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« Previous Page Table of Contents Next Page »da y ardiente! Cuántos suspiros exhalados con los úl– timos acordes de una serenata! Cuántos hombres no se sintieron regenerados al escuchar uno de sus poemas mu– sicales!
La mUSICél> de Mena, en fjn, se ha apoderado del cora:zón y de la imaginación del pueblo, y puede de– cirse que hoy, forma parte del tesoro espiritual de la Nación. Es, pues, una gloria de su patria.
Mas pensad un momento en que el artista que así enalteció el nombre de su patria y que tan dulces con– suelos derramó en el cora:zón de sus compatriotas, era un hombre sin ventura para quien no había consuelo ni goce humano posible, y que, si algún bien deseaba o es– peraba, tan solo podía dárselos la muerte. Pensad en esto, repito, y sentiréis crecer, a la par de vuestra admi– ración, un sentimiento de gratitud y de ternura hacia ese mártir de la vida que sintiendo en su seno dolo– res capaces de arrancar maldiciones a los labios más santos, expresó su dolor y su resignación en exquisitas y sublimes melodías que vivírán eternamente en el corazón de sus compatriotas, acallando los gritos de la rebelde materia y vivificando los más nobles a,fectos del alma
DOBLAN
¿Qué clamor es ese, tan hondo y tan triste que se oye en todos los ámbitos del país, e infunde mortal des– aliento a todos los cora:rories y pone luto a todos los hogares?
Doblan.
¿Qué dicen esas notas, tan profundas tan doloro– sas, que nos penetran como agudos puñales rasgándo– nos ei alma?
Doblan...
El suelo patrio se ha tornado ingrato, y sus brisas perfumadas son vientos de peste y de muerte. El hijo de este suelo no verá más nunca la recompensa de sus afanes: el sudor de su frente no fertilizará la tierra profanada y maldita. El desaliento y la duda han reem– plazado al viril empuje. Todoll se preguntan si lo que han heredado de sus padres o adquirido con su esfuer· zo les pertenece realmente.
Do.blan
Doquier se miren, encuéntrense escenas de estrago y desolación.
Sobre nuestras cabezas se oyen gra:znidos y aleteos siniestros.
Olor de putrefacción se disfunde por todas partes Doblan.
Ni el cólera, ni la bubónica nos han invadido: el te– rremoto no ha destruido nuestras ciudades: ni los vol– canes han derramado sobre nuestros campos sus torren– tes de lava y lodo. Mas el país está como si la peste y los volcanes lo hubieran devastado.
Doblan
Los buitres blancos y los buitres negros: los buitres del Norte y los buitres nativos, se pasen en nuestro suelo: rondan, rondan a zancadas y sus ojos brillan C'Omo ascuas.
Son los dominadores. El buitre es el Rey del fune– ral festín.
Doblan
Todo muere exhalando olor a úlcera. Muel'e la pro– bidad. Muere el respeto a la palabra empeñada. Mue– re el honor y la delicadeza, Muere la fe pública Mue– re hasia el amor a la patria.
La impudicia y el cinismo están de modo. ¡No pa– go! dice el gobierno. ¡-No pago! dicen todos. Nadie paga. ¡La Moratorio es coriente . !
¡Qué oprobio!
Doblan.
Estamos en grave apuro. ¡Vendamos esto! dice el gobierno. ¡Vendérnoslo! claman todos.
y no es suficiente. Aún faIta. Hay que salvar al país. Impóngase al pueblo una :lasa.
Famosa idea. SI pobre pueblo, burro de carga al fin, rebu:¡¡ca un ¡~ea por Dios! que dá grima. Mas no basta'.
Colegios, escuelas, etc. todo desaparece.
La Historia enseña que cuando los pueblos llegan a semejante grado de desmoralización Son presa fácil de naciones aventureras.
Así fue Boma hollada y vencida por los bárbaros
y la nación más culta y espiritual, la Greciéll, perdidas sus vitudes públicas, fue pasto de la voracidad mace– dónica.
Doblan
¿Qué patria es estlll donde se vive entre las más crueles congojas?
¿Qué patria es esta donde hasta la pa:¡¡ misma se presenta con todos los horrores de una calamidad pú– blica?
¡Todo está en calma, y el país se hunde! ¡Todos ríen, y el lodazal les llega hasta el pecho! Nación suicida, tu misero des:lino se cumplirá. Doblan
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