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« Previous Page Table of Contents Next Page »totiva la que debe buscarse, sino una institución con ple–
xo social verdadero. Como entidad corporada al servi· cio de la "vida real," la universidad no debe presentar un recuento libresco de tal dimensión vital, ni una "prác– tica" microcósmica de los social, sino la verdadera reo· Iidad histórico-social de la cultura que sirve, dejando por ende de ser una abstracción hipostática, una "casa de estudios", o un "templo del saber"
lo anterior explica, en mi opjnión, el contenido radj· cal de la rebeli6n estudiantil A menudo se percibe tal rebelión como un acto de suprema ingratitud, pero quie– nes tal cosa dicen se refieren a un síntoma del proble– ma y no a la enfermedad real El estudiante rebelde usa precisamente lo que ha aprendido informalmente de la realidad social en que vive, lo confronta con el énfa· sis libresco-informativo (y, por tanto, vacío de contenidol que se le ofrece como dádiva proveniente de un dualis– mo idealista exacerbado, y el producto corriente de tal antinomia es una frustración creciente Así hay excelen· tes intelectos j6venes que tratan de convertirse en "crí– ticos sociales," muy activos, y que llegan a usar a la universidad como el único refugio de acción catártica Este fenómeno se debe también a la ya mencionada abs– tracción hipostática de una entidad, a menudo descrita como Alma Mater, o "la universidad en sí". Y por ello también muchos funcionarios de elevada categoría, den– tro de las universidades latinoamericanas, se refieren a sus respectivas facultades como "casas de estudios". Tal término sugiere fuertemente un aislacionismo idealista, o aún una autosuficiencia inmanente, dentro de los cuales se concibe a la "casa de estudios" como un templo, o capilla, a donde el pueblo debe ir, en vez del procedi– miento inverso Otros conciben el ser de la universidad como una mala interpretaci6n de la Idea platónica, y,
por tanto, creen que debe ser por fuerza trascendente a la pedestre contaminación de los problemas de cotidia– nidad ante los cuales se confronta Es en tal sentido, y sólo en él, que la rebelión estudiantil puede explicarse precisamente como un rechazo de tales pseudo-entidades metafísicas. Por mi parte, yo pienso que, en contextos como el anteriormente mencionado, la conducta (o com– portamiento, o aún la "acción") de muchos estudiantes
obedece a que sospechan que la universidad no les per– tenece, y a que, en sentido estricto, tampoco quiere acep– tarlos como pertenecientes a ella dentro de un contexto compartido. El rebelde quiere, entre otras cosas, que la universidad despierte de su marasmo hipostático, y, por tanto, que le atienda en sus urgentes necesidades, sean políticas, personales, o sociales, ya que muchos sistemas filosóficos que le inspiran sostienen, con razón, que si tales necesidades son políticas lo son asimismo sociales a individuales, y viceversa.
De manera, pues, que dentro del énfasis "profesio– nalizante" que a_n caracteriza a las universidades lati. noamericanas, es posible "liberalizar" cada carrera me– diante una re-creación auténtica del plexo social al cual sirven, o pretenden servir. Y solamente con tal re-crea' ción sería posible regir sistemáticamente la formación
es~udiantil, en vez de permitir que esta última vaya lo– grandose, casi por ensayo y error, al confrontar lo que algunos denominan "teoría libresca" con los rasgos "reo–
!~s" de la profesión que se estudia En tal sentido, la "formación universitaria" no consistiría solamente en una preparación para la vida profesional", sino mas bien en la vida profesional misma, puesta al servicio de la experiencia educativa directa Solamente así podría la
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universidad responsabilizarse de su obligación de mo– ver al alumno de la simple esfera de conducta lo com– portamiento) a la esfera de acción humana, i.e., el ám– bito de la formulación de decisiones propias y pertinen– tes dentro de las dimensiones humana, social, científica, y vocacional, de su profesión. Y es aquí donde el com– ponente meramente educativo de las carreras altamente especializadas, entraría en juego pleno y verdaderamen– te sistemático. Si la universidad va a educar para la formación de profesionales; si tal es su "ser" en última instancia actual, conviene transcribir este designio car– dina I a las esferas curricular, administrativa, docente, in– vestigadora, y de orientación vocacional. ¿Cómo hacer· lo? es otro problema, y por cierto una cuestión que con– lleva implicaciones regionalistas de posibilidad político– económica El alcance y limitaciones longitudinales del presente trabajo me impiden darme el lujo de examinar minuciosamente esta serie tan importante de ramifica– ciones sintomáticas, que nadie conoce mejor que aque– llos funcionarios directamente responsables de tal me– nester ante sus respectivas sociedades Pero al menos creo haber deslindado los elementos fundamentales del problema, y, por tanto, creo que, en este aspecto, hasta aquí puedo llegar por ahora
2-(b) Formación estudiantil frente a lo que la
universidad debería ser
Ocurre, no obstante que mi percepción de los pro· blemas de América Latina no considera el énfasis "pro– fesionalizante" como la mejor respuesta para nuestras necesidades Ni "profesionalismo" ni "tecnologismo' Por mi parte yo preferiría un retorno al "humanismo" (í.e., a la educación "liberal") efectuado de tal manera que la producción de profesionales y "carreras", nuevas y viejas, no sólo continuara, sino más bien aumentara y se insuflara del componente formativo que solamente puede darles una -educaci6n centrada en el estudio del hombre Tal sentir me coloca en muy buena compañía, ya que el énfasis mayoritario de los filósofos·educativos, y pensadores generales, parece compartir la idea de que las universidades no deben ser fábricas vocacionalistas,
sino centros de docenda e investigación que se dedi– quen al gran problema del hombre, de su vida indivi– dual y colectiva, y por ende de sus formas de confrontar el desafío de un universo circundante. El hombre no solamente debe explicar su conducta como ente vivo, si– no también tratar de justificar sus actos pensantes y creadores.
Solamente tal concepción permite despojar el /a uni– versidad del lastre inútil implicado al caracterizarla co– mo una instituci6n dedicada a la transmisi6n de cono– cimientos, cuya finalidad esencial sea aplicarlos a deter– minado oficio, o profesión máxime cuando esta última se percibe subjetivamente como un posible modus viven– di para fines de inversión individual. A menudo se ob· jeta, por supuesto, que el coniunto de buenos profesio– nales; con buenos salarios, automáticamente produce una buena sociedad, pero esta última generalización adolece de dificultades tanto 16gicas como empíricas En efecto, concebir una sociedad dada como una colección de individuos, y, por tanto, carente de identi– dad colectiva, es una sobreimplicelciÓn que todo soció– logo G:ontemporáneo tacha de ingenua. Tal concepción ignora por completo la nueva dimensión adquirida por. las instituciones frente al atomismo individual, y sola,
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