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giosos; y porque entonces no se le pasase toda la noche orando,' y descansase un poco del trl;lbajo del día, tenían los Padres cuidado de lrle a llamar al coro, para que se recogiese en su celda, a donde de ordinario praseguía lo comenzado en la iglesia. "Era maravilloso, cuando se estaba construyendo el Convento o el Hospital, ver a este Padre que an– daba todo el día haciendo adobe,,; dando siempre orden a los indios que le ayudaban de 10 que habían de hacer en el edificar de la casa. Sucedíale estar muy ocupado en esto, y llamarle para decir misa; soltaba enseguida la regla o la plana de la mano, Y

muchas veces el hazada con que estaba haciendo ba– rro' cornponíase, íbase a la sacristía, lavábase, reves– tíase, y salía a decir misa tan elevado, Y en ella derramaba tantas lágrimas, y estaba tan absorto co– mo si hubiera mucho tiemp oque estba en oración, contemplando y meditando así aquellos divinos mis– terios de la rnuerte y pasión de Cristo, nuestro Re– dentor, como los del tiempo y solemnidades que ce–

lebrá~a nuestra madre la Iglesia. . . "Estaba una vez rezando en el templo, y temblo la tierra con tanta fuerza, que le pareció que la igle– sia se venia sobre él, y el ruido del techo dio mu~stras

de ello; salióse fuera el P.Fr. Matías, y vio ,ve11lr co– rriendo un indio por el claustro. Díjole: ¿Donde :vas?

-y el hombre respondió todo turbado: Padre, tIem– bla la tierra que parece que se quiere hundir el mun– do, y véngome huyendo a la igl~sia a valerme ~~l

Santísimo Sacramento. - Reparo el Padre, y diJo para sí: pues ¿cómo éste, que yo bauticé ayer, tem– blando la tierra se viene a la iglesia a valerse de la presencia de, Dios, y yo Religioso y cristiano antigyo me salgo de ella y me voy al campo? Avergonzase de sí mismo tomó al indio por la mano y fuéronse juntos a la iglesia, y allí rezando esperaron, sin te– mor ni miedo a que pasasen dichos temblores. "Era este 'Padre abstinentísimo; casi todo el año ayunaba. Y de lo poco que la Comunidad daba ~ara

el sustento de los Religiosos, quitaba él la mItad de la parte que le cabía para los pobres; y muchas veces toda, contentándose con una túrtilluela de maiz y un poco de agua, y en acaban~o. esto. se levanta~a

de su lugar, e iba por la mesa pidiendo a los demas Padres limosna de su comIda :cara los pobres; y ve ves había que, por la mucha caridad que todos te– nían, se quedaban sin comer ellos.

"Era tan cuidadosO de la casa y de todo lo que había en ella, que de él sólo parecía que dependiera: el cerrar las puertas, componerlas, barrer los dormi– torios, limpiar los altares, procurar las imágenes y

los ornamentos de la sacristía, plantar la huerta, ade– rezar el refitorio; y todo esto con tanta composición y modestia, tan sin enfado, sin muestra de cansan– cio como quien en todos estos ejercicios andaba con– teY{¡plando y meditando cosas de devoción, para tener siempre d espíritu en el Señor.

"Tenía, al parecer, poca viveza de ingenio y en– tendimiento, por donde algunos le tenían por rudo y hombre que no alcanzaba mucho a discurrir, como si él por humildad hiciese de propósito para que le tuvieren en poco; pero llegando a t:atar con él algu– na cosa de Dios, hablaba con perfección, como quien siempre trataba aquella materia. Y en los consejos que los Prelados le pedían, ninguno le daba mejol' que él, ni le probaba con mejores razones, ni discur– sos, tañto que muchas veces ponía en admiración. "Sabía con mucha perfección la lengua mexicana y la de Guatemala; y ya mayor aprendió la lengua de los mameyes con un cuidado notable. Algunas ve– ces que le examinaron para confesar, daba siempre tan buena cuenta de los casos que le preguntaban, con las razones en pro y en contra, que se tenía por

(1) Libro IX., Cap. XXI. (2) Libl'O X, Cap. V.

muy cierto que aquello era cosa del cielo' porque ni el P. Matías tenía libro en su celda, y' aunque le tuviera otros ejercicios no le dejaban tiempo para repasarle, ni jamás le veían consultar ni platicar con los lectores, ni personas doctas, para estos casos". "Tiénese por muy cierto que obró Dios nuestro Señor por él muchas y muy maravillosas cosas, que su humildad encubrió, y no nos han dado noticias de ellas los antiguos". Mas en confirmación de esto, refiramos aquí tan sólo un caso, que trae el P. Re– mesal (1). "Recogía el P. Fr. Matías de Paz los in– dios enfermos que topaba por las calles, con tanto amor, que no dudaba de echárselos sobre los hom– bros cuando no podían ir por sus pies. Y como Cristo nuestro Señor se da por servido en semejantes obras, quiso mostrar una vez que a El, y no a otro, el P. Fr. Matías de Paz hacía aquella buena obra; porque topándose el Religioso con un indio, al pa– recer pobre, enfermo, desnudo, llagado, y tal que por sus pies no podia ir al lIospital, le echó sobre sí para llevarle a curar. Todos cuantos le miraban, veían que llevaba sobre los hombros un Cristo Cru– cificado del tamaño de un hombre; y entendían que

10 llevaba paar la. Capilla del Hospital. Entró en· él el P. Fr. Matias, y echó el que le pareció indio en– fermo en la cama. Volvió a darle de comer, y no le halló, ni hubo persona de to'Jos cuantos en la casa había, que diese fe de habErle visto salir, y ju– raban que tampoco le habían visto entrar, porque lo que al Padre le parecía enfermo, a ellos les pare– ció J1esucristo Crucificado. Fue este desengaño para el P. Fr. Matías de Paz ocasión de mucha humildad, porque en parte quedó corrido, que tan a vista de todos, como si le faltara la fe, le hiciera Cristo Nues– tro Señor prueba de la verdad que le había dicho en su 'Evangelio: que El se da por obligado del bien que a uno de sus pequeños se hace".

El P. Fr. Matías de Paz murió, como dijimos, el año 1579, a los setenta de su edad, habiendo perma– necido en la Orden de Santo Domingo por espacio de más de cuarenta.

El P. Fr. Vicente Ferre r . - "Era este Religioso hijo del Convento de Predicadores de Valencia (Es– paña), y deudo muy cercano del glorioso San Vicente Ferrer, apóstol de Jesucristo, como uno de los que escogió en el monte. Y por esta razón, cuando fue

a estudiar al Convento de San Esteban de Salamanca, no se le llevó contribución del sustento". Así lo afirma el P. Remesal, (2), a quien seguimos.

"En España y en esta Provincia no quiso tener el nombre y el parentesco ocioso, sip.o imitarle al glorioso San Vicente en todo lo que fe fuese posi– ble, disponiéndose en esto para recibir la gracia del Señor con muchas y muy excelentes obras. Las vir– tudes que resplandecieron más en éJ fueron, la santa pobreza, y el amor y caridad con los pobres.

"Nunca tuvo más libro que su Breviario y unas Horas. Cuando había de predicar estudiaba en la librería común, o en los libros que pedía prestados. La cama era una tabla dura, cubierta con una este– rilla muy delgada, que le servía de colchón, y de colcha y cobertor un pedazo de manta de una vara en cuadro, con que se envolvía los pies. La capa doblada por sus tercios era la almohada, y por sola ella tenía que entrar en la celda, cuando el Prelado le enviaba a alguna parte. Y si se había de detener fuera de casa algunos dfas, iba a la comunidad por una túnica, y vestíasela sobre la que traía; y así no habló con él la ely de los indios de carga. Los ves– 'tidosque traía eran limpios, pero muy pobres y remendados.

"Entendióse en la rovincia por algunos de los

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