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tomaron parte todos los habitantes de la casa sucesivamente, desde la dueña hasta los principales criados. En una de las puertas del a sala estaba colgado un almanaque en que se leían los más importantes aconte. cimientos de la revolución guatemalteca y la fecha de la independencia de todas las Repúblicas del Nue. va Mundo. Como yo no había visto antes este documento, lo transcribo aquí:

INDICE DE LA CONQUISTA Y LIBERTAD DE AMERICA

Nombres de los Estados Año de la Día en que proclamaron Duración de

Conquista su libertad la esclavitud

Venezuela .................

1526 19 de abril de 1810 283 Buenos Aires

" ........................ 1516 25 de mayo de 1810 293 Santa Fé ................................. 1538 20 de julio de 1810 271 Cartagena ............................. 1520 18 de agosto de 1810 289 Chile ....................................... 1535 18 de septiembre de 1810 274 Perú ........................................ 1531 15 de julio de 1821 289 Méjico ...................................... 1520 24 de agosto de 1821 300 Guatemala ................................ 1524 15 de septiembre de 1821 297

Panamá ................... 1 1518 28 de noviembre de 1821 302

Dos cosas notables aparecen en este documento: una de ellas es que tantos de aquellos países se emano ciparan de España en dos períodos diferentes, como obedeciendo a un impunlso espontáneo: la oua es el sentimiento que revelan el tono y la intención con que está redactado, al aplicar al período de la domi. nación española la oprobiosa frase de "Duración de la esolavitud". Un monumento de esta clase, expues– to en el comedor de las haciendas de los países de la América del Sur, basta para revolucionar cualquier parte de ellos. Por supuesto que no puede colgatse sin la aproba<:ión del cura párroco, el cual, en nueve casos de die~, es el llamadC' a interpretarlo también.

Unas dos leguas antes de llegar a aquella hacienda, al pasar por un bellísimo bosque de árboles corpu– lentos, divisé a un lado del camino un pequeño tronco, recién desvastado con el hacha, de una yarda de lar· go y de un pie de diámetro. Suponiendo que lo habían dejado alí por olvido, eché pie a tierra para exa· minarlo. La fibra era tan dura y compacta que resistió a todos los esfuerzos que hice con mi cortaplumas para cortarla, como si fuese de hierro. Era de un color muy obscuro. pero tenía vetas muy caprichosas y variadas. Considerando que se podían hacer con esa madera muy lindas papeleras, resolví traerla a In– glaterra como una muestra de las muchas y muy finas que hay en el país y de obsequiarla al Foreign Office. Dije a Don Eugenio que deseaba muchísimo llevarme aquel pedazo de palo a mi tierra y él se ofre– ció bondadosamente a ponerlo en su mula y a seguir a pie hasta el sitio en que debíamos parar. Con in· menso trabs'jo lo colocamos sobre la mula y fue todavía más difícil obligarla a llevarlo a la hacienda. Dos o tres veces estuvimos a punio de renunciar a la empresa: porque no teniendo lo necesario para sujetar debidamente el palo. rodaba sobre el lomo del pobre animal que parecía estar aún más dispuesto que nos· otros a seperarse de él.

A la mañana siguiente cuando estábamos ya para salir. me dijo el mayordomo que sentía que me hu– biese tomado la molestia de llevar el palo: pertenecía a la señora Morales, pero 10 encontraron demasia. do pesado para transportarlo sin el auxilio de una rastra. Habiéndole contestado que yo lo había traído pa– ra mí, se fue a consultar el asunto con la dueña y luego me dijo que valía ocho pesos. Estaba destinado pa– ra hacer una de las mazas del trapiche de la finca: por consiguiente había llegado a su verdadero destino

y me alegré de salir de él con tan plausible pretexto.

Antes de ¡ni partida de la capital, Don José del Valle me había recomendado que llevase muestras de las diferentes maderas del país. De consiguiente encargué una papelera hecha con esas maderas, que eran diez y siete: pero el ebanista estaba ocupado en la fabricación de un nuevo púlpito y no pudo dar cum– plimiento al encargo antes de mi viaje. El recuerdo de este chasco era lo que me había decidido a llevar· me el palo.

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