los huéspedes de don Pedro Blanco, que solían oír dos con la de tropa los donringos.
,Cuántos problemas políticos no se resolverían o discutirían en la casa de don Pedro
Bla~co!
MAGNANIMIDAD
. !?espués del fracaso de Jerez en el asaBo a Granada. (1854) por el punfo de Pueblo
Chiqu~±o, asalto a que se lanzaron los democráticos y los hondureños auxiliares que trajo el C~ronel Licona, y habiendo as.l:e parlido con su diezmada fuerza para Chontales, de los ileteCl€mtos u ochocienlos hombres con que Jerez aiacó el primer día, se deseriaron muchos,
e~al1.do, dicen los historiadores, lo que ellos llan1.aban "su bo:r11'l", resu1±ado del merodeo. El Je~e democrático, pues, no disponía de tropas suficientes para cubrir todas las entradas
y sahdas de la ciudad, y se limitaba, por lo tanto, a mandar reducidas patrullas por el la– do de los pueblos y por las playas del Gran Lago, dirección a Chontales, para impedir que le llega!len víveres a la plaza. Una de esas pairullas, refiere Oriega Arancibia en sus "Cua– renta anos de hisloria de Nicaragua", salió por Tepeta.l:e y capturó a Pedro Rivas y al criado que le acompañaba. Pedro Rivas era hermano de don Anselmo Hilario del propio apelli– do, a la sazón engrillado en las cárceles de la metrópoli, y joven muy apreciado en el país por sus bellas prendas de ilustración y de carácter, al mismo tiempo que un incontrasta~
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