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MANIFIESTO DE LOS 121, uno de los documentos más nobles y valientes de esta época convulsionada. Manifiesto en que él, seguido por 120 escritores fran– ceses, condenaron la matanza y exitmon a la desobe– diencia o la "patriótica" orden de matar hombres, mujeres y niños en Argelia .

Admiro en Sartre incluso el gesto magnífico del rechazo del Premio Casos como este, nos consuelan de ser hombres y de ser intelectuales. Pero es un gesto de él Que abarca y comprende su caso perso– nal de escritor y militante por lo justicia y por la fíber– tad si esta vez, con sacrificio máximo hace esta declinación ante lo que representa el sector occiden– tal y democrático, ya lo hemos visto repetidas veces tomar actitudes frente al sector llamado socialista El gesto de Jeall-Paul Sartre solamente compromete y

obliga y Jean-Paul Sartre

Miguel Angel Asturias ha recibido en este año de 1967 el Premio Nobel Por no haber tenido una obra dentro de los plazos prefijados por el Instituto de lite– ratura de Venezuela, no pudo Ser tomado en cuenta para la concesión del Premio Rómulo Gallegos, el ga– lardón más altó para novelistas hispanoamericanos Por fin Sus admiradores desde hace años veníamos prendidos a la esperanza de este acto de simple y es– tricta justicia, que por fin ha cumplido En momen– tos en que el hombre Miguel Angel Asturias, cumplía, en plena y vigorosa madurez, sus sesenta y ocho años de vida Día por día

Este gran triunfo, triunfo universal de Miguel Angel Asturias, despierta en mi recuerdos imperece–

deros, Cuando en los gloriosas décadas de fines de los veintes y comienzo de los treintas, nos veíamos co– tidianamente en Paris, en la colina de Montparnasse En sus cafés bulliciosos de La Rotonde, Le Dóme y Lo

Coupofe, nos encontrábamos los amigos latinoamerica– nos de Norte, Centro y Suramérica Los amigos lati– noamericanos de España, la España de los dictabJandas

de Primo de Rivera y de Berenguer. Allíl, muchas veces, gozamos de la presencia del gran Unamuno, de Alfonso Reyes, de Gabriela Mistral, de Alcides Argue– das, de Ramón Gómez de la Serna Luego, por tem– poradas cortas, fa jluminadora presencia de José Vasconcelos, antes de que se nos fuera, no de la vida, sino de la verdad y la justicia.

Pero los más cercanos frecuentadores, éramos los que pertenecíamos, sin saberlo, a la generación post-modernista La que escuchó el grito inmortal de González Martínez

"Tuércele el cuello al cisne de engaRoso plu– maje"

y entonces, por allí asomábamos con bohemia y

barbas algunos --como ahora-· Miguel Angel Astu– rias, con su barba en punta, su corpachón entonces muy delgado, Toña Salazar, el caricaturista, Carlos Pellicer el poeto mexicano, Andrés Iduarte, al que lla– mábamos "el tabasqueño" Y alguna vez, la ilumi– nación de Teresa de fa Parra, la venezolana impar Con su arroganciq de guardarropía, el Vizconde de Lascano Tegui Otro guatemalteco como Miguel Angel, Luis Cardoza y Aragón, sabio ya, desde enton~

ces, en cosas de arte Cada uno de nosotros, tenía algún fenómeno que presentar alguno vez era Pi– casso, otras Gómez de la Serna o Manuel de Falla Me emocioné mucho cuando, alguno de nosotros, llegó o la meso habitual y nos presetnó a Amadeo Modigliani, por qujen entonces -y ahora más que nunca_ guardaba veneración Hablábamos de García Larca, de los nuevos novelistas, de los nuevos poetas. Co– nocíamos, aunque no personalmente, la obra del jo– ven chileno Pablo Neruda, que andaba por allí, con un consulado en el extremo oriente

Todos e.llos ercm gral1des platicodores, Pero Miguel Angel, por su talento, su bondad y sus barbas, se destacaba desde entonces. "El Idolo Maya", co– mo le llamábamos, por iniciativa creo que de Taño Sa– Iqzar, sentíq ljn asombro grande por Lenin y su obra, y se declaraba católico l,.uis Cardoza, su compa~~jo­

ta abundaba

-Vestido de cucurucho, en 'as procesiones de Semana Santa en Guatemala, Miguel Angel, este ad– mirador de Lenin, era un modelo de devoción y piedad, que nuestras madres nos presentaban para que· siguié– ramos sus pasos edificantes

La verdad es que Miguel Angel no ha negado a– más lo uno ni lo otro Su profundo misticismo, consubstancial y auténtico, trasciende a su obra lite– raria y a su vida Vida fuerte, de amor, de dolor, de rebeldía Siempre situado en la buena orilla de la justicia y del amor humanos Empeñado y compro-

metido en las mejores causas Y, como en el Evcm-gelio, "sufriendo persecuciones por la justicia". Casi siempre lejos de su patrio, a causa de esa plaga pestí– fera de las dictaduras militares que han asolado su admírab[e país -.-como esporádicamente 9. curre con los demás patrias latinodmericanas---, víctimas algu– nas de ellos casi permanentes del imperialismo, que mueve todos los hilos de nuestra vida política, con la connivencia criminal efe la ambición y la rapacidad internas.

La obra entera de Miguel Angel Asturias, es una entre9a integral al barro de que está hecha su huma-

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