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« Previous Page Table of Contents Next Page »La Real y Pontificia Universidad de San Carlos Borromeo subsistió, según sus antiguos Estatutos, has– ta el mes de Septiembre de 1832, fecha en que se pu– blicó el primer "Plan de Estudios de la Academia", que fué reformándose sucesivamente hasta el año 1837, en el que se decretó otro mejor combinado. Las Cáte– dras se dividían en temporales y perpetuas: estas sólo podían variar de profesor por la muerte o renuncia del que las desempeñaba, mientras que aquellas se saca– ban a oposición cada cuatro años.
Los Religiosos Dominicos, así como fueron los más interesados en la fundación de la Universidad de San
Carlos, siguieron también siendo los más adictos a ella, proporcionándola de entre sus miembros profe– sores ilustres que la honraron siempre con su ciencia y saber. No nos detendremos a hacer aquí una larga lista de los Hijos de Santo Domingo que, por espacio de siglo y medio, brillaron en la Universidad de San Carlos: a algunos ya los hemos citado y de otros ten– dremos ocasión de hablar en adelante. De todos mo– dos, siempre será cierto que gran parte de la gloria de la Universidad de Guatemala, única en Centro América hasta el pasado siglo, cabe a los beneméritos Hijos de Santo Domingo de Guzmán.
LAS "DOCTRINAS": SU ORIGEN, NATURALEZA. - BIENES QUE REPORTARON A LOS NATURALES
DE CENTRO AMERICA. - TRANSFORMACIONES QUE SUFRIERON.
Además de los Conventos mayores, o prio!atos te– nía la Orden Dominicana en Centro AmérIca otros conventos menores, llamados comúnmente "Doc~r~nas",
que solían estar servidas por más o menos ~el)glOsos,
según la capacidad del convento y las necesIdades del lugar; pero estos Religiosos nunca solían ser menos de dos. , d "Estos Religiosos escribe el P. Alonso Fernan ez (1), atienden, no sólC?' a los indi~s del lugar de su doc– trina. sino a otros aJenos, predIcando ~n sus leng1!a~,
administrando los Sacramentos, Y haCIendo el OfICIO de curas. Con esto es copiosísimo el fruto ~ue se h,a– ce. Los Religiosos que están en, l.as doctrInas estan asignados a los Conventos más proxlffiOs a sus pueb~o~,
y sujetos en todo a sus priores, qu<:; a~emás de l~ ~ISI
ta general que les hacen los ProvIncIales, los vIsita? ellos y los corrigen más a m~nudo, y acuden a los d~
chos Conventos cuando el PrIor les llama a sus CapI– tulos y a todos los contratos y elecciones de ellos: y por Breves Apostólicos, en particular de 19s Sumos Pontífices Gregorio X y Clemente VIII, esta declar~
do que los dichos Religiosos, aunque t~enen sus reSI– dencias particulares como curas, no Viven fuera. del claustro, y así no pueden ser visitados ni corregldps de los ordinarios y obispos, sino lo que toca a la pIla de bautismo y libro de curas, porque lo que toca a sus costumbres y modo de vivir los visitan los Prelados de la Orden". . Casi todos los pequeños Conventos o DoctrInas, que la Orden tuvo en Centro América, se fundaron desde el año 1545 al de 1580. De estas D,octrinas las hubo establecidas en Chiapa, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua; y casi todas ellas estuvieron servidas por Religiosos Dominicos, muchas hasta me– diados del siglo XVII Y algunas hasta principios del siglo XIX. También tuvieron Doctrinas los Religio– sos de nuestro Padre San Francisco y los Mercedarios. Ya el primer Obispo de Guatemala, Iltrmo. Señor Marroquín, dividió la administración parroquial en– tre los Religiosos Dominicos y Franciscanos; asignan– do a los primeros los cuartos de Jocotenango, Chimal– tenango, Jicolotepeques, Amatitlán, Petapa, Mixco y Pinula.
Además estuvieron encomendados al cuidado de la Orden algunos barrios de Guatemala y pueblos pró– ximos, todos directamente a cargo del Prior del Con– vento de Santo Domingo, para cuya administración nombraba éste Vicarios. Una de estas Vicarías era la de Barrio de Candelaria, y tenía por anejos a los pueblos de Santa Inés y de San Juan Gascón. Otra Vicaría era la del Barrio de Santa Cruz, y sus anejos eran los pueblos que llamaban las Milpas-Altas, esto es, San Mateo, Santo Tomás, la Magdalena, Santa Lu– cía y San Miguel. La tercera Vicaría era la de San Pedro de las Huertas, a la que estaban agregados los
pueblos de San Gaspar, Vibar, Santa Catarina Boba-dilla, Santa Ana y San Andrés Deán. ' Mas poco a poco, a medida que se iba extendiendo la pre~ica.ción del Evangelio por las distintas regiones o provm~Ias, se fueron aumentand~):~§ Conventos y las Doctrmas, de mQ.do que por el ar;'.J 1616 tiempo en que el Padre Remesal escribía su Historia, ya señala multitud de pueblos o lugares que cada Convento de la Orden administraba en Centro América. Y sin que
prete~damos señalarlas todas, añadamos aquí algunas Doctrmas más, servidas por Religiosos Dominicos a saber: Santa María Cahabón, Lanquín, San And;és Tactic, Pirulá y Panzos, que estaban anejas al Conven~
to de Santo Domingo de Cobán' a Salamá estuvieron San M~guelito, Ravinal, Chol, Cubulco, San Andrés Y
JoyabaJ; Santa Cruz de Quiché tuvo los pueblos adya– centes hasta Patzicia; y Santo Tomás de Chichicaste– enango a San Pedro Sacapulas.
También fueron servidas por Religiosos Domini– cos las Doctrinas siguientes: San Juan Sacatepec, San Raimundo con su ajeno Chinautla, Sansaré, Sanarate, San Agustín, Aguastlán, Zacapa con Estanzuela, Río Hondo, Gualán e Izabal, Chiquimula con Esquipulas, Jutiapa, Santa Catarina Mita, Jalapa, Mataquescuin– tia, Santa Rosa Cuajiniquilapa, Ahuachapán, Chiqui– mulilla, Santa Inés, Santiago Xenacó, Santo Domingo Xenacó, San Pedro, Palín, Escuintla, y otras, de las que citaremos algunas más adelante.
Así, con pequeñas variaciones, permanecieron es– tas Doctrinas hasta el año 1754, en el que, en virtud de Real Cédula de Felipe IV, quedaron convertidas en parroquias o curatos, pasando a ser servidas por el cle– ro secular (2).
"Como era natural, escribe el Sr. Batres, se lamen– taban frecuentemente los clérigos seculares de que los regulares tuviesen la mayor parte de los curatos, y no faltaron ocursos al Rey, solicitando que, a los Domini– cos sobre todo, se les quitaran algunas de las parro– quias, que con tantos rendimientos naturales tenían; pero siempre salieron bien los dominicanos, desesti– mando el Monarca las observaciones del Obispo y las quejas de los clérigos. A la verdad, los frailes sabían las lenguas de los indios, los civilizaban hasta donde era dable, coadyuvaban a la pacificación, como suce– dió con los tzendales, cuando los Padres de Santo Do– mingo organizaron tropas, a sus expensas, en 1772. Las parroquias que servían se encontraban en buen pie, y a la par de 10 religioso, prosperaban en lo material, haciendo conservar puras costumbres".(3).
"Indagando Don Antonio José de Irisarri, conti– núa diciendo el Sr. Batres, el motivo del engrandeci– miento en que en los últimos años de aquel siglo (XVIII) se hallaban los pueblos de los Altos, en Gua– temala, dice: "que creyó encontrarlo .en una causa que no ocurrirá fácilmente a ningún filósofo europeo, ni
(1) Libro IIJ, Cap. X. (2) Juarros, Tomo 11, Trat. H. Cap. XIV. (3) Tomo 11, Cap. XXi.
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