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« Previous Page Table of Contents Next Page »y firmes principios de moral que robustecieron y carac– terizaron su conciencia. Amenísimo y saleroso y diser– ío conversador. Gallarda y elegante presencia y ama– bles maneras como correspondían al hombre de mundo y buen caballero que tan ciertamente era. Semblante de reminiscencias moriscas. con la expresión ine'luívoca de todas las condiciones que entran a formar al hombre realmente culto y superior en las mejores sociedades del mundo. Eso era la meritísima personalidad de don Pe– dro. que acaban de perder para siempre. la familia. la sociedad y la patria.
En la tarde del dia quince de enero del corriente año. se verificaron en León los funerales del doctor Pe– dro González. Tropas del Gobierno ocupaban la plaza,
y muchas pel'SOnélS del lugar. o se enC'Ontr~ban fuera de la ciudad. o permanecían prudentemente recluídas en sus casas. Había por tanto. poca concurrencia al po– nerse en marcha el cortejo hacía llll final morada. mas con todo. vino haciéndose aquella cada vez más nume– rosa a medida que avanz6bamos. hasla que al subir a la planicie del cementerio. lenía el aspecto de un home– naje de las varias clases sociales. hasta donde. en aque– llos días. era posible esperR. Sel1" una pena muy grande al notar que el Gobierno de la República. acaso por medida precautoria. no le tributó honras mllilares a los restos de aquel conspícuo ciudadano que hasta el último instante consagró sus mejores energías> al servicio de la Patrie. Varios oradore•• entre ellos muy inspira– da y sentidamente el domar Luis H. Debayle, hicieron el panegírico de las virtudes del hijo. del hermano, del esposo. del padre. del amigo. del ciudadano sin tacha en cada una de esas fases de la vida.. del varón prestan– tsiimo que tan lucida y valerosamente recorrió el ca– mino terrenal dosde la juventud cercada de cuidado hasta el albor de su ancianidad ilustre por tan grande a– bundancia de motivos. como lo fue don Pedro. Se hundíll el sol en el horizonte bañando con sus te– flejos crepusculares la meseta del cementerio, al mis– mo tiempo que descendía a la fosa del reposo eterno aquella cajl\< cubierta de flores y honrada con el dolien– te tributo de la sociedad. en donde yacían los sagrados despojos de aquel ser eminente. harto cercano y queri– do para mí. que venía a dormir su "ltimo sueño bajo las alas angélicas de la dulce y santa mujer que fue la fiel y digna compañera de su vida, Su espírítu elevado, en la plenitud del deber cumplido, y en uno como trans– figuración soberana de luz y de paz. "por el leul.'el y por la espina entremezclados-sobre BU fronte triste", según el verso de nuestro eximio poeta mundial. habia remon– tado ya el supremo vuelo de donde no se vuelve. desde la cúspido de la que parece ser hoy la capital del mun– do. hasta más allá de los espacios eslelares. hasta el seno munífico de Dios.
Caía el lelón horripilante que separa a los vivos de los muerlos, Tomé Un puñado de tierra que arrojé blanda y conmovidamente allá abajo. sobre la caja mortuoria. como el adios hondamente afectuoso de mi pade y de los mios que subió, sin duda. hasta su alma superior y noble. como la vehemencia dol hijo de Isaí hasta la mansió de luz de la bondad lluprema. Una bandera y una cruz y un símbolo del amor pa-
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ternal y una ofrenda de flores, para la tumba de aque– lla relevante personalidad nicaragüense de gL'an cora– zón y de luminosa inteligencia, cuyo nombre queda siendo como lo fUe en todo tiempo. signo de amor para los suyos y timbre de legitimo honor para la. pah'ia.
PROLOGO A LOS ESCRITORES VARIOS DE LOS DOCTORES TOMAS Y ALFONSO AYON
DEBE5E en parte muy principal. la impresión de esa obra. al Excelentísimo señor Presidente don Adolfo Diaz quien. con el generoso espíritu que le caractel'iza y rindiendo homenaje al cultivado talento de dos inge– nios nacionales, acogió con benévola prontitud la idea de esta publicación a la que, con la mejor voluntad. le ha dispensado el favor de su valiosa protección.
En una noche de concierto en nuestro parque cen– tral. conversaba yo con uno de nuestros más inteligen– tes e ilustrados hombres de letras. el doctor don Pedro Gonzále7J. sobre la producción literaria de mérito en
nuest~o país, y ello dió pie para que mi erudito interlo· cutor frascendiese de los límites de una conversación fa– miliar a las más altas y entusiastas consideraciones acerca de los luminosos escritos del doctor don Tomás Ayón. esparcidos aquí y allá en las hojas periódicas de su !lempo. y hoy casi olvidados de sus contemporáneos
y seguramente ignorados de las generaciones presenies. y siguiendo el hilo de la más perfecta afinidad y del más l6gico encadenamiento psicológicos. y cual si la sombra veneranda hubiese sugerido al ser viviente, el vuelo de nuestra admiración pasó del padre al hijo. e incontinenti, rendimos a la obra literaria del doctor Alfonso Ayón. el mismo tributo admirativo de nuestra más elevada y calurosa estimación,
y pensé. que si biGn por muchas razones difícil. se– ría una tarea recomendable la de salvar esos brillantes escritos de la dispersión y del olvido. recogerlos y se– leccionarlos, en un volumen. y presentados a las gene– raciones actuales y a las venideras. no sólo de Nicara– que sino también de nuestras hermanas rep4blicas de Centro América, como una merHísima labor de dos de nuestros más culminantes literatos. sugestiva de pode– rosos estímulos y pródiga de grandes enseñanza Jlara todos aquellos que. a despecho de nuestro desfavorable medio ambiente, llevan el QUID DIVINUM en la mente, que irradia por sí solo en todas partes. aun c.'uando en ire nosotros reluzca por su propia luz limitada a nues· tros mezquinos horizontes y amortiguada pOl' nuestra endémica indiferencia y escasos medIos de cultura, sin el mágico efecto producido por esos argentados reflec– tores de la civilización que prestan a sus ondas una am– plitud de incompa-rable extensión y un brillo de deslmn. bradora refulgencia.
Hombre como el doctor don Tomás Ayón y su hijo don Alfonso. y como ellos, otros de nuestros más desea' llantes escritores, no tuvieron la feliz oportunidad de la educación en las más doctas universidades del mun– do. Concur,ierQn a las antigua, aulas en donde. a vuel– tas de memorizar. según el U80. alcanzaron a graduarse
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