Page 33 - RC_1968_07_N94

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AL LECTOR:

La por tantos títulos célebre Orden de Predicadores, fundada por el ínclito Santo Domingo de Gu~máj; 'lue ha llenado el mundo de S'1l.§ glorias, hizo también de Centro América teatro de ,sus grarufiosas empresas; y

esto de manera tan notable, que quizá en ningún otro país del Nuevo Mundo bnllaron mas que en éste sus

extraordinarios hechos.

Aquí en Centro América dieron los Religiosos Dominicos la solución primera del modo cómo habían

de ser civUizados los indígenas; y, constituyéndose en sus defensores, les salvaron tal vez de la esclavitud a la que tan 'inclinado es el corazón del hombre llevado de la ambición, De donde resultó que los Conquista...: dores llegaron a ver en los Dominicos unos enemigos, pues la teoría dominicana sobre el modo cómo se ha–

bíom de conquistar y civilizar los indígenas, apoyada por ha Corte de España y por las Leyes de Indias frus-traba po'/" completo los planes ambiciosos de muchos. ' "Es una gloria de la Oraen de Predicadores en América, escribe un autor contemporáneo, ese aposto– lado pacífico con que civilizó a los indígenas; y es seguro que, sin tantas contrariedades durante el decurso

de los siglos desde el Descubrimiento, sin tanta oposiciones hechas a su sistema, hubiera sido posible tras– formar del todo la mza indígena".

Mas no es sólo este inmenso servicio el que prestó ia 'Orden DIominicana en toda z.a América Española

y con especialidad a la Central. Hay un cúmulo de hechos, por desgracia bastante desconocidos, que fo/– man como un arco de triunfo

QI esta Orden en el suelo centro-américano: la ciencia, l'a literatura, las artes el trabajo en todas las manifestaciones de la vida social, el progreso de un país que pasó de la barbarie ~

la civilización, les'!4eben mucho a los Hijos de Santo Domingo, que fueron como los heraldos, los grandes factores de esta gloriosa trasformación.

Servicios pasados, dirán algttnos. Pasados, es cierto; pero servicios de los que se originó la cultura cen,... troamericana. Sin ellos ¿qué hubiera sido de la raza indígena? Fueron servicios de esos que se asemejan a

~os que los padres ha.cen por sus hijos, que ni pue~~n ser apreciados en toda su magnitud y valor, ni agra– decidos dignamente, s~no es con el amor, con el canno.

Aun en medio de ese olvido general, por no decir aversión, que se profesa al Fraile, se oyen de cuando en cuanto confesiones, que admira se hagan por persa nas de cuyas ideas y tendencias podría esperarSe algo muy distinto. Artículos, y aun libros, hemos visto y leídos en los que sus autores, sin quererlo quizá, pero por la ebocuencia de los hechos y el esple~or de la ve~'da~, resultan ~evelando plorias escondidas de alto mérito y de perdurable recuerdo. Por cttar alguno, otd smo lo que dtce el, escntor guatemalteco D. Ramón A. Salazar, en su obra "Historia del Desenvolvimie7íto Intelectual de Guatemala" (Pág. 28): "Toca a los frai– les la gloria de haber fundad.!> aquellos trabajos (se re fiere

(JI los Centros de Enseñanza) y diseminando en es– tas tierras la primera semilla de la cimlización europea ").

Sin pretensiones de formtLlar una historia, pero ni aun siquiera un compendio de ella, queremos sí evo– car del pasado, por medio de estas pá!Jinas, algunas de las plorias de la Orden de Predicadores er: Centro América confesándonos de antemano mcapaces de con tar dtgnamente esta gran epopeya, "que epopeya y gran,... diosa fué, escribe el guatemalteco D. Jesús Hernández, el conjunto de las empresas de los Dominicos entre no– sotros muy especialmente por su apostolado y trabajos en favor de la civilización entre los indígenas". éon estas miras grandiosas, grandiosas por la materia de que se trata, pe1'O humildes por parte nuestra, nos proponemos dar a luz este pequeño bosquejo histórico, con el fin de que los lectores, especialmente los centro– americanos, conozcan algo siquiera de lo mucho que tra bajaron los Religiosos Dominicos por la civilización y

progreso en tan extensos países.

Sugerida en mí esta idea cuando en El Salvador, tomó incremento en la corta visita que ha tres años hÍC'e a Guatemala; mas luego, apenas eché manos a la obra y me puse, por así decirlo, en contacto con la realidad pasada, noté que esa realidad revivía en mi mente con tan vivos colores, que con los mismos deseara yo 'Poder

representársela al lector. De aquí ha resultado, "!O un folleto de sencilla divulgación, como al principio lo pensamos, sino un libro tan extenso como el que ttenes a la vista. Perdóneseme si llevado de mi entusiasmo torciendo el rumbo inicial me acometió la nueva idea de publicar este bosquejo histórico. En mi yerro llevo ya el castigo de mi atrevimiento; puesto que castigo ha sido para mí la forzada reducción de tantas glorias a los tan ceñidos límites de este volumen; ya que muchos fueran precisos para abarcar las grandezas todas de

la Orden de Predicadores a lo largo del istmo Centro Americano.

Para juzgar, pues, de nuestro trabajo no pierda de vista el caro lector, que nuestro primer propósito no fué escribir una historia completa. ni mucho menos p7'esentarla con los ribetes de la crítica moderna; smo

tan sólo pergeñar unas páginas de divulgación. Aun así, sin tratar de hacer una obra crítica, declaro que lu labor nos ha sido bastante dificultosa, primero por la escasez de datos, y segundo por la poca aptitud nues– tra para recoger y ordenar los que tuvimos a la mano.

Para sintetizar estos datos, que recogimos como al azar en distintas obras impresas (algunas de éstas las indicamos al fin) y de manuscritos varios qUe tuvimos a buena suerte encontrar, no hemos perdido de vista la calidad de la mayoría de los lectores para quienes escribimos, y de modo especial a aquéllos que, sin ape– nas conocer a la Orden de Predicadores, la a1nan. Para ellos, pues, principalmente escribimos.

Contamos de cierto con la benevolencia de nuestros lectores; mas dudamos del éxito final de nuestro defi– ciente trabajo, ya que suponerlo seguro sería presunción. Lo que sí puedo asegurar es, que redactando el pre– sente libro he pasado horns dichosas, imaginándome que, ab hacer revivir en sus páginas los mejores recuerdos

de tiempos pasados, hab7'á tal vez centenares de personas, así lo deseo, que gozarán leyéndolas como he gozado en escribirlas.

EL AUTOR.

Vergara, Julio 18 de 1929.

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