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duvieron perdidos por seis meses; lo cual fué gran bUlla para los indios y mayor desvarío para los cristianos creerlo y gastar tiempo en buscar la codiciada fuente Pero tuvo ·noticia de Jo Tierra Firme que descubrió y puso nombre a una parte que entra en el mar, como una manga, por espacio de cien leguas de longitud y cincuen– ta de latitud, y lIamóla La Florida"

Ponce de León había sido compañero de Colón en el segundo viaje y fué el conquistador de Puerto Rico, obtuvo permiso del Rey Fernando para la conquista de Bimini, salió de Puerto Rico en marzo de 1513, y el 27, día de la Pascua Florida, vió la costa a la que puso este nombre y que conserva todavía El 2 de abril desem– barcó en un punto muy lejano de la ciudad de San Agus– tín Retlocedió y siguió la costa de La Florida hasta el pOIalelo 27 9 30' En 1521 volvió a reanudar por se– gunda vez sus exploraciones y fundó una colonia; pero atacado por los naturales t!Jvo que retirarse, y se embarcó para Cuba en donde murió a consecuencia de un fle– chazo

Otros de los exploradores que se dirigieron a la búsqueda de la fuente de la juventud eterna fué Diego de Camargo, en 151 B, Y en 1517 Francisco Hernández de Córdova, quien visitó la Isla de Mujeres, el Cabo Catoche, la costa de Campeche y la hostilidad de los naturales lo hizo dirigirse a La Florida, de donde regresó a Cuba; Juan de Grijalva tuvo también la preocupación de la misma fuente, pero solo llegó a las cosa~ de Mé– xico y descubrió un río al que puso su nombre Otro ex– plorador fue Alfonso de Pineda, que sigui6 toda Jo costa de La Florida, hasta encontrar en Tampico a los compa– ñeros de Cortés, Pineda tomó luego en sentido contrario la ruta que acaba de andar y buscando la fuente descu– brió las bocas del Misissipí, y le puso río del Espíritu Santo

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Esteban Gómez, el desertor de Magallanes en el estrecho, record6 Jos costas del Labrador hasta La Flori– da y buscando la fuente, descubrió las desembocaduras de los ríos Connectticut, Hudson y Delaware

En 1529, Pánfilo de Narváez, el vencido de Cortés, intentó penetrar en La Florida por la bahía de Apala– che Narváez no se distinguió nunca como hombre pre– visor, se internó en tierra dejando sus embarcaciones, sin tomar las providencias necesarias para encontrarlas Empleó un mes en recorrer el país y cuando volvió al punto de partida sus buques habían desaparecido. Cons– truyó cinco barcas para refugiarse en Nueva España; pero la fuerte corriente del Misissipí, desbarató dos de ellas pereciendo la tripulación, y las otras continuaron sin poder llegar a tierra española El tesoro de la ex– pedición Alvar Núñez Cabeza de Vaca, uno de los cua– tro sobrevivientes en este desastre, hizo después una non ación de aquel malhadado viaje, refiere cómo él y

sus tres compañeros después de ser esclavos de los in– dios de la costa cluzaron la Luisiana y llegaron hasta Culiacán, gracias a la fe que inspiraba Cabeza de Va– ca en quien las tribus veían un mago de poder infali– ble

Siete meses después del desastre, en el que había perdido ro vida el infortunado Narváez, aque"os cuatro náufragos viajeros se ponían en contacto las imagina– ciones, las noticias llevadas por Vaca, eran confirmato–

rias de la leyenda que Jos indios de Nueva GaJicia en 1530, habían comunicado a Nuño de Guzmán.

Otro de los explotadores de la fuente misteliosa fué Hernando de Soto, antiguo conquistador de Costa Rica, pero su expedición no fué menos desgraciada Con quinientos hombres y doscientos veintitrés caballos atra– vesÓ la bahía de Juan Ponce, hasta Mobila, y la mar– gen occidental del Misissipí, llegó hasta el río Panuco, en donde establecieron contacto con los españoles de Nueva España

Tales fueron los infortunados conquistadores que buscaron con ahinca la fuente de la eterna juventud, ha– biendo fracasado en sus ilusos propósitos.

LAS SiETE CIUDADES DE CIBOLA

Un día por las calles de Madrid pasaba Carlos V en elegante carroza acompañado de séquito esplendo– roso; de pronto un hombre arrogante y gal/ardo, cru– zando la media calle detiene el tronco de coballos que tiraban el vehículo

-¿Quién sois?-le pleguntó el Emperador asom– brado ante aquella enorme audacia y desacato -Soy, contestó el atrevido, el hombre que os ha dado a vos más provincias que ciudades heredásteis de vuestros an– tepasados Era Hernán Cortés La buena estrella del heroico vencedor de Otumba, uno de los capitanes más valerosos en la empresa gigantesca de la subyugación del Nuevo Mundo había tocado a su ocaso; decepciona– do un tanto aquel hombre extraordinario se había reti– rado a su palacio de Cuernavaca, habiendo firmado du– rante su permanencia última en Madrid, unas capitula– ciones en virtud de las cuales el héroe de la "Noche Triste" se comprometía a hacer descubrimientos en el Occidente, y principalmente la reducción de las islas Ma– lucas, que por este tiempo preocupaban la atenciÓn del Monarca español

Para substituir a Cortés en el gobierno del enorme imperio de Anáhuac, se había nombrado a don Antonio de Mendoza en calidad de Virrey, siendo uno de los mandatarios más célebres del siglo XVI. Era un hidal– go castellano, Comendador de Socuéllamos, hijo del se– gundo Conde de Tendilla y primer Marqués de Mondéjar, don lñigo López de Mendoza y hermano del escritor es– pañol don Diego Hurtado de Mendoza, había contraído nupcias con Catalina Carvajal, dama de Isabel la Cató– lica, circunstancias todas que contribuyeron a abonarlo para llegar al virreinato de Nueva España, que con el del Perú, fUeron las colonias más importantes del Nuevo Mundo

Durante el gobierno de Mendoza estaba muy en boga una tradición, se hablaba de las llamadas Siete Ciudades de Cíbola, soberbias y suntuosas poblaciones que se decía existían al Norte de México, y que las ha· bía fundado un Obispo que en el siglo VII había aban– donado España, huyendo de la temida invasión sarrace– na

Estimulada la codicia del Virrey Mendoza, se deci– dió a realizar la conquista de las mencionadas ciuda– des, enviando al efecto a Fray Marcos de Niza, que sa– lió de Culiacán, acompañado del negro Estebanico y algunos indios pimas, bordeó la costa nacia el Yaqui, hasta divisar las aldeas de los indios zuñis en el Estado de Nuevo México Estebanico fué muerto por los indios de las regiones de Cíbolo en Jos primeros combates y

ante la fuerte resistencia que les opusieron los valientei

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