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ticas del IIOglU' en sus varios y gl'andes atdbutos; Y

segundo al embellecimiento de la sociedad 1101' su pro– llia pel'fectibilidad. Kant decía que la educación era el perfeccionamiento del individuo por el mayor de– senvolvimiento de sus facultades: desarrollo de aquella capacidad que tiende a lo útil; desan'ollo de aquella que tiende a lo bello, -altas condiciones de educa– ción a que tiene l1erfecto derecho la inteligente y es– piritual mujer nicaragüense, como cualquiera otra mujer del mundo civilizado.

Hay, por desgracia, en estos países lIn espÍl itu _de imitación Y asimilación, 1101' así decido, de extranas leyes que sel'Ía 1101' todo llUnta aplausi1Jle si siemlne se ajustasen a sus necesidades y a sus circunstancias Es ciel tamente l'idíClllo y desconsolador ver sómo ni– ñas de corta edad que apenas comprenden l'udimen– talísimas nociones (le las cosas, se les haga girar en un círculo de fastidiosa inutilidad tan solo por ceñhse a los sistemas reglamentarios, sin conseguirse otra co– sa que atestar la memoria de fútiles detalles que luc– go olvidm'án, descal'tando del modo más absoluto la base fundamental de toda educación, a saber, el (lesa– 1'1'0110 gradual pero seguro de la razón, Los conoci– mientos se adquieren siempre, no importa si la adqui– sición sea de lenta progresión. l,a l'azón si no se em– )lieza a desal'rollar desde la niñez, jamás cobr~rá tem– prano, y al fin h'as grandes labores, la triuJ1fante y enérgica firmeza que viene a ser después como UII

l1esideratum para la formación del cal'áctel' y para la Idoneidad y perfeccionamiento del ciudadano. Yo no pediría otl'a cosa para el tipo de madre ideal que el ilespejo e ilustl'ación o cultivo de la razón ennoblecI– da pOl' la moral y dulcificada por la ternura y la bon– dad.

Acerqueme a una niña que parecia recitar SltS lec– ciones con desenvoltura y pl'ecisión, y con el bene– >lácito de la maestra le hice algUnas simples y pl'ác– licas preguntas que la pobrecilla, salida de su carril l'lltinario, no supo contestar atinadamente. y sin em–

~al go, el'a una niña de indudable inteligencia, cuya no el'a la falta de un positivo aprovechamiento, sillo de la aplicación del sistema a que se esclaviza la ni– ñez y justo es decirlo, de ciel'ta indolencia, imliferell– cia y desapego de algunas maestras quienes, a su vez siguen la l'utina de enseñanzas a que están habitua– das, Necesitanse dos requisitos esenciales para el pro– pio y digno desempeño de tan ar(luo magisterio: me– recimientos pel'sonales y generosa remuneración; y

una vez cumplidas ambas condiciones, alejar la mira– da fiscalizadora y escatimadora de la modesta per– sona del maestl'o, y concentrarla con diligente afáu en las generaciones que Cl'ecen a la luz, bajo su mano bienhechora, Mildred se acercó también a una c11l– quilla (le cinco a seis años de edad que estaba a pique de llorar pel'dida en el confuso label'into de la anato– mía humana, y besándola sobre la bien formada fren– te, le pidió le escribiese, y le leyese enseguida un tro– zo a grandes letras no acertando desde luego la iuo– cente y linda víctima del fál'l'ago anatómico, ni con el cancaneo habitual de las p1'Ímeras lectlllaS, ni cou el esquineado ga1'l'apateo de las primeras letras. Y cOmo la anterior, era una lista y vivaracha alumna

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cuyas felices disposiciones no necesitaban de otla co– sa que de más apropiada dirección, Mr. Carlls le ob– sel'vó C01l mucha opOl'tunida(l que la implantación in– consulta y riglll'osa de ciertos sistemas extralljel'os. le causaba el mismo efecto que la haría el estable– cimiento de los invernáculos de los climas fríos de Estados Unidos y de Enropa para el mejor desarrollo de la floricultura tl'opica!. Está bien el desenvolvi– miento concéntdco, por así llamarlo; lo que está mal es la absurda aglomel'ación (le inútiles asiguaturas en algunos de los circulos o grados COll lastimoso de– tl'lmento de esencialisimas materias que, al fin y a la postl'e, vienen siendo la única y positiva euseñanza de la mujer nicaragiiense. o

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Stapfer, Pestalozzi y Girar(l, que tanto hicieron POlO el alto (leSal'rollo de la educación en Suiza, es– taban plenamente convencidos de que las escnelas tie– nen 50bl'e todo el mérito de los maestros que las di– l'igen, En este sentido, convendría primelo la Cl eación de un buen instituto de maestros; !Segundo símplifi– cal' los requisitos aho1'3 establecidos de los vados gra– dos en armonía con la edad y el objetivo práctico a que se tiende, En el pl'Ímer circulo lo precisamente rudimentario y elemental, en el segUDll0, la introduc– ción atinada de un nuevo elemento de provechosa educación y así sucesIvamente hasta los más altos gl'a– dos en que cupiesen aquellas oh'as enseñanzas que completan y embellecen la labor de educación ele– mental y que cada cual puede enseguida ensanchar COll más altos vuelos en oh'os centl'os y en otras CODl1icio– nes.

Michelet se didge elocuentemente a las madl'es, encareciendo la e(lucación de las hijas en el hogar, fa– miliarizándolas y habituándolas a los grandes deberes que está llamada a desempeñar al trasponer los um– blales del soñado reino, así eu la vida doméstica co– mo en la social Cierto es que en los l)aíses tropica– les la niña se transforma en mujer en breves años, y

cierto es también que la vanidad y el mal entendido amor paternal apl'ovechan muy poco esos cOl tos años de transición en beneficio de la niña, anticipáDllose– los a la incipiente mujer oar haciéllll01a concun'ir a los bailes y otras inapropiadas distracciones sociales, ora estimulándola inconscientemente sin duda, por la agre vía empavesada de palmas y de flores con que el mundo corona a la naciente belleza y recompensa el deslumbre del elegante aderezo de chispeante pedre– l'ía y de crujiente y reluciente ajuar,

Una escritora americana ha dicho estas sencillas palabras que encienas sin embargo una verdad, y tlna advertencia para la juventud: "Si conducis al al– tar a una ligera y vistosa mariposa, es en vallO que al salll' de la iglesia la querais convertir en la lnujer práctica y (loméstica". Edúquese pues a la mujer pal'a que pueda llenar cumplidamente estos deberes pl'l– mOl'diales de las diversas atenciones del hogar; edú– quescla en la prudencia, la tolerancia y la bondad; y

edúquesela también de modo que sea ena misma capaz de al'monizar su espíritu COn la ilustrada y culta in– teligencia del hombre 5upel'ior a quien el destino la ligue con los lazos de himeneo, procurando subir siem– pre hacia el más aIto nivel del consagrado compañe-

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