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talento. Por los asuntos de que trató y la sencillez de sus frases, es que su obra vale y perdurará. Los articulos de controversia política dejan siempre un sedimento de enojosas molestias por las tendencias partidaristicas que los inspiran -no importa la se· renidad y ecuanimidad del escritor-, siempre gozan de actualidad relativa. En cambio, quedan con vida perpetua, como un legado a las generaciones del por. venir, dando su fisonomia a la época a que aluden los escritos en que se trata de acontecimientos nacionales o locales, o en las biografías de hombres que contri· buyeron a formar la historia del país; y las produc. ,ciones tle esta naturaleza, amenas e instructivas, que

uOll relatan esos sucesos y nos pintan esos caracte.

fes, ajustándose a la imparcialidad que debe procurar la crítica histórica para estudiar la vida de un pue– .blo, ya sea por la luz qne arrojan sobre el conjunto de las condiciones sociales, ya sea por el desarrollo áe la naturaleza humana son, decimoll, las más 1ÍUJ~ y apreciables. Este fué el arte que con más gusto cul. tlvó el general Urtecho. De allí nace que su obra li.

teraria e histórica sea objeto de entusiasta y sincera admiración por los que lo hemos leído desde nuestra mocedad.

De sus articulas debe citarse como modelo de bien decir el que escribió sobre la imagen de la VIr–

sen del Carmen, que se conserva en la Iglesia de La Merced de Granada. Preciosa joya literaria, de hondo sentimiento y de los altos quilates como obra de arte descriptlTa. La dificultad de encontrar un ejemplar del periódico donde se publicó ese trabajo del general Urtecho nos priva de Insertar aqui algún párrafo de. esa producción, digna de ser reproducida alguna VC2

como excelente muestra de la elegancia de la prosa nicaragüense, de fines del siglo pasado.

Su obra de más aliento, sin embargo, como que abarca ella un Interesante y trágico periodo de la his. toria nacional, es la biografía del Licenelado LaUreano

Pineda.. nolable figura politice que acluó 8n 101 acon–

tecimientos que siguieron al de la Independencia. La

NOTA DEL AUTOR.-El año de 1870 ejercfa en San Juan del Norte el General don Isidro Urtecho, el caIgo de Inspector General de la Costa Atlántica, cuan– do llegó a ese puerto un barco procedente de Costa Ri– ca; y sabedor el general Urtecho que en d;cha embar– cación iba el ilustre Presidente de Costa Rica, Doctor don Jesús Jiménez. que habia sido violentamente des. terrado de su patria, pasó inmediatamente a bordo a presentar sus respetos al distinguido exilado y al conocer las precarias condiciones en que iba, le ofre– ció toda clase de facilidades Y aún dinero para con. tinuar su forzado viaje con toda comodidad. El Licen. ciado don Ricardo Jlménez Oreamuno, hijo del ilustre hombre público cost~1"cense, que nos refirió esta anécdota, nos d~;;ia que su padre nunca olvidó la gen· tileza del peneral Urtechn en aquella ocasión y siem. pre la <:vrdó muy agradecido.

El hijo mayor del general Urtecho, ingeniero don

biografía del Licenciado Pineda forma parte de su GALERIA DE NOTABLES RIVENSES, escrita en 1907

apareció últimamente en el N9 1 de la Revista de l~

Academia de Geografia e Historia de Nicaragua. Ese trabajo es casi insuperable como estudio biográfico; completo .,. defintivo, por su bien ordenado discurso la copiosa documentación que presenta para justificar los hechos, .,. el laudable empeño que pone el autor para que el nombre de ese noble varón no le bOrr6 de la memoria de sus conciudadanos. Por ese estill:'

e~ribió el general Urtecho otras biografías sobre pero sonajes a quienes conoció y le han precedido en el viaje eterno. En todas ellas puso el acento de fina psicología, revistiendo sus ;Iulclos discreta alabanll'a, sin caer en el defecto de la wlgar adulación. Hay otro, artículos también fundados en recuerdos de juventud en los que pinta, con frases de poético adorno ..,. apa.

cibles matices, actitudes de su alma ..,. añoranzlls doA

viejos y olvidados hechos, así como /le rlnCODefli por donde alguna vez discurriera su elástica mentalidad.

En los útiJnoll años de SU vida, que fueron larCOI, como que llegó a sobrepasar los ochenta, tuvimos la pena de encontrarlo en una calle de Granada. "La lumbre de los ojos se le había apagado", como a Mil_ ton, más no así la de su vigoroso Intelecto. PrO<1ucía aún, dictando al amanuense, y haciéndose leer alguna obra favorita para mantener el espíritu alerta ..,. dis–

traído, en medio de la oscuridad en que los achaques físicos, las pesadumbres y su ancianidad, 10 habían colocado al llegar al final de su pererrb\aclón por la tierra. Murió en 1922. El tiempo, dice el antiguo proverbio, 10 produce todo y él mismo lo consume todo. Esto, por lo que respecta a ]a materia, pero l.

espiritual como 10 que brotó espontáneamente del cerebro del general Urtecho, permanece aún vivo, co–

mo un bllo exponente de lo que puede dar Nicaragua, tierra de fragor y de vehementes luchas pasionales, asi

como también cuna de espíritus selectos que supieron cultivar con dilección el arte del bien decir.

San José, Costa Rica, 1940.

José Andrés, que también ocupó lugar prominente en las letras y la poUtica nicaragüenses, tuvo a su vez otra gentileza con otro desterrado lIoUtico costarricen,– se, el ilustre don Alfredo Vollo, quien murió en Gra· nada en 1918, víctima de la fiebre amarilla. El inge– niero Urtecho, al saber que aquel distinguido político costarricense había muerto, ofreció al general don Jor· ge, hermano de don Alfredo y a los amigos políticos y compañeros de destierro del extinto, un nicho en la bóveda que la familia Urtecho tiene en el cemen– terio de Granada, a fin de que reposaran aM los restos de aquel ilustre personaje costarricense, mientras po_ dían ser llevado a su tierra natal, Cartago.

Tanto la familia Volio, como la familia Jiménez, no olvidan, según nos consta, esos dos actos de genti– leza que los dos Urtecho, don Isidro y don José An– drés, tuvieron con sus respectivos deudos -P B.

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