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CAPITULO 25

ME ENTERO DE LA LLEGADA DE UN CONSUL BRITANICO.-CORRO PELIGRO AL VADEAR EL

RIO SITUADO ENTRE OMOHITA y GUASTATOYA.

Viernes, 11.-(1) en un punto situado a dos leguas de Guastatoya y a diez de Omohita encontramos a un español llamado el señor (2) Valdero, que venía de la costa. Nos informó de la llegada a Belize de un barco de guerra británico trayendo a un Cónsul del Gobierno de Su Majestad, así como a tres comisio– nados y un secretario. La noticia me alarmó mucho, y cuando mis amigos se hubieron despedido de aquel señor. (3) me devolví y anduve con éste una media legua para ver si era posible "onsacarle algo más sobre los fines de aquella comisión; porque sus asertos me hacían temer, no sin buenas razones, que el objeto de la mía había sido enteramente descartado y esto por alguna causa del todo inexplicable para mí. Me separé de él a la orilla de un río de corriente rápida que yo había vadeado con dificultad poco antes de en– contrade y regresé para reunirme con mis compañeros que ya iban muy adelante.

Sin embargo, dando vueltas a aquella misteriosa circunstancia y meditando sobre la situación tirante que había entre las gentes de Belize y el Gobierno guatemalteco, con motivo de los esclavos pertenec'ientes a súbditos británicos, que se habían fugado refugiándose en terrItorio de la República; y sabiendo que el señor Valdero llevaba para Mr. Baylley cartas que podían dar alguna luZ! sobre estos asuntos interesan– tes, me devolví otra vez para darle alcance y rogar por su medio a Mr. Balley que me enviase con un ex– traordinario (4) todas las noticias que de Inglaterra le diesen en sus cartas sobre dichos asuntos y cuales– quiera otros a que pudiera referirse el envío de la cOmisión. También deseaba tener los últimos informes somre el negocio de los esclavos.

Sumido en estas reflexiones no iomé por inadver tencia el vado bueno y a unas veinte yardas de la ori– lla del río se hundió de pronio mi caballo en agua profunda; y como iba nadando con:l:ra la corriente, suma– mente fuerte, y debilitándose con el esfuerzo, mi situación se hizo algo peligrosa. Al cabo de cinco minutos el caballo volvió a tocar el fondo; pero luego perdió pie dos o ires veces más. Por último y a causa de la inconsistencia y desigualdad del lecho del río, sembrado de muchas piedras grandes y tan áspero como una cantera, el pobre animal cayó y nos sumergimos los dos. Habiéndome desenredado de la silla, estaba re· suelto a no soltar la rienda por temor de que el caballo me pasase nadando por encima, o, lo que era peor, que se me escapara. porque en esie caso no me quedaba ningún recurso en aquella corriente tan impetuo– sa. Me colgué de la rienda hasta que el caballo volvió a tocar el fondo; monté de nuevo y seguimos ade· lante con la mayor resolución, has:l:a que habiendo trcpezado el caballo en un fragmento de roca se fUe de cabeza en el agua y yo con él. Pude sin embargo conservar la rienda; pero el animal, en el esfuerl1io que hizo para levantarse, me dio :l:al golpe en la sien con uno de los cascos delanteros. que me dejó casi sin sen– iido. Con :l:odo, no me 'solté por fortuna y cuando volví en mí estaba de nuevo en la silla. El agua que me caía de la cabeza me molestaba tanio que me puse a quifál'mela con las mangas. Al hacer esto com– prendí mejor el peligro en que me enconiraba, porque me enteré de que aquellos arroyos que me salían de lSi cabeza no eran de agua sino de sangre; y eran tan copiosos que me alarmé seri.amente pensando que la herida no podía ser leve y que debía haber interesado la arteria temporal. Habíamos llegado a un lugar poco profundo y vi después que eré!! el verdadero vado; pero sus orillas se parecían tanfo a las del otro en que me había metido que IDe quedé algunos momenfos dudando de que lo fuese; pero pronto salimos del agua y seguí galopando en pos del señor Valdero para da,rle alcance antes de sentirme demasiado débil, porque me seguía corriendo la sangre en gran cantidad. Topé dos indos que a juzgar por sus exclamacio– nes deben de haber creído que me habían atacado los salteadores y que iba huyendo de ellos; y mientras estaba pensando si me devolvía para pedir a aquellos infelices que me diesen los auxilios quirúrgicos que estuviesen a su alcance, a falta de airas mejores, oí que me llamaban dos o tres personas y :l:uve el gusto de ver que eran el señor Valdero y los de su comifi.vf.

Se habían alojado en una cabaña situada a corta distancia del camino y salieron al ruido del galope de mi caballo que iba a revienta cinchas. La primera cosa que pedí al echar pie a tierra fUe un espejo. pero no lo había en aquella humilde vivienda,; sin embargo. yo lo pedía con ial afán que el señor Valdero iuvo la bondad de abl'ir uno de sus baúles -cosa no poco molesia por la manera como se arreglan para viajar en aquellas tierras- y sacó de él un espejito ajustado en una car:l:era. En:l:refanio me habían lavado

lll.s sienes con aguardiente yagua y estaba fan desfa llecido que me hicieron tragar unÜJ gran cantidad de alcohol puro y estuve a punto de ahogarme. Como yo 10 suponía, el golpe 10 recibi exac:l:amente arriba de la arteria temporal; pero me aplicaron una venda con un tapón duro que hice yo mismo, apretándola tanda como se pudo, y la sangre fue estancándose po co a poco. Al cabo de una hora ya me encontraba

(1) Debiera decir viernes, 15. N, del T. (2) En español en el texto. (3) En español en el texto. (4) En español en el texto.

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