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Cuando Moliere, con rasgos de genial inspiración. trazó la inmortal figura de Tartufo, quedó para siempre descrita y como expuesta dentro de un marco. cierta clase de hombres que, bajo la capa de la honradez, de la rectitud y de la bondad. esconden los más perversos sentimientos y los n1~s 'avlellos propósitós,
~n el desastre de las fortunas, en la ruina de los hogares, en la enemistad de las familias, en las revuel– tas aguas que arrojan a la orilla los restos de un nau– fragio, 'sobrenada Tartufo norando a lágrima viva el infortunio de sus víctims, ¡Dulce Tartufo!
Eh la prosperidad¡ en la dioha, en la alegría, cuan– do lin 16:3 hogares engalanado:l sé 'Oyen risas y cantbs: én
iiiédio dé la genté sanell! y co¡ifíada~ fámbién s'e des– taca la figura de Tartufo, fuinUiméio amlsfoso ititerés, simulando simpatía, majestuoso, benévolo y cordial. ¡Incómparable Tilr1úf~t
Se necesita un consejo ¿QUIén puecÍe darlo 'éon fu~s
desinterés que Tartufo? Pero abrid bien los ojos. ¿Un
favor? Para esto se pinta Tartufo. pues nadie como él sabe convertir este favor en una argolllll y él ag'r'adeci– miento en esclavitud. Recibid su dinero y no tendrán término 'Sus éltígefticas. Hoy' os jlideaú'xlÜb én Un ~n'
redo feo: mañana Ós cHí! p~á úh t¡¡1¡¡b iesfiinonlcI. DLi–
ro favor. Detestable protección. ¿Cómo hay gente que p~eda vivir contenta, y sometida a semejante yugo?
Tartufo es bueno éomo el pan. Tratadlo un poquito siquiera, y ya me contaréis las delicias de su amistad.
Pero hay Tartufos y Tariufillos, segun ei peiaje de cada cual. Lo;; hay dé lujosa indumentaria, 'de iaHil po– sición socíal y poltüca, con fama de probos y piadosos. ricos '8 fiierJ8 de lllitóCirtios "legéJes", y aspi~antes siem–
lJfe a p'osicibllés encumbi'a'das, qúe ne'cesilan p'ii'l'ii tapar sus lacras y parlll escudarse contra pílsíbt'ils emergenciás,
Hay ot~os Cie m~s bája extracciop. los "Tartufi– 110s", dii oHclnesca catadura. sin ,corbata, eon rociilieras y
con los fondillos remendad~s. de hociquiho siempre al viento como husmeando posibilidades de negocios inde– centes e intriguillas miserables. Suaves, melosos, aten– tos, terribles .. ,
Mi Tartufo, el de mi cuenfo, este qtie esto'y delinean– do con tanto amor y esmero¡ es un conjunto de las di– ferentes cualidades que adornan III los dos Tartufos. el
'gr~nde y el chico: amalgama tan' feiiz, tan sabiamente reBlizadlt, que ha podido recorrer, impune e ileso, el largo camino de sesenta años
i no oyendo a su paso más que salutaciones serviles, ni viendo otra cosa que son– risas y genuflexiones. ¡El bueno, el honrado, el santo Tartufo!
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Hasta allora no ha encontrado la mallO atrevida que le nl'1'anque la careta o el puño vengadol' qUe liquida de una vez las cuentas ntrasadas lJero siempre ha vivi– do con el miedo atroz de que se le inesllete y Se le exhiba. Y más que al puño justiciero, le teme a la plu– ma, por sus propiedades divulga€lol'as y POI' la intensa luz que reileja sobre las cosas que toca. Mentalle la prensa a este tipo es como enseñ~rle la Cl'UZ al' diabio,
El sUencio y la oscul'Ídad sOn condiciones ploplcias al numen de Tartufo, ¡Qué picardías oculta quien tan– to teme!
Si le dicen: "Sr. Tartufo, he visto su nombl e en tal o cual pel'iódico", al instante se inmuta 'Y palidece, pf)l'~
que siempre está temiendo que algún bul'!ón despi'eo– cupado le juegue Una bl'Oma pesada y lo llonga en ber~
linao Ni sil posición, ni su diílero, ni su fama de ho– n'Ol:i'tble logmn tranquilizarle; y> sI alguna vez resuena su carcajada en alguna tertulia de "creyentes", es una carcajada mentirosa; bIen distinta Ile aquella tan ex– P()ntánea que suelta en ocasiones el snno y boyante buen humor.
TartUfo se, desvive por que le nombren }Ial'a Jun– tas de Beneficenda, (le InstrUCCión Pública, de Ol'nato, Alcaldías, etc., etc. pero se equivoca lector si se ima– glua que a Tartufo le importan un pepino el plogreso
'f bienandanza de la sociedad. No, qUe con esto no quiere más que tomar "posiciones estratégicas" y ha– cerle Cl'eer al pueblo que se desvela por sus intereses. Necesita su voto en los comicios pala hacel'se elegil', o reelegil' pal'a, la $,enaduría, a la que ama con J,Iasión,
\lo pala labrar el bien y la prosperidad de sus comi– tentes, sino pm'a servirse de ella como de una palanca poderosa pma encaminar sus propios negocios. Ya se ha visto cómo con intrigas, y siempl'e POI' manos aje– nas, hizo pasar en el Congreso leyes que suprimían! los impuestos localéil sóbre éi azúCar y t'ráilSltl) de gana– do, plitlieni!o en peiigro la éXlsteliéia dei Hospital é
Instituto de Rivas, que contaban con esos fóJilios pitia su sostenimiento. De entonces data la peJ1,uria de esos importantísimos centros, en parte remediada últi– mamente por herenc~ y donativos de personl\s genero– sas. Pero, ¿qué le importa a Tartufo todo elito? Pros– perell, sus negocios, y cargue el diablo con lo demas, Para eso lU'c<:isamente eS Senador.
Le importa mucho Sil influenCia en liJs eíl'culos ofi– ciales para colocal' en las fronteras empIcados del Fis-– co, 1lecI1uras suyas, qUe le dejen pasar Sil ganado sin pagar un centavo; quiere que sean fantoches suyos, y
110 hombres concIenzudos los que cuenten los quintales de azúcar que salen de su ingenio; necesita nombrar jueces, alcaides y agentes de policía, que esién a sus órdenes Y' acuerpen sus zanganadas, quiere, el) liii, te"– ner en sus manos el gobierno, la policía y la adminis– tración del depal'tamento, para que todo concurra, a la voz suya, al incremento y seguridad de su capital, ama– sado con lodo y sangre, con injUsticia y lágrimas. Y confesemos que Tartufo ha sido suficienteménte há-
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