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a ninguno de los modernos políticos americanos, y es la siguiente. La Corte de España, por los servicios que prestaron en la conquista de aquellos países los frai– les de las diversas Ordenes religiosas, así como por la escasez de clérigos que en los primeros tiempos hubo, repartió los curatos entre los franciscanos, los domini. cos y los mercedarios, dando a cada religión una o más provincias; de modo que la provisión de cuartos toca– ba de derecho al Capítulo Provincial de la Orden. En consecuencia de esto, los frailes veían aquellos pue– blos como suyos; tenían un interés muy grande en ha– cerlos progresar, fomentando su agricultura, su comer– cio y sus artes, porque de los progresos de los curatos venía la riqueza de la Orden.

"En todos los pueblos, no solamente había un cura, sino una comunidad más o menos numerosa, según la población; y vicarías tenían los franciscanos, como la de Quezaltenango, que podía considerarse, en los últi–

mos años, un rico obispado. El cura en estos curatos no podía ser el esquilmador del pueblo, porque debía dar cuenta de su administración al Capitulo de la Or– den, y tenía tantos fiscales de su conducta, cuantos eran los frailes que le servían de coadjutores, siendo conventuales; de modo, que no quedando libre el pá– rroco de sac~e los feligreses las ventajas que el in– terés partícu dicta a los demás, era siempre y por necesidad, pasto~y no lobo del rebaño. Los pueblos progresaban, porque como hemos visto, el progreso de éstos estaba en el interés de los frailes, y porque siendo el párroco removible o reelegible en cada bien. nio, nada se alteraba en el curato con la mudanza del cura, y podía decirse que éste era eterno, porque en nada, sino en el nombre del párroco, había variación. Por otra parte, los frailes de las diversas Ordenes re– ligiosas, tenían el celo que era consiguiente a su espí– ritu de cuerpo, y trataban de acreditar, con los pro– gresos de sus curatos, la mejor política de su religión: lo que desde luego se observaba en la fábrica de igle– sias y conventos, de casas municipales, de escuelas pú. blicas, y de todo lo demás, en que parece que compe– tían los dominicos con los franciscanos y merceda– rios" (1).

Muchos de aquellos pueblos habían sido formados por los Religiosos, en el orden material y en el espiri– tual. Nada más natural, pues, que dichos Religiosos sintieran el tener que dejar entonces aquellos pueblos por ellos formados, y que acudiesen adonde debían ex-

poniendo sus quejas y razones para que no se les des– poseyese así no más d lo que en alguna manera podían considerar como suyo. Los Religiosos de Santo Do– mingo hicieron entonces una muy bien razonada expo– sición del derecho que les asistía, en virtud de la cual se ls dvolviron, sino todas, al menos parte de las pa– rroquias que por tantos años habían servido. Así, pues, en 1808, según. Juarros (2), aun existían veinte y tres doctrinas ~ervidas por Religiosos: tres por los Padres MercedarlOs, cuatro los de San Francisco, y diez y seis los Dominicos. Las que estos servían a principios del pasago siglo, eran: ' Santo Domingo de Cobán, con 12,434 fieles, San Pedro Carchá, con 5,017, Santo Cristo de Verapaz, con 3,333, Tactic, con 3,133, Cajabón, con 3,538,

San Agustín Lanquín, con, 1,467. Ravinal, con 5,694, Salamá, cón 1,600, Cubulco, con 3,803,

Santa Cruz del Chol, con 1,659, Quiché, con 3,222, . Chichicastenango, con 2,816, San Pedro Jocopilas, con 1,090, San Andrés Sacabah, con 1,250, Santa María Joyabah, con 2,062, Santa María Nebah, con 3,367.

A más de servir las Doctrinas dichas los Religio– soso Dominicos salían a misionar por distintos lugares, designándose en el Capitulo Provincial, que se cele– braba cada cuatro afios, tres ternas de selectos misione. ros quienes, después de tener varios días de retiro espi~

ritual, los que cada año renovaban en el Convento más próximo por donde pasaban, y recibida la bendición del Padre Provincial, se encaminaban predicando opr distintos pueblos.

y por último, cada cuatro años en la Capital de Guatemala, por la Cuaresma, daban misiones en esta forma: los quince primeros días en las iglesias más principales, calles y plazas más céntricas; y en los otros quince días en los demás templos, conventos de mon– jas y suburbios de la Capital. Lo cual se observó has– ta el año 1829, en el que tuvo lugar la exclaustración religiosa.

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MONASTERIOS DE DOMINICOS, LLAMADOS COMUNMENTE ':'BEATERIOS'~. - BEATERIO DE NUES– TRA SE~ORA DEL ROSARIO. - EL DE SANTA ROSA DE LIMA. - BEATERIO DE SONSONATE

Por el año 1610, siendo Provincial de los Religio– sos de Santo Domingo el M. Rdo. Padre Fr. Alonso García intentó fundar en Guatemala Convento de Re–

ligiosa~ Dominicas, con el título de Santa Catalina de Sena' y aun comenzó a edificar la casa frente a San~

to Domingo. En Capítulo Provincial que en la misma Ciudad tuvo la Provincia de San Vicente en 1615, se aceptó como casa de la Orden la de Religiosas Domini– cas llamada de Santa Catalina de Sena; y se sefiala–

ro~ fundadoras que habían de venir de Oaxaca (Mé– xico). Mas no tuvo efecto tal fundación, sin que se sepa el motivo (1).

Pero, aunque en Guatemala no hubo nunca Con– vento de Religiosas de clausura, como era el que se trató de fundar, hubo sí lo que se llamó *Beaterios*. Estos fueron tres, dos de ellos pertenecientes a la Or– den Dominicana; uno, llamado de Santa Rosa de Lima, para gente blanca; y el otro de Nuestra Señora del Ro– sario, para indias.

BEATERIO DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSA· (1) Jnarros, Tomo J, Trat. IV. Cap. VII.

RIO. - Anque fué el último que tomó forma de tal, y sus Beatas las postreras que tomaron el hábito do– minicano, sujetándose a la observancia de la Regla de la Orden Tercera de Santo Domingo; fué, sin embar· go, el primero que se fundó en el año 1550. La Empe. ratriz Dña. Isabel envió algunas Dueñas devotas a la Nueva España por el año 1546, con el destino de fun– dar en las ciudades y lugares principales Casas de re· gocijamiento, donde fuesen educadaS algunas indios y se les instruyese en los oficios mujeriles.

HA imitación de estas Casas de recogimiento, esta– blecieron los Religiosos de Santo Domingo en Guate. mala una; pero con mejor éxito, porque las del Reino Mexicano, se fueron. extinguiendo; en tanto qu la de Guatemala subsistio con notables auges hasta el si– glo pasado.

Los buenos efectos que produjo la Casa-regocija– miento de Guatemala, hicieron que se furidaran algunas otras en los pueblos vecinos, a las que llamaron "Casas del Rosario"; mas por orden superior se despoblaron

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