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« Previous Page Table of Contents Next Page »mejante, y del yo individual mismo, frente a problemas que incluyen esa cotidianidad que supuestamente mor– tifica al idealismo impóluto de lo "exquisitamente espi– ritual" Si el estudiante llega a comprender tan sólo que la filosofía no es un conjunto de abastracciones "po– co prácticas" frente a la carrera especializada que se– guirá, el profesor habrá cumplido su misión liberalizan–
"te Pero para ello deberá dominar el arte de la ejem– plificación y discusión; deberá saber utilizor los elementos traídos al aula pOI la propia experiencia cotidiana del estudiante; deberá mostrarle que la filosofía (como acti– tud y no como "curso" a ganar, o "libro" a leer) es importante pOi a su cal rera de médico, de psicólogo, o de bibliotecario y, ello no es fácil Requiere infinita paciencia, celo misionero, y mejores salarios Requiele más dedicación de tiempo completo, o al menos un
convenio bien lecompensado de tiempo oceptablemente parcial Requiere absorción cuasireligiosa por el menes– tel magisterial El entusiasmo del visionario es conta– gioso (y ello está probado científicamente) pero es pre– ciso un acto plevio de fe Para que tal acto de fe se opele en el profesor ordinario de universidad, es necesa– lÍa una comprensión razonable del significado concep– tual inhelente a la "formación" estudiantil que de él se espero
Por último, está también plobado científicamente
que un gr upo dado (de alumnos, inclusive). reaccionará de acuerdo con la actitud de la persona que asume el liderazgo Una de las CI íticas más populares de la edu– cación superior norteamericana alega que ésta pel petúa la adolescencia estudiantil al "mimarla en exceso y dar– le todas las lespuestas" El comportamiento maduro se aplende, indican los psicólogos, y al hacerlo hablan a un nivel más alto de academismo Si el profesor asu– me un papel e«tremadamente autorital io, insuflará in–
madurez y falta de responsabilidad en el estudiante Si resuelve todos los problemas lespecialmente los no ma– temáticos} con su autorizada voz doctoral, no logrará independencia de cr iterio, y como esta última se juzga el signo par exccllcnce de la actitud madura (siempre y cuando se base en juicios fundamentados lógica o científicamente) tal docente perpetl,Jará el pupilaje estu. uianjil y hemos vistq, con Kánt, que el "estado de pu– pilaje" es completamente anti-formativo El resultado de t<:tl actitud, según numerosos estudios experimentales,i es que a los alumnos solamente les interesará repetir la 0f-linión del catedlátic6, para pasar el examen y salir pronto del apuro
Lo antedor debe lecordarnos que en América Lati– na la clase de tipo conferencia sigue siendo un medio docente favorito Añádase a esto que los trabajos es– cr itos de los estudiantes no siempre se devuelven con
comentarios y sugestiones de mejoramiento Súmese una tendencia a estudiar con el objeto exclusivo de "ganal exámenes," ¡.c., una confusión de medios docentes con fines educativos Agréguese a esto la existencia de va– dos tipos de catedl ático nega1ivistCl: (i) el que dicta una conferencia con el objeto de escuchar la propia y autori– zClda voz, ¡.e, "noten ustedes mis profundos conocimien– tos, que contlcrsfo con la profundo ignolancia de la cia– se"; (ji) el que se vanagloria de la dificultad inherente
a la disciplina enseñada, ; e., "mi curso es tan difícil que no lo gana ni siquiera un 35 por ciento del alum– nado"; y (iii) el que se ve obligado a impallir una clsig– natura sin interés de Su parte, Le. "doy esta clase por necesidad, pues lo q\:.!e a mi realmente me agrada es
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el ejelclclo de mi pi ofesión" Existen muchos otros fac. tares anti-formativos en la docencia universitaria, mu– chos OtlOS tipos de catedlático rutinizante o mecanizado El ploblema es vniversa 1, pela en América Latina resul– ta agravado por múltiples causas, generalmente ah ibuí– bIes a la rélación que existe entre una universidad ti a– dicionalista y una sociedad erizada de terribles proble– mas políticos y socio-económicos
En resumen, todo parece indicar que el ploblema de la formación universitar ia, aún cuando deja lugar con. siderable para la investigación, consiste mayoritariamen– te en la carencia de una causa eficiente (al estilo aristo. télico) que permita vincular el saber teorético con la acción pedagógica (i e, que dé forma a la materia) A mi modo de ver, la única causa eficiente que pueda dar fOllna humanística a la mateda estudiantil, es un pro– fesor dedicado En lengua;e típicamente latinoamerica– no, y para mantenerme dentro del contexto cultural ade– cuado, a tal lenguaje, yo diría que lo que más falta nos hace son "profesol es de cOi rera" Resu Ita un poco paradójico que, dentro de un contexto vocacionalista (cuya dirección teleológica hoce de la universidad un conjunto de "car rer as"), no se piense también en un profesor universitario de carrera, como necesidad vital Lo clOteriol me permite concluir, un poco apresura– damente, que la formación universitaria frente a lo que la univelsidad latinoamericana debería ser, dependería en alto grado de la docencia, administración e investi– gación de tipo libelalizante (o liberador) mediante un proceso equilibrado de asociación entre estudiantes y
profesores Ciento por ciento fiel es a las tradiciones boloñesa y salamantina, pero con los cambios exigidos pro la formación cultural y el tiempo histórico, las aso– ciaciones de estudiantes y pi ofesores tr atarían de con– frontar la problemática circundante con actitudes forma– tivas, en vez de especialismos atomizados La deman– da vocacional sufriría poco, pues la pérdida de datos se, ría ganancia de principios, y además surgirían otros cursos de acción: In las especializaciones en el extran– jero; y (iil la instauración gradual de estudios avanza– dos, ¡e., maestl íos y doctorados
Muchos profesionales latinoamericanos ya siguen informalmente tal pauta hoy, como lo manifiestan los fenómenos siguientes: inquietud humanística postgl educ· da; aprovechamiento de becas al ¡;;xtlanjelo; y desarro– llo de algún diletantisli10 artístico o literario, que, en algunos casos, roya eli 16 sorplehdente Con respecto
d este último hecho, es frecuente encOntrar escl itoles, pianistas, y poetas connotados entre latinoamericanos que además ostentan los clásicos diplomas de médico y cirujano, ingeniero civil, o abogado y notario La ne–
cesidad Iiberalizante es tal, que casi no hoy profesional latinoamericano que no cultive, al grado de respetable lefinamiento, alguna afición o menestel humanístico co· latelal En especial, la fotografía, la música y litera– tura, descuellan por el gracia de sincero dedicación con que las cultivan los profesionales latinoamericanos lo
político, ni mencionarla Y esto inquietud liberalizante, que el profesional latinoamericano dirige hacia su "ocio" (en el sentido helénico del término) parece ser un hecho
tan "real" que no es reducido el númelo de universita–
I ios Jatinoamer icanos que han logrado sobresalir en va–
I ias lamas de la creatividad humana Lo que falta es que lo univel sidad legisle el estímulo palo estas tenden– cias Nuestlo caudal creador e intelectual no tiene na– da q\:1e envidial 01 de otros 101 es, y resulta patético re-
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