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después de algunas otras consideraciones, pone en di– cho Manuscrito esta aclaración: "Y así yo discurro que cuando cayó este Convento, que fué en 1726, .como . anduvieron los papeles en el siglo, en casas particula– res, se debieron perder".

De lo anteriormente dicho se inficre que el primi– tivo Convento de Padres Dominicos estuvo fundado en el barrio de El Angel, "en el lugar que ocupa actual– mente, como lo dice Ipiña, la iglesia del mismo nom– bre". ¿Cuándo se trasladó al lugar que ahora ocupa, al otro lado del río? Creo no sea aventurado asegu– rar, que si no fué antes del año 1726', lo fué poco des– pués de este año, en el cual, como dice el P. Díaz en el Manuscrito citado, "se cayó este Convento",' que que podemos suponer' tuese el primitivo. Por de pronto, lo que existe del actual Convento de Santo Domingo, que se conserva en bastante buen estado, al menos en sus paredes maestras y arcos del claus– tro, se ve que es de esa época, así por la calidad del edificio, que es de mampostería, como por el estilo, que es el mismo que tenía el Convento de Santo Do– mingo de San Salvador. '

Es de notar también que si al principio de su fun– dación tuvo por Patrono el Convento al Santo Angel de la Guarda, hoy tiene por Patrono y se le conoce con el nombre de Santo Domingo, debiendo este cambio de nombré coincid1~con el cambio de lugar, o sea del ba– rrio de El Angel al que ahora ocupa al otro lado del río, y casi en el centro de la actual población. Con todo la imagen que principalmente en él se venera, y

que ocupa lugar preferente en el altar mayor, es la de Nuestra Señora del Rosario.

Entre los varios altares que tiene la iglesia, con– sérvanse ya desde antiguo, el del Patriarca San José, el del Señor Crucificado y los de San Vicente Ferrer y Sta. Rosa de Lima, Patrona esta de América y aquel de la Provincia de Chiapa y Guatemala. Hay otros altares; pero estos aparecen como más modernos. Lo hasta aquí dicho por lo que se refiere a la par– te material del Convento. Mas, por lo que hace al orden espiritual, siendo tan pocos los datos, dedu– cirlo se puede de lo que los Religiosos Dominicos en otras partes hicieron. Siendo, pues, nuestros Religio– sos los primeros que a Sonsonate llegaron, si bien cinGuenta años más tarde de dominar allí los espa– ñoles, dicho se está que a ellos cupo la no pequeña parte en la evangelización de aquellos naturales y la de los pueblos y poblados comarcanos. En esta tan santa misión cooperaron también poco después los Padres Franciscanos; y éstos y sus Hermanos los Do– minicos, como lo dice el M. l. Sr. Vilanova (1), "se ocupaban constantemente en catequizar a los indios de la costa, en instruirlos y civilizarlos". De suerte que aquí, en la región del bálsamo, como en lo res– tante de la América Española, fueron los Religiosos elementos de civilización en los primeros tiempos. :Por el Manuscrito anteriormente citado se ve que los Religiosos Dominicos, a más de salir por los pue– blos y poblados de la costa, tuvieron a su cuidado, al menos por algún tiempo, distintos pueblos de la comarca, pues en ese Libro de misas aparecen apun– tadas las que celebraban los Padres que servían di– chos pueblos, como Nahuizalco, por ejemplo. Pero el lugar que con más frecuencia visitaban y servían los Dominicos, es el que aún en el día de hoy se llama Santo Domingo, cuyO nombre ellos le dieron por de– voción al Santo Patriarca de los Predicadores. Era este lugar poblado por naturales del país, y aún hoy puede considerársele como uno de los pocos pueblos de la República de El Salvador, que más conservan sus caracteres indígenas; y bien sabemos que los Re– ligiosos Dominicos se dedicaron en todas partes de modo especial a la evangelizaci6n y civilización de los naturales.

Sin ell}.bargo, de esto, no debemos perder de vista, que el centro de todas estas excursiones apostólicas, que nuestros Religiosos hacían con más o menos fre-

(l) Apuntamientos, pág. 35.

cuencia por l!>s. distintos lugares de la Costa y por toda la provmCla de los Izalcos era Sonsonate' a cuyo ConveI!-t<? Dominicano estab~n asignados todos aquellos ReliglOsos, aún los que de modo más per– manente servían en determinados lugares. Todos aque– llos Religiosos estaban sujetos inmediatamente al Su– perior del Convento de Sonsonate, al que acudían siempre que se les llamaba, ya fuese para pedirles cuen– ta de sus actos en la ~vangelización de los indígenas, ya para tener sus reU01ones, en las que trataban de la mejor y pronta manera de civilizarlos, ya también para con la compañía y 'frecuente comunicación de unos con otros, fortalecer su espíritu. y animarse mutuamente a conseguir el fin que pretendían, que era el bien de las almas. '

Con, esto dicho se ,está, que si era grandísimo el bien que hacían en, la. coma~ca, no sería mimar el que realizaban en la I,01sma CIudad de Sonsonate, cu– yos habitantes miraron siempre a los Religiosos Do– minicos con especial cariño y simpatía. No hemos en– contrado un sólo dato que dé a entender lo contra– rio, y sí algunos que vienen en apoyo de nuestro: aser. to; . Indiquemos algunos.

.En todas partes, cuanto más una Comunidad reli– giosa trabaja, cuantos mayores éjemplos dan s'" miembros de caridad, sacrificio, observancia religio– sa, y tanto más apreciada es de los habitantes del lu gar. Y que los Religiosos Dominicos fueron aprec h .

dos desde el principio en Sonsonate, deducirlo pode– mos del Manuscrito tantas veces dtado. En él se ha– bla de varias Capellanías, fundadas en el Convento de Santo Domingo, alguna tan antigua como la de Andrés del Corral e Isabel su mujer, hecha a los ocho años de fundado el Convento, como consta. lee– mos en dicho "manuscrito", de la escritura de impo– sición fecha en 15 día del mes de Julio de 1579, por Cristóbal Avendaño, Escribano de número". El ori– ginal de cuya escritura, hemos tenido ocasión de ver en el Convento de nuestro Padre Santo Domingo de Guatemala, en donde se conserva.

De esta. Capellan~a y de otras varias, Se hal~aba

razón en el archivo del Convento de Santo Domml'to de Sonsonate en Diciembre de 1754, como lo atesti– gua el P..Superior del mismo, Fr. Miguel Fernández de Córdoba, en dicho Manuscrito; más todas ellas de– saparecieron por completo en 1829 con haber expul– sado a los Religiosos y privádoles de sus bienes y haciendas. Por supuesto que a estas Capellanías iban siempre unidas algunas cargas a que debían dar cum– plimiento los Religiosos, principalmente de celebra– ción de misas; con todo ellas nos ponen de manifiesto el alto concepto que los habitantes de Sonsonate te– nían de nuestros Religiosos, moradores del Convento de Santo Domingo, ya que no s610 en vida acudían a ellos en busca de consejo en sus dudas y de reme– dio en sus necesidades, si que también a ellos confia– ban el cumplimiento de sus voluntades para después de muertos. .

Desde el año 1829, en que tuvo lugar la exclaus– traoión, hasta el de 1844 tuvo a su cuidado la iglesia de Santo Domingo el P. Fr. Jer6JÜmo Celaya, último Superior de la Comunidad de Padres Dominicos, y después Párroco de Sonsonate. Después residieron en dicho Convento algunos otros Religiosos de la Orden, entre los que merece especial mención el Padre Fr. Juan María MartíneZ', que vivió en él, en compañía del P. Franciscano Fr. Patricio RuiZ', desde el año 1871 al de 1885, en el que se fue a Guatemala en don– de murió santamente, como lo diremos en otro lu~ar.

En todo este tiempo no hay duda que, entre los Religiosos Dominicos que residieron en Sonsonate. ha– brá habido algunos dignos de especial mención en es– ta historia; pero su recuerdo no ha I1e~ado hasta nos– otros. Sin embargo, hay uno que honra a Sonsonate. en cuya Ciudad nació, que fué Superior dos veces de su Convento de Santo Domingo, y que figura entre los más not,:)bIes escritores centro amerioanos: es el P. Fr. Juan niazo

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