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« Previous Page Table of Contents Next Page »al Padre a Cobán; y así 10 hicieron. Cuando llega– ron, como estaba Fr. Domingo bast.ante mal, no les permitían entrar a verle; súpulo él, y dijo que entra– ran, y lleno de amor hacia ellos les abrazó, les con· soló y les dio su bendición.
Con el gran gusto y contento que esta visita le causó, comenzó a sentir notable mejoría; y dentro de poco rato ya estuvo sano y bueno; de suerte que, acompañado de los mismos indios que habían ido a verle, salió al encuentro del P. Fr. Tomás de la To– rre, que iba con ánimo de darle la Extrema-unción; y todos juntos fuéronse a la iglesia para dar gracia:> a Dios por tan señalado favor.
Los indios infieles de Acalá siempre seguían cons– pirando contra la vida de los Padres Misioneros. Sa– bíalo muy bien Fr. Domingo; y, sin embargo, tan pronto como se sintió con fU2i"Zas para caminar, quiso hacer una nueva y más formal excursión a aquella provincia, llevado del celo cíe la salvación de aque– llas almaS! y con el gran deseo de convertirlos a todos para Jesucristo. Mas esta vez no quiso ir solo, como había hecho en otras ocasiones, y {;:scogió para com– pañero al P. Fr. Alonso de Vayllo, que era buen lin– guista de a~la tierra, y ya había predicado otras veces en Acala;,,~v para que les sirviesen y ayudasen a algunos indioS"~ae Cobá.n.
. Hechos todos los preL}araUvos, la víspera de saUr ePlfermó el P. Fr. Alonso de modo que le fue impo· sible emprender el viaje. Mas, no queriendo suspen– derlo ya Fr. Domingo, determinó' que le acompañase en¡ su lugar el P. Fr. Andrés López, religioso de mu– cha virtud, hijo de Pedro Moreto y de Ana López, que primero había seguido la carrera militar y lue– go tomó el hábito domb.icano, y que había cantado misa hacía poco tiempo.
Partió, pues, la comitiva el día señalado. Y sa– biéndolo el Cacique D. Juan, a quien ya el lector conoce, salióles al encuentro con el ánimo de disuar– dirles de tan santa como arriesgada empresa. No consiguió su intento, pues nada temía Fr. Domingo; disponiendo entonces D. Juan acompañarles con tres– cientos de sus más fieles indios, a pesar de que los Padres se oponían a ello, puesto que, como le decían,
LO iban a conquistarlos, sino a convertirlos.
Al saber los conjurados de Acalá que con los Pa– dres venía el Cacique D. Juan, simularon su actitud hostil, escondieron en la montaña ]os indios que te– nían prevenidos y en actitud humilde presentáronse
a Fr Do.mingo, procurando hacerle ver que estaban en paz y que todo lo que se decía era :falso. Creyé– roruo así los Padres; y, en consecuencia, rogaron a
D. Juan que se retirase con sus i.ndios, puesto que nada había que temer por una parte, y por otra esca– seaban los alimentos para tanta gente. Aun se resistía
D. Juan temiendo siempre por la vida de los ReH– giosos' pero tanto insistieroll éstos, que al fin hubo de acceder,y se retiró con sus trescientos indios. Por otra parte, los Padres, para indicar que esta– ban confiados, ordenaron a los pocos indios de Co· bán que les acompañaban, que anduviesen desarma– dos. Parecióles a los indios rebeldes que aquella era :>casión oportuna para conseguir su intento; y ha– :iendo bajar de las monrtañas los indios que anterior– nente tenían prevenídos, amaneció un día rodeada :le ellos la casa que habitaban los Padres.
A la hora del alba dióse cuenta de esto uno de los ndios cobaneros, comunicando enseguida a Fr. Do– ningo lo que acababa de observar, y pidiendo su lrma para defender a los Padres, Cercioróse Fr. Do– ningo por sí mismo de la verdad del caso, y le dio !l arma que pedía, mas no para que defendiese a los >adres, sino para que se defendiese a sí mismo. En rista de la prohibición que €l Padre le hacía, el in– lio, que era valiente, pensó en ir a Cobán a dar cuen– a de lo pasaba, y así lo hizo.
En tanto Fr. Domingo, como si no se hubiera dado
cuentá de nada, amanecido ya, dejando en el con– vento a Fr. Andrés, se dirigió a la iglesia que estaba en frente, pero un poquito apartada L~s indios re– beldes, por la superstición que tenían de que si toca– ban al Padre morirían, dejáronle paso libre mas no ,sin <;t~e dejara~ de arrojarl~ algunas flecha~, que no le hlneron. HIZO Fr. Dommgo oración un rato den– tro de la iglesia; y luego se dispuso a salir de ella con ánimo de hablar a los indios. Mas no había aca– bado de pre~ul1.tarles en su propi~ .lengua que, qué mal les habla hecho para que qUISIeran quitarle la vida, cuando por toda respuesta vino a caer sobre él una lluvia de flechas, u.1a de las que vino a herirle en la garganta, de modo que, diciendo ¡Jesús! en voz alta, cayó en tierra sin sentido
Al oír el ruido y gritería, que en aquel momento los indios hicieron, salió el p. Fr. Andrés de la casa en busca y socorro de su Hermano. Otra lluvia de flechas cayó entonces sobre él, una de las que él mismo se arrancó de la cara; mas sin perder el áni– mo llegó, junto con dos inditos que hacían de acóli– tos y le habían seguido, hasta donde estaba Fr. Do– mingo ya expirando. Como pudo cogió el cuerpo del mártir y lo metió en la iglesia, en donde le ayudó a
bien morir el día ~ de Noviembre de 1555, Vigilia del apóstol San Andrés, según la promesa que se le había hecho.
En tanto, los indios que habían cogido preso a uno de los acólitos, para celebrar su triunfo, lleváronsele y, arrancándole el corazón, según la costumbre de ellos, ofreciéronsele ~ sacrificio a sus ídolos. Y mien– tras que esto hacían, una vez Que había auxiliado al santo mártir Fr; Domingo, viéndole Fr. Andrés ya difunto, dejóle en la iglesia, -y pensó ponerse él a
salvo. Y así, acompañado de algunos indios cobane– ros, partió~ mas como los sublevados tenían esto pre. venido, les salieron al encuentro y comenzaron a ata– carles con sus flechas, hasta que consiguieron mata!' al P. Fr. Andrés y a algunos de los indios que le
~compañaban, pudiendo salvarse tan sólo algunos de
estos que presurosos se fueron a llevar la noticia a
Cobán.
No es decible el sentimiento que la noticia allí causó. y al punto Fr. Alonso de Vayl10 que hacía de Superior entonces, dispuso que con toda pronti– tud saliesen indios de Cobán en número suficiente pa– ra que recogiesen los cuerpos de los santos mártires a fin de poder darlos honrosa sepultura. El cuerp¿ de Fr. Andrés lo encontrarol1 aun, cubierto de sangre y de flechas, y no hallándose con valor suficiente para llevarlo hasta Cobán, por los malos caminos que había, se determinaron a darle sepultura allí mismo, poniendo encima un buen promontorio de piedras, que sirviesen para darles a conocer más tarde el lugar en que sepultado estaba el cuerpo del már– tir.
Pasaron luego adelante, sm que encontrasen la menor resistencia, porque los indios de Acalá te· miendo el castigo de su delito se habían retirado' más adentro y escondido por los montes. Llegaron al pueblo, y le hallaron desierto e incendiado; buscaron el cadáver del mártir Fr. Domingo, y sólo hallaron parte de él, sin la cabeza y algo del pecho que quizá le habían arrancado para ofrecerlo en sacrificio a sus ídolos. Tomaron, pues, aquellos venerandos res– tos y partieron para Cobán, de donde la Comunidad y numeroso pueblo salieron procesionalmente a re– cibirlos, dando luego sepultura al cuerpo del santo mártir Fr. Domingo en la iglesia de la Orden, bajo el altar mayor.
Veinte y siete años más tarde fueron a recoger los venerandos restos del P. Fr. Andrés López; y, trasladándolos a Cobán junto con los del santo Fr. Domingo Vico, los colocaron en la nueva iglesia de Santo Domingo, bajo el arco en que se hallaba se-
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