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« Previous Page Table of Contents Next Page »interrUllillidas aquí y allá pOl' pequeños y al'tísticos jalo dines¡ recepciones, paseos, instituciones, monumentos, el Potomac bordeando silenciosamente la ciudad cos– mopolita, con la pel'enne sugestión de Jluestros tiempos belicoS¡ amigos en el campo de mis afectos; y vos mis– ma Aglae, por sobre todo ello, dando con vuestra gra– ciosa presencia brillantc colorido y animación a tanta escena como acude ahOl'a a mi illemoria con los siem– pre frescos aromas del cspíritu, haciéndome exclamar con de Musset: "Oh, poder del tiem}lO, l'ápidos años _que borrais nuestl'os Hantos y pesares- la compa– sión os mueve, y os impide-llevar también nuestras mal'chitas rosas!/'
y una de estas marchitas nOl es es cl recuenlo de nuestra visita a Soldier's Home, lino de los más ame– nos y edificantes paseos con que cuenta la ciudad capital de Estados Unidos, a donde llegasteis sencilla, casi sevel'amente atavIada, sin el más leve asomo de ostentación como no fuese la expont{mea e inconscien– te de la dulzura animando vuesto rosb'o, V la de la gi'acia rodeando vuestra dignísima personalidad, del halo mistel'ioso e irresistible de la seducción. Fuisteis allá como Hada genelosa a prodigar vuesh'as dádivas tle año nuevo a los mutilados inválidos de nuestro ejército, como ofrendas pl'opiciatorias de vuestra ad– mÍl'ación y dc vuestra bondad, y terminada la }liadosa y noble misión en la que me hicisteis dcsempefiar, de mi mejor grado, el cargo, de limosnero pro tem– pore tomasteis con viveza el bl'azO que os ofrecí, y alegre como un pájaro en los días primaverales, ibais susunando canciones favoritas, mientras discurriamos al azar por las veredas casi borradas por la nieve, has– ta llegar frente al abra del bosque, a cuyo fondo se ve, allá a lo lejos cual si fiJ.ese una vista panorámiCa de espléndida belleza, el blanco Capitolio bañado dc las suaves luces matinales.
Es Harold Mc Grath, quien ha dicho estas felices palabl'as sobre la mujer americana repl'esentada por su héroína Betty Annesley: "aquel caminar lible y segui:o era marcadamente americano, Ah, el encanto
d~ estas mujeres a quienes llamo, ol'gulloso, compa– tuotas! Vienen, van, sin inútil compañía, animosas sin audacia, confiadas en sí propias sin jactancia: inimi– tables!' Cuán amable debió haber sido la disposición de la Natul'aleza en aquel día que tales moldes hu– manos fUeran creadosl" Viendoos conduciros como si
.f~e.seis la personificación ideal del elocuente pene– gU'lCO que acabo de transcl'Íbh'os en vucstro honor dis?ul'limos largamente sobre las excelenoias y pe-: cullar Seducción de la lUujer amelicana, ahibuvéndola vos a la educación y a los instintos de raza desarro– llados bajo el régimen den uestras institucioncs y cos– tumbres, en armonía con la libertad tan solo cohibida
POI el equilibl'io erigido por general asentimiento en Icy común, ent1'e el derecho y el deber de cada una de las individualidades que entran a fOlmal, no la ma– sa el:l1brutecida e ignorante, sino el cuerpo ilush'ado por Estas y otras nociones cívicas y sociales que inte– gran la nacionalidad americana.
Detalle característico de estas Instituciones es la preeminencia quc en todas las capas sociales y en to-
da circunstancia goza la mujer americana, gal'antizada 110r la l'espetuosa y, en verdad, galante consideraci' tlel sexo fuerte, que colectiva e individualmente Ob
on
e~.
fuerza de ~ábitos
tradicionales de eficaz prote~~
Clon y de cortes deferencia por la mujer, títulos es– tos de hombl'ía y caballerosidad que tanto dignifican
y elevan al varón americano. Así, reina la mujer en sociedad y en el hogar, con las especiales prerrogati– vas de su sexo, como en ningún otro país del globo alto pues~o en que la coloca la nacional hidalg nia, ; al que aSCiende naturalmente con las aspil'aciones siem– pre crecientes por el estímulo hacia su mejoramiento
co~o compañe.ra. ~el hombre y señora de su hogar, y haCIa la amphaclOn de sus oportunidades personales en la esfera de sus capacidades, o !lomo fuerza con– tribuyente en el movimiento de desarrollo general ele– vando pOr este medio cada día cl nivel intelectual y moral de la nación con la fm'madón del alto caráctel'
y excepcionales cualidades de la madre, principio in– dispensable según el conocidísimo pl'ecepto que el ge– nio mutiforme de Napoleón encareciera a Madame Campán para la educación de la niñez y dirección de la juventud, pudiéndoos citar a porrillo los tan co– munes ejemplos de hombles que han reflejado en Sil
pliSO por el mundo las bellas o defectuosos condicio– lles matel'nales como Enrique IV educado pOI' su ma– dre Juana de Albret¡ Lamaitine, que atribuía a la in– fluencia maernal las má~ hermosas creaciones de su genio¡ Luis XIV, que hel'edera de so madre las li–
viandades de cai'áctei" y los instintos de sensual cor– tesanía y Voltaire, que llevaia en su espílitu la im– presión imborrable del genio sutil y vivaz de su ma– terno ascendiente.
La mujer amelÍcana tienc, como las antiguas es– pai tanas, sus Ibas y torneos de gimnasio en donde el cuerpo adquiere, desde los primeros año~, vigOl, elasticidad y lozanía desarrolla sus facultades men– tales en magníficos colegios o enb'a ell franca com– petencia en las aulas universitarias; en el hogar, se atiende a la educación doméstica, a las sanas inspira– ciones del corazón, a un refinamiento de sociabilidad que en la mujer de l'ango raya en dotes fascinadOles de gentileza y de cultura que la hace capaz de ri– valizar ventajosamente en el campo de la espiritua– lidad con las más agraciadas y adorables mujcres del mundo. Y así, prestase la admirable genialidad de la mujer americana, lo mismo para luch' sus aptitu– des ~rofesioneles o disposiciones artísticas, como pa– ra br111ar en los nobles ejercicios de abnegación y de humanidad, como para triunfar en los más atildados salones, como para emgellecer y reinar en su más útil si modesta esfera del· hogar, enalteciendo sus bondades con los encantos subyugadores de la inteli– gencia, de la belleza, y de la espiritualidad. c Hemos visitado hoy algunas de las escuelas de niñas de las muy pocas que hay en la ciudad, y si bien la mayoría de las maestras cumplen su cometido a conciencia y del modo más meritorio, encontramos esta enseñanza un tanto defectuosa y deficiente si atendemos a los elementos y al objetivo principal de la educación, cual es, el de la formación de la mujer que responda en primer término a las exigencias pl'ác-
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