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Religiosos que 10 notaron, que tenía hecho voto de no comer cosa qu~ no fuees, de limosna, porque en-, trando en los pueblos, o él iba a pedir, o si estaba ocupado en decir Misa, predicar o confesar, enviaba algún niño que la pidiese, escondiendo esto del com– pañero; pero todo se sabía. Cuando estaba en el Con– vento era 10 mismo: sentábase a la mesa, sacaba con mucha modestia y muy recatadamente algunos men– drugos de la manga, y aquello comía, proporcionan– do el tiempo cOn el de la mesa común. Y lo que le dabaXl, con la misma disimulación, hacía que lo co– mía, y al pasar el servidor de la mesa lo sacaba a la orilla para que lo llevase a los pobres.

"Sucedióle salir con su compañero de Guatemala a un pueblo, que administraba la Orden, seis leguas de allí que se llama San Martín; el P. Fr. Vicente no pudo. desayunarse, que le faltó limosna; Y' el com– pañero, acostumbrado a poco nlenos ayuno que él, comió casi nada, pero prevínosz con echar unos rebo– jos de pan en la manga, y fue, desmá,n, que en aquel tiempo no se usaba tal cosa. Llovióles mucho en el camino, el que de suyo es malo y lleno de barran– cos. H~zose peor con el agua, y detuvo con sus malos pasos a los Religiosos, más de lo que entendieron. Llegaron a San Martín de noche, mojados, enlodados, perdidos, hambrientos, Y, para remediarlo todo no hallaron al que ~enía cuenta con la casa, ni per– sona despierta en el lugar. La llave pareció, pero no quien diese al muchacho del P. Fr. Vicente, ni media tortilla de maíz de limosna para cenar. Dio gracias a Dios, y mojado como estaba se envolvió en una estera, y Se ech6 sobre una tabla. Acord6se el compañero del pan que había echado en la manga, y sac6le muy contento, púsole sobre la mesa con un jarro de agua, y llamó a Fr. Vicente que a las diez de la noche almorzase, comiese, merendase y cenase. Levant6se, comenz6 a comer, y viéndole el compa– ñero que lo hacía con gana, le dijo: "Al fin, P. Vi– cente, linda cosa es. Ave de tuyo". Como si le dijera que tenía rejalgar en la boca, arroj6 el pan que estaba mascando, y sin decir palabra se volvió a envolver en la estera, en que pasó toda la noche, más en oración que en sueño.

"El cilicio que traía a raíz de las carnes, era una cota de malla, llena de puhas. Sucedió quitársele una vez siendo morador en San Salvador, en tiempo de los grandes pleitos Que daban los clérigos a los Religiosos, y no fue t~n recatado en esconderla, que entrand.o un clérigo en su celda no la viese. Díjofo éste en la plaza, y murmur6lo mucho, y exageró el hábito indecente, dando sospechas de aquello para. que el mismo clérigo podía usar del. Allí mismo se le hinchó la lengua, en tanta manera, que no le cabía

en la boca. Y conociendo su yerro, y el testimonio q';le levantaba ~l P. Fr. Vicente, le fue a pedir per– don; y de rodIllas como estaba se le deshinchó la lengua, y quedó sano. Pero este caso no entendieron los demás que podía suceder por ellos, y así no es– carmentaron en cabeza, agena, ni se enmendaron en murmurar, perseguir y hacer cuanto mal pudieron a los frailes, que cierto fue mucho no despoblarse el convento.

"Hacía este Padre de muy buena gana el oficio de Sacristán,> tenía muy limpio y curioso todo lo que era de aquella oficina; y a veces gastaba toda la noche en barrer la iglesia" limpiar y componer los altares y ornamentos que habían de servir al día si– guiente. Era ordinario en él, en acabando de pre– dicar, salir luego con, una escoba y una caldera de agua, y regaba la iglesia y la barría, hasta dejarla toda muy limpia. ' , ,

"En acabando de comer, cogía las 'sobras de co– munidad, y repartialas a los pobres y enfermos, como quien tenía entrañable caridad , con ellos; y solicitaba mucho que se confesasen antes de llegar a peligro, porque como los sujetos de las Indias son tan blan– dos, primero está muerto que se les pueda aplicar el remedio. Jamás túvo horror ni ,asco de sus en– fermedades, ni llag~s; y' así a los que estaban más hediondos, él se ofrecía a curarlas, y ponerles remedio. Ejercitábase en este género de caridad en el H;ospi" tal de San Alejo, que está ,en Guatemala, que estos años por estar muy, cargado de naturales enfermos y

sin ~inguna renta, tuvo harta necesidad de su dili– gencia y cuidado. Con servir. y hacer bien a todos, de nadi€' quiso jamás servicio ni beneficio alguno.

"Acontecióle veces predicar en San Salvador en el Convento, y partirs~ luego dos leguas de allí a decir misa y predicar; y hecho todo esto, volverse a desayunar a casa. .

"Adoleció, pues, este bendito Padr~ en Cobán día de nuestro glorioso Padre Santo Domll1go; y en toda su enfermedad no se desnudó, ni quit6 los hábitos, porque no tenía otra ropa en la cama, ni la quiso admitir Día de la Asunción de Nuestra Señora, lle-, vándole: el P. Fr. Tomás de la Torre el Santísimo Sa– cramento, no se pudo acabar con él, que estaba muy fatigado, que le recibiese recostado el!' ~a cama; l~

vantóse como pudo arrastrando, y reClbI6le de rodI– llas con tanta devoción Y lágrImas, que en todos causaban estas mismas calidades. Recibi6le, pues, de este modo el P. Fr. Vicente Ferrer, y dentro de dos días dio el alma a su Criador, que le esperaba en su reino con un abundante y colmado premio de sus trabajos".

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EL CONVENTO DE SANTO DOMINGO DE SAN SALVADOR ES ADMITIDO COMO CASA DE LA OR– DEN EN EL CAPITULO DE 1553. - EN EL CELEBRADO EN 1556 ES DECLARADO PRIORATO. – INFLUENCIA QUE LOS REMOIOSOS DOMINICOS TUVIERON EN LA EVANOELIZACION y CIVILI-

ZACION DE LOS NATURALES DE LA PROVINCIA DE CUSCATLAN.

Dada la religiosidad y santidad de los primeros moradores y fundadores del Convento de Santo Do– mingo de San Salvador, los Padres Fr. Vicente Ferrer y 'Fr. Matías de Paz; nada tiene de extraño que se ganasen las voluntades de todos los habitantes de dicha Villa, y que éstos espontáneamente les acudie-– sim en todo cuanto habían de menester, no tanto para sus personas, cuanto para el servicio del Convento y

culto divino.

Pero esto mismo lo llevaban "muy mal los cléri– goS, porque decían: que todo aquello era suyo, y a ellos se lo robaban los frailes; :1 con este pensamien-

(1) Remesal, Libro IX, Cap. IV.

to les daban nombres y apellidos, según bautizaban sus obras llamándoles ladrones' de sus bienes y ha– ciendas' y

sobre todo sentían, que los indios acudie– sen al Convento más de ordinario que a sus iglesias, y tomaban el cielo con las manos. De donde proce– dió que un clérigo, lalmado Juan Rodríguez, que ~ra

Vicario del Obispo, comenzó a molestar a los fraIles que se quedaron allí por moradores, haciéndoles mu– chas y muy grandes vejaciones, prohibiendo a los indios que recibiesen los Sacramentos de su mano, ni se enterrasen en Santo Domingo, ni aun allá fue– sen a oír misa" (1).

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