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lO de su vida, pues no habrá jamás comunidad de al– mas entre dos seres que no $e compeneb'an nunca, por la enorme disparidad que luego se hace (1010rosa– mente aparente, en facultades, en instintos en cnUu– la y educación así moral como intelectual; o por el contrado, estimulando discretamente hacia ella, en lo posible, al ser inferior cuyo nombre adopta y a cuya suerte une la suya merced al asentimiento matrimo– nial.

Decía el abate Constant estas sentidas y hermo– sas palabras que os transcribo confiado a mi memo– l'ia: "Ignoramos aún cuanto vale la mujer. porque desde Sil nacimiento hasta su muerte. la sociedad le cierra la boca y el corazón; la enseña a fingir y a di– simular; deja su inteligencia viciosa y enerva su na– tUl'31eza para hacer de ella un instrumento de placer

AM ¿cuándo recibirá la mujer una educación fl'anca

'y liberal? ¿Cuándo se dará desRl'I'ollol a su inteligencia bajo la sola garantía de su corazón?" Elevar la con– dición de la mujer es elevar la condición de la socle– dad; deprlmiéndola, empobl'ecemos y rebajamos las generaciones venideras. La mujer rIgera el destino de la humanidad, dulcificando las costumbres; embelle– dendo con sus gl'acias adorables la triste y dolorosa marcha del hombre por la esteril estepa de la vida; ejecutando e inspirando los más nobles y grandiosos hechos; y soplando con las alas del amor en la hor– nalla del genio, o entrando ella misma, ángel de be– lleza y de luz, en las l'egiones olimpicas de la inmor– talidad.

La sabiduría de la educación esb'iba no en sofocar las impulsivas fuerzas de la naturaleza, sino en diri– girlas buenamente hacia un sano y elevado Pl'OPÓSito, Amplíese el estrecbo circulo en que gira forzadamente la mujel' nicaragüense dentro del cual no le es dable el desarrollo de sus brilJantes y admirables como en– cantadoras aptitudes, hacia la florescencia de su per– sonalidad y de su carácter; cultívese su buen gusto por la lectura y por las beJlas artes que en las horas de ocio del hogar la elevarán deleitándola, distra– yéndola del tedio y de frívolOS sino vulgares entre– tenimientos, y redlmlento así a la sociedad de sus tristes actuales condiciones de existencia, avance la mujer digna, firme y valerosa bajo la egIda de la li–

bertad, de la protección, y del respeto a ocupar el alto puesto de honor que na naturaleza y la civiUza– clón lé asignan en todos los paises cultos del globo. Mildl'ed os escribe hoy describiéndoos la imponente belleza del lago y sus soberbios vnlcanes que mañana contemplaremos holgadamente en nuestro viaje a Gra– nada, dejando la pintoresca ciudad meridional y des– pidiéndonos apresurados de su culta y simpática socie. dad, por cuya felicidad y prosperidad, tomaremos es– ta noche a la mesa una copa de champagne. En el tondo de la mia, quizá brille la ilusión de vuestra gentil ima– gen, que jugueteando sobre el áureo licol', en los bor– des de la copa, podrá burlarse de mis labios, más nun– ca de la afectuosa intención, que la fantasía exornará con el viso seductor de la realidad.

Recibid, amiga mía, las protestas de nuestra dis– tinguida amistad y consideración.

PEDRO GONZALEZ

Va ya transcurrido cerca de medio año desde que en la madrugada del día: 19 de diciembre de 1925. rin. rió su último aliento en la ciudad de Washington, el dador Pedro González. Lejos de la patria, y sintiéndo– la sinembargo al alcance de sus manos en su represen– tación padicular. rodeado como estuvo en sus úliimos momentos, de algunos conciudadanos amigcs que mas vivamente le evocaban el recuerdo del amado terruñc que no habia de ver máll. Lejos del hogar, de aquel ho– gar ya deshecho, que lleno de noblezas y de encantos, formó el amor de su corazón tan por entero consagrado a su esposa y a sus hijos, y sin embargo, la familia es– taba alli cerca, en el alma atribulada de Su querida y admirada hija Hersilia que pudo tributarle los úUimos cuidados de su acendrada devoción filial. como una hora antes, lo habría estado asímismo en su hijo Roberto-or– gullo de su afecto paternal-que en vano extremo la rapidez de su viaje a la capital norteamericana-ioh iro– nía del des1ino!-para besar antes que la, muerte, la frente de lIU venerado y noble padre.

Le llamo noble. como voy a espigar enseguida en lIU

loor, dentro de las lindes de esta breve necrología, aque– llos atributos que mas se yerguen

111 la altura de sus mé– ritos descallantes. con la plena conciencia de la simple justicia que le hago. porque su nombre está ya inscrito entre los de los más es1imables y sobresalientes ciuda– danos nicaragüenses: porque fué él uno de los varones de ma,yo'r prominencia positiva que me cupo la gracia de conocer, y la intima satisfacción de tratar tan cer– canamente, B título de una amistad de hondos arraigos ungida por tradiciones de familia, y muy inolvidable– mente, por el grande afecto y aprecio de mi padre que le precedió muy pocos años en la trIste ausencia que jamás tiene retorno.

Era Presidénte de la República el doctor don Adán Cárdenas cuando estalló 18 guerra promovida por el Ge– neral Justo Rufino Barrios, Presidente de Guatemala, para realizar bajo su jefatura el eterno y hermoso sueñ<l de Jerez, la Unión Centroamericana. Con lal motivo, y

para estar más cerca del campo de los acontecimientos, se trasladó 1Il León al mando militar de la República. Ejercía entonces la Prefectura de aquel departamento, un buen amigo de mi padre, el importante ciudadano don Vicente Navas. que tan prominentemente había colaborado también en la Administración anterior del General don Joaquín Zavala. Llegó una vez 11 la Ma– yoría General del Ejército, y en misión intencionada dé la Prefectura, un joven ayudante que se retiró al cum– plir su cometido.

"No conoce a ese joven ayudante de don Vicente, GeneraI?"-le preguntó a mi padre uno de los militares de alta graduación, baio su dependencia.....,. "Es Pedro. el hijo del General Ceferino González".

La grata sorpresa de mi padre se hizo visible des– de luego, amigo intimo como era de los distinguidos pro. genltores del incipiente militar. Le hizo regresar ense· guida y le propuso el cambio de oficina que fue imne– diafamente aceptado también por don Vicente. Desde ese momento le tomó mi plld1'e balo su protección, y

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