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ble devoto de la familia de Chamorro, especialmente del héroe de la SuUana del Gran Lago.
La caplura de Pedro Rivas era de grande importancia, y
por desgracia para el hermano de don Anselmo quiso Jerez contesiar el decreto de O de mayo de su adversario, por el cual decreio don Fl uio mandaba que fuese fusilado, "nin más trá– miie que su pronta ejecución", todo aquel a quien lomasen con allna en mano o:tocando al Gobierno. Un consejo de guerra condenó a muede a Pedro Rivas y al criado, y Jerez confirmó la bárbara sentencia: amo y criado perecieron en el cadalso. Digamos que capiuraron al hennano- de don Anselmo cuando iba para Juigalpa a hacerse cargo de la Subprefectura de Chon– 1ale5. En diciembre de 1854 Chamorro pagaba en la misma rl\oneda esa iniquidad, fusilando a dos oficiales de la columna hondureña que fué derrotada en Jinoiega el 2 del mismo mes, con lo que don Fruio llevaba a efecio también su terrible de– creio
Para 11egar al "recuerdo" que intitulamos "Magnanimi– dad, recuerdo" que referiremos en pocas palabras, nos ha sido necesario salirnos de los Treinía Años, pues de otro modo no podríamo.3 presenlar un hecho magnánimo de don Anselmo H. Rivas, uno de los principiales hombres de aquella época: don Anselmo, el brazo derecho de don Pedro Joaquín Chamarra, perdonó
él Jerez, el vic±imario de Pedro Rivas, le iendió la mano y aun se senió a la mesa con éL
En los Trein±a Años abundan rasgos de magnanimidad, y tal vez sea superior al de
dOl1. Anselmo esíe airo que pasó en' Meiapa.
El Coronel B. ., que había ±omado par±icipación contra el Gobierno en la guelTa de Guzmán, nombre con que se conoce comúnmente la de 1869; enira huyendo, pues le per– siguen por asunios polí±icos, a la casa de don Francisco Artola, hermano de don Pan±a– león Adola a quien B , que encabezaba una escolia, había asesinado. Don Francisco esconde a B . , eviíando así la captura, y después le facili±a bes±ia y dinero para que se escape; pero don Francisco, aunque, como don Anselmo, perdona también al matador de su he~ano, Se niega a la reconciliación que B . le pedía por caridad. ~Por que, dirán, es super~or este rasgo al de don Anselmo? Porque, respondemos, las circunstancias en que se encontró don Francisco no eran siquiera parecidas a las de don Anselmo. Los que cono– cen ambos hechos sabrán por qué.
LA EXPUlSION DE LOS JESUITAS
No nos referimos él. la expulsión que llevó a cabo el gobier– no del Gral. Zavala.
Durante la adminisfración de clon Vicente Cuadra llegaron al país los jesuífas expulsados de Guatemala por el Gral. Jus±o Rufino Barrios.
Es:l:e, que tenía de las narices a los gobiernos de El Salva– dor y :Honduras, quiso imponer su soberbia al de Nicaragua; y al efecto, llegaron a la cancillería nicaragüense, que estaba a cargo de don Anselmo H. Rivas, ires comunicaciones en que se pedía a nues1ro gobierno la salida de los jesuítas: una del Minis±ro de RR. EE. de Guatemala, el Dr. Lorenzo Montúfar, parécenos, aira del de El Salvador, Un colombiano, don ó Dr. Juan Nepomuceno Venero, y otra del de Honduras, también don o dodor, cuyo nombre no hemos querido averiguar, pues nada ganaríamos con saberlo, que para el caso lo mismo da Eme±erio que Casiano.
El señor Cuadra, para contesiar con el mayor acierio de– mandantes, reunió en la casa de Gobierno de Managl.la una Jun±a de verdaderos No±ables, que la compusieron, el Gral. don
Máximo Jerez, por Rivas, el Dr. don Tomás Ayón y el Licdo. Doctor Tomás Ayón
don Hermenejildo Zepeda, por León y don Fernando Guzmán
y el Gral. don Joaquín Zavala, por Granada. Don Anselmo formó parte de ella como Mi– nistro. Presidióla, por supuesto, el Presidente.
Hablaron Ayón, Zepeda y don Anselmo con la lucidez que debía esperarSe de ellos, diciendo que la Caria Fundamenfal permi:tía la entrada al país a iodo exiranjero, y qu~
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