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« Previous Page Table of Contents Next Page »tido y con reducidas excepciones, las universidades lati– no americanas son instituciones con un énfasis vocacio– nal, i e., se estudia (y enseña) en ellas "para ser" médi– co, o abogado, o ingeniero, o aún filósofo, pero el res– paldo teleológico del término "para ser", obedece a de– signios de tipo "profesjonaJizante". Por ello se usa mu– cho la palabra "carrera", en vez de pensum o cuuiculum, y por ello también existe un problema en la posible dis– tinción entre gr(ldos (Icadémicos (licenciaturas, maestrías, doctorados) y títulos profesionales (médico y ciruiano, arquitecto, ingeniero químico, etc I Aunque muchas ins– tituciones se han preocupado por clarificar tales cuestio– nes, y aunque existen en la actualidad programas de "estudios generales" o "estudios básicos," que general– mente ocupan los dos primeros años de actividad curri· cular, las instituciones latinoamericanas de altos estudios siguien siendo, en esencia, "profesionalizantes "* Mu– chas de ellas registran una larga interrupción histórica del componente humanístico que acompañara su funda– ción como entidades con un énfasis mayoritariamente teológico o filosófico, y no han logrado instaurar un re· torno a la preocupación educativa liberalizante sino has– ta épocas bastante recientes.
Cabe pues conjeturar que el concepto de formación universitaria, frente a esta realidad, tendría que ubicarse dentro del supuesto básico de una posible "liberaliza– ción de carreras especializadas" En este faso, el "so· ber hacer" a que hice referencia en páginas anteriores, tendría que enfocarse como la enseñanza óptima para lograr que el estudiante adquiriera la habilidad de for– mular decisiones individuales frente a las necesidades de su propia cultura
Pero, ¿es pqsible liberalizar una carrera especiali– zada? Yo diría que sí, desde Juego, mas no si antes in· dicar que la empresa no es fácil, como lo atestiguan in– tentos realizados en culturas no-latinoamericanas Si estudiamos la abundante literatura que ya existe al res· pecto, podríamos concluir que el concepto de "educación liberal" es aplicable a todas las profesiones, o carreras, pero que tropieza con dificultades de índole formal y
aplicada ro pragmática)
Si describimos la "educación liberal" o énfasis "for· motivo" en educación superior, como la adquisición del "saber hacer", ya descrito en la primera parte de este trabajo, notaremos en primer lugar que tal habilidad puede adquirirse en contextos formales e informales. La facultad de formulación de decisiones óptimas frente a una cultura dada (O puede enseñarse en las instituciones de educación superior, o (HI puede adquirirse (por ensa· yo y error) dentro del plexo propio de la vida propia– mente dicha, definida a la orteguiana, o a la manera de Whitehead, o aún como ]0 haría John Dewey, i 9"
como, una situación constante de resolución de proble. mas enfrentados al yo-pragmático por el ambiente cir– cundante Por medio de esta segunda posibilidad: el "saber-hacer" adquirido del mundo no sistematizado de la experiencia vital, llegamos al modo en que la ma· yoría de estudiantes universitarios latinoamericanos pa– recen "formarse," I.e., a una situación práctica, busca– da por el propio educando, y a través de empleos de tiempo total o parcial, ya sea cón dependencias guber-
* Reconozco que hay excepciones. No es mi intención, ignolar el justo Olgullo de las univelsidades que han pasado esta etapa, pela el nÚlnelO de instituciones que aún siguen la 01 ientación profesionalizante háce inductivamente válida tal caractel ización mayoritalÍa.
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nativas o con entidades privadas o particulares COI1
pocas excepciones, tales como medicina y odontología los aspectos prácticos de las carreras especializadas s~
reducen a la búsqueda de experiencias, realizada por el propio alumno, y en los mejores casos, a través de con. venias tácitos o formales, entre las universidades esta. tales y los gobiernos de turno A menudo tal práctica formativa se encamina hacia los mundos profesional y
laboral, pero carete de supervisión o sistematización di. rectas de parte de la universidad
En otras palabras, sugiero que lo que ahora da la práctica misma, quizás debería darlo la universidad, y
que aún dentro de la extremada especialización de las correros, sería posible "Iiberalizarlas" formativamente mediante una incorporación sistematizada de principios; a través de los detalles pragmáticos del ejercicio profe. sional Solamente de ese modo podría cumplirse el de. signio cardinal de mantener a la universidad como una entidad carporada al servicio de los valores y necesida. des vitales de la cultura circundante
Se dice, en efecto, que lo inesperado es la norma de cualquier profesión En medicina, cada paciente; en derecho, cada caso; en ciencias políticas, cada país; y
en resumen, frente a toda disciplina, cada nuevo con. cretizaci6n de un problema, o serie de problemas, tipifi. ca el constante desafío que debe responder el profesio. nal "útil a sí mismo y a su sociedad" Como y cU(lndo actuar son las grandes interrogantes que confronta todo plofesional, y es así como este últímo, si se toma en serio, consulta la opinión de sus colegas, cuando debe darse el tremendo paso de la opinión diagnóstica a lo acción social, o humana El componente educativo en tal formulación de decisiones resulta obvio: será (o es. tará) mejor formado aquel profesional que sepa actuor frente a la gama multivariada de nuevas situaciones que su "qué hacer" debería enflentar a una reinciden– cia casi infinita en términos de posibilidad y oportuni. dad En tal sentido, América Latina necesita, ni más ni menos, lo que toda cultura necesita, y frente a lo que sus universidades parecen "ser" (en sentido ontológico) le vendrían bien mayores dosis de "liberalización" en la enseñanza, tremendamente especializada hoy día, de aquellas disciplinas que componen su raison d'étre John Dewey, el mentado educador norteamericano, sin duda son¡eiría complacido al escucharme decir, en conclusión, que las universidades latinoamericanas necesitan urgen· temente una re·creación interna y genuina de sus res· pectivas culturas, o subculturas, mediante la experiencia educativa Y, obviamente, tal experiencia educativa de· be manejarse al nivel docente y al de investigación.
Resumiendo: las universidades latinoamericanas tienden a dejar el problema activo-formativo en manos informales, i B., de instituciones no necesariamente ca, nectadas formalmente con la universidad Hay excep– ciones, pero contadas Por lo general el problema de la necesidad experimental, que se encamina a una mejor formación profesional, lo suple de fado la iniciativa eS– tudiantil trasplantada a otras instituciones, o practicada informalmente y Jo cuestión es, ¿deben las universida–
des plantear el mismo desafío? Mi respuesta es af.ir· motiva, y es en tal sentido que al aserto deweyano me parece correcto, lo que ahora se hace informalmente de facto, debería convertirse en una postulación formal de iure. La universidad no debería consistir solamente en una imitación de condiciones reales, sino una verdadera re-creación de ellas No es una "micro-sociedad" ¡mi-
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